
Nunca agradeceré bastante que mis padres me convirtieran en un lector adicto, pues leer es el mejor camino par la superación. Y como para tantos otros niños, y después mayores, el olor de un libro recién comprado era un adelanto apasionante de las aventuras y conocimientos que había detrás. De la misma forma que, cuando empezaba el curso y nos daban los libros (entonces, en aquella maravillosa academia a la que iba, la Academia Azorín, en la Callle Almirante nº 1 de Valencia, cuando empezaba un nuevo curso la entrega de los libros era una fiesta, y en cuanto llegábamos a los pupitres nos dedicábamos a olerlos y repasarlos. Maravillosa acción pedagógica conseguir que el alumnado rinda tributo y cuidado a los libros, maravillosos profesores eran aquellos de aquel Colegio-Academia Azorín). Tenía una profesora, la Sta Adela, un tanto católica ella pero muy buena profesora, que rápidamente me definió: "Este niño se lee todo lo que encuentra". Y es verdad, esa ha sido mi definición desde siempre.
Volvamos al olor de los libros. Me decían de fuentes profesionales que los países avanzados están volviendo, en las escuelas, a los libros de papel. Uno, que es informático y tiene portátil, ebook, tablet y tal, sigue encontrando un placer maravilloso cuando abro en la cama un precioso libro de papel, con sus tapas y todo, si es posible de encuadernación de bolsillo para que no se me canse la mano en las largas sesiones de lectura.
Amemos los libros. La gente que lee mucho, y muchos libros, dista mucho de aquel fanático que solamente sigue a un libro - religioso o político - que normalmente se ha escrito en circunstancias históricas y sociales muy diferentes. Hay que enseñar a leer, pero críticamente. A contrastar, a investigar, a no quedarte con el primero que viene a darte un libro que te va a enseñar el Camino pero sí a conocer ese y cualquier otro, saber por qué y quien lo ha escrito y darle el valor que corresponde. Un libro es el depósito del pensamiento de una persona que ha pensado, y con eso ya tiene un valor. Quien respeta los libros, respeta a las personas. Por eso los regímenes dictatoriales tienen en ellos a sus mayores enemigos, y por eso las librerías y las bibliotecas son lo más parecido a un templo.
Hay que enseñar el valor de los libros.
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