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jueves, 14 de agosto de 2025

Mi Valencia de los 50-III - La Plaza del Poeta LLorente

Buenas noches. Este artículo es continuación de Mi Valencia de los 50 - La Calle Boix y de  Mi Valencia de los 50-II - Por Trinitarios al Temple. En este bajábamos por la Calle Trinitarios hasta llegar a ver la iglesia del Temple, como la hemos llamado siempre los de aquel barrio. Vamos a situarnos con Google Maps:

Estas perspectivas son una maravilla para los que tanto hemos pateado esas calles.


Y ya estamos en la plaza, ahora os la contaré desde dentro.


Ahora os contaré cosas de entonces de esta plaza, "desde dentro"


Aquí, en el número 2, en el bajo, vivía María la pantalonera, una señora muy agradable que vivía con su madre, ya muy mayor, ambas vestidas de riguroso negro como tocaba en aquella época a las mujeres a partir de una determinada edad o condición.

María vivía en el bajo, a la izquierda según se entraba, no sé si era la portería de un portal inmenso. Íbamos a verla porque era "la pantalonera", María se dedicaba a hacer pantalones, y en aquellos tiempos no teníamos grandes almacenes ni compras online, y la ropa era un bien muy caro, así que con los pantalones viejos de mi padre mi madre me llevaba a que María me hiciera los pantalones cortos que entonces usaba yo.

Recuerdo el bajo en el que vivía y trabajaba María con muy poca luz, una especie de flexo que dejaba el resto del local en penumbra. Entonces la corriente iba a 125 voltios de tensión, y eso de la iluminación era otra cosa. Pero la casa de María tenía una puerta enorme al patio interior de la finca, y visto desde aquel bajo ese patio me parecía la selva amazónica. María tenía un gato negro, o muchos, no sé, que se camuflaban perfectamente en aquella semioscuridad, y yo me distraía imaginando aventuras con aquellas fieras en aquella selva mientras mi madre conversaba con María y con su madre y esperaba las eternas y pesadas pruebas de la ropa.


Pero ese edificio tiene una placa junto al portal:


Y es que en él vivió y falleció Teodoro Llorente.  En esta una placa en piedra junto con los símbolos de Lo Rat Penat, el escudo de la ciudad de Valencia, una mujer vestida con traje regional y una barraca valenciana nos dice: "En esta casa murió el patriarca / de las letras valencianas / D. Teodoro Llorente / y Olivares / Insigne cronista de / esta ciudad, laureado / poeta y eximio periodista / 7 de enero de 1836 - 2 de julio de 1911 / Por suscripción popular y para / memoria perenne de tan ilustre / hijo. Valencia le dedica esta lápida / 15 de marzo de 1949. Al pie: Por iniciativa del / Centro de Cultura Valenciana". La lápida fue colocada el 3 de junio de 1950. Y esto lo he copiado del excelente enlace: 

Pero tenemos más enlaces sobre esta plaza: El del interesantísimo blog RINCONES DE VALENCIA: MI CIUDAD, el del no menos interesante Calles y plazas de Valencia y el de Calles Históricas de Valencia. O sea, que no será por falta de información.

Siempre me ha admirado que en la plaza de este poeta la estatua que hay es la de un pintor, José de Ribera, y el monumento al poeta está en la Gran Vía: Valencia Actua.es - Monumento a Teodoro Llorente. Publicaciones hay que nos cuentan los avatares de estas estatuas, que aquí no toca ahora. Y es que los valencianos somos geniales hasta para colocar nuestros monumentos.


En la acera de enfrente, en el muro de la Iglesia del Temple, vemos dos placas conmemorativas. 


Copio del blog Lápidas, retablos y paneles conmemorativos de Valencia; "En la primera vemos el escudo de la Orden de Montesa (heredera de los bienes de la Orden del Temple)."


