Se me ha roto, ha cascado, está kaputt. Ese compañero que compré hace ya demasiados años para una cosa electrónica, ha dejado de funcionar.
Posiblemente vosotros habréis experimentado también tan aterradora situación: En lugar del sonido cantarín de mi disco duro externo, y la aparición inmediata de su conexión a través de USB, un clac-clac siniestro resuena como el quejido de un amigo que quisiera seguir ayudándote pero no puede, algo siniestro, que anuncia el fin total.
Ya me pasó. Me ha pasado con otro, hace ya dos o tres años, o más. ¡El tiempo pasa tan rápido en compañía de estas lindezas!. Entonces me pilló por sorpresa. Hice todo lo que encontré en Internet, porque ya era cosa de amor propio: Lo calenté, lo congelé, le dí meneítos, le dí al final alguna que otra ostia cariñosa. Pero nada, aquello seguía haciendo clac-clac con absoluta indiferencia.
Acudí a gente que sabía más que yo del tema (hay mucha, no creáis), y el diagnóstico final fue que lo llevara a una empresa especializada. Pero eso queda para cuando es rentable. Los datos que yo perdí no valían la pasta que eso cuesta. Eso queda para otras ocasiones.
Ahora ya me ha pillado avisado. Esta vez acepto que mi amigo y compañero de tantas horas de mover ficheros de una unidad a otra ha fenecido. La tecnología es así, e igual que te duele desprenderte de un coche que te ha llevado fielmente a ti y a tu familia por carreteras y caminos, ese disco externo, tan ovaladito y tan bonito, ha cascado. Y no voy a ser yo quien maltrate el cadáver metiéndolo en un horno o en una nevera, o girándolo como si fuera una hucha de la que pudieran salir los ficheros por la rendija. Le daré un fin honroso, y le haré una autopsia a ver se veo al enanito de dentro.
Afortunadamente tenía copia de lo importante, en un segundo disco duro. Imaginaos el pánico si cascan a la vez los dos, que puede ser. He llegado a la conclusión de que, no existiendo agresión externa, que no ha sido el caso, para los dos discos duros externos que se me han muerto con los mismos síntomas la misma causa puede haber sido una sobretensión al conectar la electricidad. Que no es una explicación razonada, pero necesitamos tener una explicación para las cosas. Y como los dioses y los demonios, los genios y los fantasmas no están muy informatizados, pues echaremos la culpa al voltio, que para eso está.
Y vosotros diréis: ¿A mí qué narices me importa esto? Pues os interesa para que veáis o recordéis que no hay nada fiable, y que más vale tener una, dos o varias copias de seguridad, porque en el momento menos pensado, que también pasa, arrancáis el ordenador y el disco donde tenéis los datos de trabajo está muerto, flipped, trenqued, emmerdé, fet una merda, o similar. Y si no tenéis copia, no vale eso de "Tú que eres informático me lo arreglarás". Ni lo mío, oiga. C'est fini.
Y esto me lleva a un razonamiento filosófico, de esos baratos de poner en el blog: No hay que fiarse de la tecnología, para nada. Y me explico:
Habiendo comenzado en Informática en 1975 (Sin contar las prácticas de la carrera en un fósil divertido), con lo que se llamaba "Mainframes", o sea, los ordenadores muy grandes, he visto, vivido y trabajado con la evolución de los medios, desde los tiempos en que no teníamos pantallas, y la salida de información del ordenador era a través de una impresora, y los discos duros de ¡500 Mb! eran como lavadoras y valían una millonada, hasta el presente.
Entonces teníamos para las copias de seguridad varios juegos de cintas, de esas gordas y largas de carrete que salían en las películas. Hemos pasado por un montón de "novedosos" y efímeros sistemas de seguridad, desde los cartuchos de cinta a los discos ópticos. Sistemas que llegaban a almacenar ¡10 Mb! y otros, los más sofisticados, que podías meter ¡150 Mb!. El espectro es muy grande, y cada cual podrá contar con lo que ha trabajado.
¿Pero dónde está el tema? Pues que en muchas ocasiones esa tecnología ha ido desapareciendo, y los nuevos ordenadores y sistemas operativos no leían el software encargado de gestionarla. He vivido la necesidad de tener que recuperar datos fósiles de más de diez años atrás y tener que buscar, con las empresas, algún equipo heroico y resistente que todavía leyera aquellos soportes, y no poder.
Ahora nos creemos que lo tenemos todo garantizado. Acordaos de aquellos datos que guardabais, si sois bastante veteranos, en disquettes: Ya no hay, en la mayor parte de equipo, lectoras. ¿Y los vídeos de cinta? Pues va por el mismo camino la cosa con los sistemas actuales.
Hubo una época que lo guay era el CD, y luego el DVD. Pringosos protagonistas de deleznables misiones imposibles se mataban por un disco más o menos. ¡Qué antiguos! Ahora hasta Montoro lleva un pen, que es como ver a un enterrador bailando un rap. ¿Qué va a pasar con todos los datos que hay en DVDs cuando a la industria ya no le salga rentable producir reproductores, eh? Pues eso.
El resultado, para mi, es que somos una civilización cada vez más frágil. Las Tablas de la Ley, según cuentan, estaban escritas en piedra, y mira si han dado juego. Las inscripciones romanas, ahí están. Y los libros incunables, más frágiles, todavía se pueden consultar. ¿Y nuestros documentos en .pdf? ¿Y nuestros escaneos en .jpg o cualquier otro formato "estandard"? Si una de esas tribus de bárbaros que van dinamitando estatuas y monumentos pretendiendo borrar la huella de las civilizaciones quieren borrar la nuestra, solamente tienen que quitarnos la electricidad. Y ellos saben vivir sin ella.
Antes enlazábamos cintas para las copias. Luego, interminables pilas de disquettes secuenciados para copiar discos duros con megas de capacidad. Ahora tenemos gigas, y guardamos desde las nóminas hasta las fotos de las bodas, pasando por las radiografías. Todo en formato electrónico. Y como es imposible ir metiendo CDs o DVds, le ponemos discos duros, ale, a copiar. Cuanto más gordo el disco, más mierda metemos y más pronto. Esta es una norma que todo informático conoce y sufre.
El disco duro externo que se me ha muerto tenía 750 GB. Una burrada, el máximo cuando lo compré, y me costó pasta. Ahora por la tercera parte puedo comprar discos de 3 Tb. Eso está bien, porque así cuando se me rompa perderé 3Tb de información, en vez de menos de la tercera parte.
Nos fiamos demasiado de tecnologías frágiles, pasajeras. Creemos permanentes formatos que no son más que productos comerciales extendidos. Y creemos que vamos a tener siempre los instrumentos para manejarlos. Pero ellos y nosotros estamos condenados al olvido, a la obsolescencia. Nuestros nietos o sus nietos mirarán la época del ordenador igual que nosotros miramos las radios de galena de nuestros abuelos. Y no solamente no podrán reproducir lo que amasamos en ellos, sino que probablemente les importará un rábano y estarán adorando otras cosas que creerán el colmo de la innovación y de la tecnología, si es que no están intentando saltar los muros de los Trumps de entonces.
Por lo tanto, dos consejos: Más valen dos discos de copia que uno solo, y tres mejor que dos. Y otro mucho más útil: Levantaros de los teclados e iros a pasear por la playa, a ver el monte o a bailar. Es mucho más divertido y nutritivo y al final nosotros también haremos clac-clac y no nos servirá para nada lo tecleado. Al menos que nos quiten lo bailao.