Los derechos fundamentales de todo ser humano (La sanidad, la educación, la justicia, el derecho a una vivienda digna, a sacar adelante a una familia, a aspirar a una justicia real, accesible y gratuita...), nunca deberían ser objeto de negocio, especulación o privatización. Si un gobierno gestiona mal, cámbiese el gobierno. Pero que no se utilice la rentabilidad como argumento para el saqueo de los bienes públicos. Los derechos no tienen precio, ni son negociables.


sábado, 8 de noviembre de 2014

EL EFECTO ADOSADO

Me cuentan que en algunas consellerías de esta nuestra Generalitat Valenciana van reapareciendo poco a poco algunos de aquellos terribles “rojos-de-toda-la-vida” que vimos aparecer cuando el PSOE alcanzó el poder, y que milagrosamente se “adaptaron a las nuevas circunstancias” cuando un triunfante PP+UV desembarcó en los puestos de mando con muchos humos y en algunos casos primitivas ansias de revancha.

Fueron muchos los que olvidaron que sus puestos eran, en ocasiones, debidos a que el partido, o el sindicato les pusieron allí. Y en la mayoría de los casos no iba a ser – excepciones siempre las hay, y algunas muy honrosas – por su cualificación profesional, sino porque a tal partido o sindicato le parecía lo más conveniente – vaya usted a saber por qué – que aquel personaje ocupara cargo con firma.

Vimos en aquella Conselleria de Presidencia, en la noche posterior a las elecciones, largas caras, semblantes muy preocupados. En algunos casos, sí, era por la desilusión ideológica de la interrupción de un proyecto, y la llegada al poder de un partido que se estimaba nefasto para el progreso de la Comunidad Valenciana (nadie podía imaginar hasta qué nivel). La noche se acercaba, y ocultos en ella mangantes, traidores e inquisidores.

Pero otros muchos lo que temían, como está pasando ahora en sentido contrario, era por su sueldo: Directores generales, jefes de área, jefes de servicio en comisión, asesores… Muchos de ellos pasaron, de repente, de ser hombres (y mujeres, claro) incondicionales de partido a simples técnicos dedicados exclusivamente a sus deberes administrativos. Incluso más de uno demostró su celo actuando de forma macarthista contra sus propios compañeros, en demasiados casos como forma de ”agradecimiento” a aquellos que les habían encumbrado.

A alguno de los desolados líderes del partido, apabullados por tanto escapismo, les comentaba entonces el “efecto adosado”, y no es este otro que el que sufre un personaje inconsciente (voluntariamente o no) de que ha sido aupado a un cargo con bastante ayuda de “los compañeros” y que se acostumbra rápidamente a su nuevo sueldo. Llega a casa, da la buena nueva (siempre le han ascendido por sus méritos) y rápidamente se compra un adosado, un barco (entonces estaba de moda comprarse un barco y un amarre lo más cerca posible de Lerma) o eleva su nivel de gastos comprometidos en la parte proporcional. Ya no es  un mero currito: Ahora ya es un cargo, con buen sueldo. ¡Cómo mola!

Claro, cae el partido que le ha aupado y no se le ocurre pensar en devolver su puesto, aunque sea por mera coherencia ideológica para no colaborar con quien hasta entonces era su contrario ideológico. Hay que pagar la hipoteca, amigos. O el colegio bien de los niños, o tantas otras cosas a las que uno se acostumbra rápidamente.

Y en más de un caso, estos técnicos reconvertidos, que habían sacado la cabeza en mítines y manifestaciones, haciéndose ver por los pasillos de la entonces sede de la Calle Albacete para ver si les caía algo, se pusieron chaqueta y corbata, camisa azul clarito, se repeinaron y resultaron ser más cristianos que nadie, frecuentando obras y legiones cristianas, con mucha misa y mucha cacería. Al fin y al cabo, nada nuevo. Había que defender el futuro, y a rey muerto, rey puesto.