"En la segunda se nos narra claramente el significado de lo que este lugar significa. Dejaremos que las piedras hablen por boca del historiador Vicente Boix: Sitio de la torre y puerta Bab-el-Schadchar / llamada después del Temple / donde tremoló el pendón real en la conquista / en 9 de Octubre de 1238 / Concedida por el invicto rey D. Jaime / a los templarios / Conservada por la Orden Militar de Montesa / y demolida para ensanche de la ciudad en 1865 / Los caballeros de Montesa / para memoria.

Según las crónicas el rey don Jaime I el Conquistador había llegado a un acuerdo con el rey musulmán Zayyan, que en señal de rendición debían izar en la puerta de la ciudad, los colores del rey de Aragón (los cuatro palos de gules sobre fondo de oro). El 28 de septiembre de 1238 se izó la senyera (señal real) sobre la Torre de Ali-Bufat situada junto a la puerta y el 9 de Octubre de 1238 hizo su entrada el rey en la ciudad. No se sabe porque puerta entró el rey en la ciudad, pero bien pudiera ser esta, por ser una de las más importantes en esa época. El pendón izado en la torre conocido como "Penó de la Conquesta" quedó depositado en el Monasterio de San Vicente de la Roqueta, para posteriormente pasar a la Casa de la Ciudad (Ayuntamiento) donde se conserva en la actualidad." 


(Como veréis, ese enlace es un tesoro). Mirando esas lápidas yo me imaginaba la escena, y volaba mi imaginación cuando pasaba por aquella esquina.

Sobre la iglesia y el palacio del Temple os hablaré en un próximo artículo, para no hacer este tan largo. También tenemos que irnos por la calle de los Maestres, a buscar una papelería y una panadería, queda aún mucho que contar.

Espero que os haya gustado y que esto colabore a ver este barrio con más información, de cuando era un barrio vivo sin coches, con tiendas y gente aborigen por la calle, a ver si entre todos recuperamos estas pequeñas memorias de nuestras calles y de nuestras vidas. Si os interesan más historias de este tipo, tenéis este mapa las que he ido publicando (en obras, conste, no están todas) 


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EBDA - Reflexiones y relatos

miércoles, 24 de marzo de 2021

Mi Valencia de los 50-II - Por Trinitarios al Temple

 Buenas noches a todos. Continúo con estas historias que empecé a publicar hace casi un año en Mi Valencia de los 50. Me ahorro las localizaciones porque están en esta primera parte, así que voy a empezar por donde me quedé, que era saliendo desde mi calle (Boix) a la calle Trinitarios, que era la puerta de nuestras emociones, ya nos alejábamos del territorio conocido. Hoy veremos la parte que "baja" hacia la Plaza del Poeta LLorente y la Iglesia del El Temple.

Trinitarios, al fondo El Temple (Foto de Google)

Esta calle tiene para mi especiales recuerdos. En primer lugar, me sorprendió cuando hice estas fotos ver alguno de los balcones de su parte izquierda con vida. No recuerdo haberlos visto nunca abiertos, ni siquiera los bajos. Tengo mi propia teoría de las causas, que os voy a contar:

Calle Trinitarios, foto propia.

Si os fijáis en esta fotos de Google, la finca tiene un patio interior ajardinado. la verdad es que yo pensaba que era mucho mayor, entonces me parecía inmenso.

Foto de Google Maps

Y es que mi madre tenía una amiga con hijos de mi edad, que vivían allí, de forma que más de una tarde íbamos a su casa "a jugar". Recuerdo que aquella casa, como muchas entonces, estaba enfocada hacia el interior. El "salón de estar", la cocina y la zona donde se hacía vida daban al patio interior, con amplias cristaleras (aún recuerdo aquellos suelos de mosaico pequeñito, en blanco y negro, haciendo figuras geométricas).

