Los derechos fundamentales de todo ser humano (La sanidad, la educación, la justicia, el derecho a una vivienda digna, a sacar adelante a una familia, a aspirar a una justicia real, accesible y gratuita...), nunca deberían ser objeto de negocio, especulación o privatización. Si un gobierno gestiona mal, cámbiese el gobierno. Pero que no se utilice la rentabilidad como argumento para el saqueo de los bienes públicos. Los derechos no tienen precio, ni son negociables.


domingo, 27 de diciembre de 2015

FRANCO INAUGURA EL POLITÉCNICO DE VALENCIA

A ver, esos que se creen que han inventado la informática:

A los que empezamos en Valencia en Septiembre de 1969 el curso de 1º de Ingeniería (todas) y en lo que eran los talleres de Agrónomos (Actual Psicología, Blasco Ibáñez, teníamos que ir a clase con abrigo y con paraguas por las goteras que había) nos tocó inaugurar el Instituto Politécnico en el 2º Semestre de aquel infausto plan Villar Palasí (Febrero 1970). La plana mayor era del Opus (Ya), y tras un periodo de manifestaciones y expedientes se nos "invitó personalmente" a esta inauguración. No era bueno no ir en aquel ambiente.

Era un curso de aluvión, pues al impartirse por primera vez en Valencia el "Selectivo" teníamos compañeros provenientes y repetidores de todas las facultades y edades imaginables, lo cual le daba un "ambiente" especial a la promoción. ¡Incluso había algunas chicas!. Me acuerdo de la recomendación de la profesora de Cálculo en clase a las tres compañeras que componían mi grupo: "Vosotras, señoritas, no os metáis en eso de las manifestaciones, no es para chicas". El caso es que había sido la primera ingeniera industrial de España, y enseñaba bien su asignatura. Tiempos para contar muchas cosas que ahora os parecerían increíbles.

 Algunos detalles:

- Yo llegué al Poli (Entonces eran solo las "hueveras" iniciales, un perfecto ejemplo de aulas herméticamente cerradas para el sol de Valencia, agobiante en todos sus sentidos ya que aún no habían puesto el aire acondicionado en aquel curso) aquel día en un tren de maniobras, cuyo maquinista me recogió en lo que era entonces la Estación de Aragón y me dejó allí, pues me había hecho su amigo a base de ir a clase todos los días por la orilla de la vía. Un pegote para toda la seguridad que había aquel día, ver parar un tren entero para que bajara este estudiante delgaducho con gafas y patillas. Entonces yo iba todo de negro, por aquello de la modernor, y con un cinturón heredado de la mili de mi padre con una enorme torre de ingenieros, por lo que mis queridos compañeros asamblearios, con aquella supercultura político-dogmática que nos impregnaba, empezaron a llamarme "El fascista rojo". Lo de fascista sería por el cinturón, imagino. Todo un espécimen sospechoso... 

Aquel día teníamos clase normal, hasta la hora del evento.Así que había un público nutrido para recibir al "Caudillo". No pusieron coros y danzas porque entonces se pensaba que los ingenieros no debían bailar mucho...

- Aun estaban por terminar las obras, por lo que había paneles de chapa que para cachondeo decíamos que estaban sujetos por detrás por los currantes. No nos íbamos mucho.

- Un extraordinario y significado compañero, hoy día un gran artista, cuyo nombre no sé si querrá que diga, al cual teníamos y aún hoy tengo en gran estima por su genialidad, fue elegido por su origen gallego para dirigir unas palabras al Caudillo. No es que a él le gustara el tema, ni mucho menos, pero no podía oponerse.

Llegaron los guardias, los mazas aquellos de las Harley Davidson (¿O eran Royal Enfield, no recuerdo? y la boina roja con borla dorada. Ellos que vieron que un estudiante con gafas y bufanda (o sea, un progre de los de Forges) se le acercaba al Generalísimo con un papel en la mano (¡Terrible arma, un papel escrito, ya se sabe!) le metieron tal empellón que tuvo que intervenir el mismo D. Rafael Couchoud, entonces rector del Politécnico (y objeto de nuestras manifestaciones hasta su domicilio -hoy se llamarían escraches- puesto que vivía camino del centro) para salvar al pobre víctima de la política.

Inolvidables recuerdos los de aquel Poli inicial, al que accedíamos entre la huerta por el Camino de Vera. Algún día hablaré de su planteamiento pedagógico, baste decir que al principio del semestre nos dijeron que sólo pasaríamos el 15%, lo que convirtió aquello en un colegio de curas (era lo que creían que debía de ser) competitivo. Teníamos exámenes todos los lunes y después de las fiestas. Sólo faltaba la misa diaria y el Mes de María.

Visto esto, el siguiente curso me pasé a Físicas, que era lo que a mí me gustaba (fui a Ingeniería equivocado, de aquel primer curso de semestres en el Instituto Politécnico de Valencia acabaron centrifugados cantidad de los que hoy son economistas, abogados, etc, pues hubo una desbandada general (solo un chalao, yo, que sepa, se pasó a Físicas, paso que siempre digo que debía haber enmarcado y que volvería a hacer mil veces). Llegar desde aquel parvulario para mayores a una Universidad de verdad en efervescencia tardofranquista fue una pasada.

Aún así, excelentes amigos se quedaron y terminaron toda la carrera a base de semestres y en aquel régimen siniestro. No ceso de admirarles.

Así que, queridos niños, este Poli de hoy con gimnasios, piscinas, casas del alumno y mil edificios guays de colorines en los que hay hasta pasta para investigar fue un día unas hueveras prefabricadas en medio de una huerta requisada a tal efecto (al parecer los propietarios tardaron mucho en cobrar, aunque algunos estaban allí de bedeles y auxiliares) a partir de las que un régimen de tecnócratas opusianos pretendía fabricar proletariado tecnológicamente bien formado pero con nulas preocupaciones y formación sociológica (Espero que eso haya cambiado en estos años). Y lo inauguró Francisco Franco.

Por cierto: La Informática la montaron allí unos seis o siete años después unos genios que llegaron de la Facultad de Físicas. Pero eso es otra historia que saben mejor otras gentes.

Ahí queda eso.