Y ahora va a pasar lo mismo, ya lo veréis. En sentido contrario, claro. Van destapándose y resultando ser progres muchos de los que estaban disciplinadamente calladitos. Ahora, todo el mundo critica la corrupción y a los corruptos, después de decenios de compartir y ocultar secretos a voces, de hacer la vista gorda y en algunos casos - ¡Ay, qué acojone ahora! - firmar lo que mandaban. Lo que hiciera falta por el Partido.

Ahora, el Partido está en retirada, y te han dejado literalmente con el culo al aire. No solamente no reconocen que te pusieron ahí para firmar, tonto el haba, sino que te ponen verde por haber firmado. Y como la firma es tuya, pues allá tú con el juez.

Eso es la política de bajos fondos, mierda de política. Aparecen valerosos sindicalistas a los que nadie conoce en su centro de trabajo, como si hubieran estado partiéndose el pecho por los compañeros durante las peores épocas, y aquellos que realmente han estado haciéndolo – los hay –tienen que aguantar a estos especímenes que lo que quieren es colocarse lo mejor posible en la parrilla de salida de los mejores puestos de poder.

Cuerpo a tierra, que vienen los nuestros” fue la frase genial de Pío Cabanillas. Nunca mejor expresado el tema. Ya fue especialmente admirable cómo aparecieron, en ambos casos de la llegada al poder de los partidos triunfantes, personajes “militantes de toda la vida” que en realidad se acababan de incorporar para medrar. Y es que el asunto es que cuando un partido llega al poder, no suele tener tantos cargos de confianza realmente capacitados para ocupar los diferentes puestos de la Administración que conquista. Porque el problema principal es ese, que se ha evitado la profesionalización de la Administración para convertirla en agencia de colocación de propios y de expurgación de extraños, mediante la precarización de los nombramientos. Sufre así tal Administración los vaivenes no solamente de los cambios de partido, lamentablemente pocos en los últimos años de la Comunidad Valenciana, sino de las distintas “familias” dentro del mismo partido, que esto sí que es una lucha cainita.

Total, que vuelve el tema. Los que se están quitando rápidamente la chaqueta guay y la gomina del pelo se cruzan con los que, de repente, adoran a Pedro de toda la vida, y ellos siempre, siempre, apoyaron a si amigo Ximo. Nadie, de momento, se ha empezado a dejar coleta porque nadie se imagina a Podemos de partido gobernante, o quizás todo el mundo tenga claro que, si llegan, acabarán con chaqueta y corbata como el que más. Como muy gráficamente expresaba un compañero ideológico de los "constantes": "Esta vez sí que vamos a ganar, ¿no ves cómo nos vuelven a saludar?". Y así es, ya no "quema" la proximidad de los rojos, de los no fieles, de los que piensan por si mismos. Ahora, hay que arrimarse a ellos no sea que vayan a mandar.

Y esta es la crónica, queridos, de un tiempo pasado y de un tiempo que está por venir. Van a ser patéticos los cambios de chaqueta, los ocultamientos de fotos con “El President” (más de uno escondió corriendo las fotos con Zaplana para poner las de Camps, y luego la de Fabra), y era incluso divertido entrar en aquellos despachos mutantes en los que el presunto gerifalte no era sino un esclavo de la blackberry para correr a aplaudir, abrazar, inaugurar y firmar. La naturaleza humana es así, sea cual sea el color de la bandera con la que se envuelve.

Esperemos que de todo esto surjan enseñanzas, que en la nueva administración que ha de venir, si no queremos que esto continúe hacia el abismo que magistralmente nos han creado los previsiblemente cesantes, se elijan los cargos con criterios profesionales, independientemente de las militancias. Debemos recluir la influencia de esta baja política a los límites mínimos, estrictamente necesarios. La mera alternancia, la sustitución de unos por otros, garantiza la marcha hacia el caos. Necesitamos un proyecto de estado, y una regeneración ética, para terminar con tanta estética tragicómica.