Foto de Google Maps

Los salones que daban a la calle eran "los de las visitas", los de los muebles buenos que no se podían usar, porque eran los de lucir en las ocasiones. Aquellos salones tenían densas cortinas que preservaban tales muebles de la luz, así que los balcones no se usaban para nada, por eso la fachada desierta e inmutable. (Los que yo vi la última vez en un balcón eran gente joven, imagino que la repoblación natural del barrio, cambio de costumbres o apartamentos turísticos).

Pero en aquellos oscuros y tétricos salones había algo que a mí me impresionaba más, y no era sólo en esta casa. Había unas imágenes religiosas de esas que ahora se pueden ver en los anticuarios, cubiertas por una urna de cristal. Y unos reclinatorios.

Foto de Wikipedia

Y es que el padre, que era extremadamente religioso, obligaba a toda la familia a rezar el rosario, en aquellos reclinatorios, frente a aquellas imágenes, todas las noches después de cenar. Era época de la religión del miedo, del temor y del oscurantismo, y había muchos hogares así. Recuerdo una vecina que tenía ¡en su dormitorio! un cuadro inmenso con una virgen dolorosa a la que le salían gusanos del corazón, que se suponía que eran nuestros pecados. En cuanto pasaba por su casa (tenía una perra con la que me encantaba jugar) se esforzaba en enseñármelo y contarme lo de los gusanos, y a mi me daba un repelús tremendo. Pedagogía total para un niño pequeño como era yo, creo que por eso me siguen dando grima esas imágenes.

Volvamos a la luz. A la otra parte de la calle, unos apartamentos turísticos. O sea, que los gringos están copando el territorio sagrado. Nos arrepentiremos.

Foto propia

Siguiendo hacia el Temple, en esta misma acera de la derecha, en un bajo que últimamente era una galería de arte (no sé si seguirá siéndolo) había una peluquería, un bajo de aquellos grandes en los que enfrente de la puerta, en alto, había unas habitaciones y al fondo una escalerilla para subir. Todo el salón pintado de azul, en la pared de la izquierda los espejos y una gran foto ovalada, en blanco y negro, con un señor con bigote, debía ser el antecesor del peluquero, creo que le llamábamos el Sr. Vicente. Tenía un ayudante, de cuyo nombre no me acuerdo, y tres sillones de esos de peluquería antigua con asiento de rejilla (ahora valdrían una pasta) de los cuales uno estaba roto, en la otra pared. (Parece que en las peluquerías siempre tiene que haber un sillón roto ¿no?)

Foto propia 

A mi me ponían una especie de bandeja entre los brazos del sillón para que me sentara más alto, y yo me fijaba siempre en el infiernillo de alcohol donde el Sr. Vicente mantenía caliente el agua para los afeitados, con brocha y navaja de aquellas que se abrían. Yo creo que por esto me he afeitado siempre con jabón y brocha, por muchas máquinas eléctricas que hayan pretendido regalarme. Eso si, en vez de navaja uso maquinillas desechables, me he modernizado.

Al final de la calle, en la esquina con el Carrer dels Mestres, un caserón, palacio o palacete (nunca he sabido lo que era) que siempre he visto en ruinas o en restauración, excepto un tiempo en el que fue sede del Instituto Goethe, por tanto se impartían allí clases de alemán entre otras actividades.

Foto propia

Terminamos aquí con una panorámica Googliana de la calle Trinitarios, mirando hacia la Calle de El Salvador, en la que han sido captados unos repobladores temporales de los dichosos apartamentos turísticos. 


En la próxima entrada os contaré lo de María la pantalonera y que mis amigos del barrio que eran monaguillos en la Iglesia del Temple se lo pasaban pipa orinando en la pila del agua bendita y viendo luego cómo las beatas se santiguaban. Luego me enteré de que era práctica habitual en otras iglesias también. 

Espero que os haya gustado y que esto colabore a ver este barrio con más información, de cuando era un barrio vivo sin coches, con tiendas y gente aborigen por la calle, a ver si entre todos recuperamos estas pequeñas memorias de nuestras calles y de nuestras vidas.

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martes, 21 de abril de 2020

Mi Valencia de los 50 - La Calle Boix

Buenas noches a todos.

Una de las cosas que creo que nos toca a los que ya cumplimos una determinada edad es contar las cosas que conocimos y cómo las conocimos hace muchos años, para que la gente que viene detrás, si está interesada, tenga esa información. Además, tengo especial satisfacción en dedicar especialmente esta serie a mi amigo Orlando y su extraordinario grupo de Facebook Remember València  (Associació Cultural Remember València), que os recomiendo vivamente.

No es el caso de la mayoría de nosotros el tener una biografía aventurera ni aventurada, como aquellos de la generación anterior a la nuestra a los que tocó vivir una guerra, o varias, y muchas otras calamidades. No, en mi caso son cosas sencillas de una vida sencilla, como muchas otras. Pero son recuerdos que, como os pasará a vosotros, guardo con mucho cariño, y con tal los escribo para que no se pierdan, y para quien le interese. Y me voy a ayudar, ademáse de con fotos propias (hechas antes del confinamiento, claro) con la maravilla de Goole Maps. Empezamos.

Nací en 1952, en Valencia, en casa, como antes se nacía, un hermoso niño de 5,5 kg (sí, eso, y no los he perdido por el camino), en plena Ciutat Vella, como podéis ver en el mapa actual. Mis padres, orgullosos madrileños de pura cepa (mi padre de la Cava Baja y mi madre de Las vistillas) vinieron a Valencia en 1947, donde mi padre, funcionario, había sido destinado. Rápidamente se quedaron enganchados de esta tierra y mi madre, sobre todo, pasó a ser gran admiradora de Valencia y de sus gentes, sin perder sus raíces madrileñas. Aunque cada vez que volvía a Madrid decía que ese ya no era el suyo, que había crecido demasiado y quedaban pocos madrileños auténticos. A mi madre y a mi padre les pilló la guerra en plena adolescencia, entre los 14 y los 17 años, en un Madrid asediado, bombardeado y aterrorizado por los ataques de unos y los "paseos" de otros. Valencia para ellos era un paraíso ya entonces.


El distrito de Ciutat Vella entonces estaba realmente viejo, en mal estado, como todo en aquella época. Entonces era el Distrito Catedral, lo que entonces se llamaba "El Pequeño Vaticano", porque había un montón de iglesias (y las sigue habiendo). El río, por supuesto, no estaba nada urbanizado, pasaba por él aún El Turia al completo con sus aguas (En otra ocasión os contaré la riada desde mi memoria) y justo debajo del pretil había un montón de chabolas, origen de la gran cantidad de víctimas que ocasionó la Riada de 1957.


Mis padres afortunadamente habían conseguido un piso de alquiler, cosa nada fácil. De hecho, dada la escasez de viviendas, se autorizó sobreelevar las fincas antiguas para crear nuevos habitáculos, y en uno de estos nací yo, en un quinto y último piso de una finca que originalmente era de tres. Era un piso muy pequeño, pero muy abierto y soleado, alegre, que era lo que más valoraba mi madre, y claro, yo ahora. Era en la Calle Pintor Boix, Calle Boix para los amigos. Una calle ahora "con estilo" pues está llena de hoteles en las fincas restauradas. Una pena, se repinta el decorado y se cambia a los protagonistas.


Esta es mi calle, FPAP (fotos propias de antes de la pandemia, cuando sean de Google lo diré). En aquellos años no había coches, solamente los viejos cacharros que mi padre compraba a principios de verano para llevarnos a la playa, y que al terminar la temporada volvía a vender. Entonces había vida de calle, se conocían todos y se cotilleaba en las tiendas. Mi madre, cuando tenía que ir al mercado, iba hasta Mosen Sorell, y volvía cargada de bolsas. Ni Mercadonas, ni reparto, ni carritos de la compra, señoras cargadas. (Cuento más de esto en El nombre del Blog)

Los niños bajábamos a jugar en la calle. Sin móviles ni nada, oigan, sin casco ni arnés, a lo bruto. Y nos pegábamos, nos amigábamos y nos desamigábamos sin subir a casa, sin chivarnos a nadie y sin necesidad de psiquiatra infantil. En verano, al anochecer, yo subía mis cinco pisos a por mi bocadillo de tortilla francesa y una silla, y me bajaba con todo a la calle porque los niños hacíamos "la sopaeta", y muchos mayores se apuntaban luego. Los vecinos nos conocíamos y nos contábamos cosas. Más tarde llegó la televisión y todo eso se fue acabando, y los niños pasamos a cenar ante la pantalla a no ser que alguna madre inteligente apagara la tele y te dijera eso de "a la calle, a jugar". Cosa impensable ahora, me temo.


Esta era mi finca, la parte de fuera. Ahora está restaurada y convertidos los antiguos pisos en costosos apartamentos, espero que sean para vivir y no de alquiler turístico. La historia sociológica de estas fincas en aquellos tiempos es muy interesante, ya os lo contaré.


El portal era tremendo, con unos portones inmensos y un interior muy grande y tenebroso, con un farol cuadrado y enorme colgando con una diminuta bombilla que daba una luz mortecina. Ahora le han puesto ascensor, entonces no había, y hasta mi piso, el 5º, había 180 escalones que subíamos y bajábamos varias veces al día. No necesitábamos gimnasios.

Más tarde en el portal había una baldosa, a unos 2,30 metros del suelo, en la que ponía "Hasta aquí llegó la riada". Impresionante.


En la acera de enfrente, donde ahora hay un hotel, había una tienda, un ultramarinos. No me acuerdo del nombre del dueño. A su izquierda, más o menos donde está el restaurante, una panadería, de la que recuerdo las excelentes rosquilletas. También tengo el recuerdo de un cura, creo que era el párroco, que iba a la panadería con su sombrero de ala ancha y su sotana (como esas figuritas de Santiago de Compostela) y la gente que se cruzaba con él tenía que besarle la mano. Mis amigos cruzaban corriendo la calle a besar la mano del cura, pero yo siempre disimulaba, y no era por cuestión ideológica, sino que no me resultaba nada atrayente besar a aquel señor, oigan, que siempre he sido poco besucón y menos con curas. Hay que decir que en aquellos años de la dictadura, y en demasiados todavía más tarde, la Iglesia te podía salvar de un gran disgusto si certificaba que eras "buen cristiano y cumplías tus deberes como tal", por lo que muchos de esos besos no debían ser muy sinceros.


Abajo veis mi calle vista recientemente por Google. Al frente la cierra la C/ Trinitarios, y el estudio de Francis Montesinos, que entonces eran unas cocheras en las que una señora muy agradable vendía bacalao, y apestaba aquello cosa mala. El hijo se hizo famoso porque se fue a trabajar a Londres, fijaos, en aquellos tiempos, y llegó a director de hotel. Cotilleos del barrio.

También en uno de estos bajos era un secreto a voces que había una señora que se dedicaba a hacer abortos (a los niños no nos llegaba eso, claro, nos enteramos luego), cosa muy condenada entonces pero muy extendida porque no había medio de controlar la natalidad, y en aquellos barrios, y en muchos otros, la gente tenía muchas dificultades para sobrevivir, y eso de aumentar la familia era un problema. La cosa se acabó cuando vino la policía a detenerla, puesto que se le murió una paciente en mitad del proceso. Aún recuerdo los Seat 1500 grises de la policía y a los mismos "grises" en plena operación. Mal le iba a ir.


Mirando al otro lado de la calle ¿veis este edificio tan horrible? Pues aquí estaba el Colegio de El Pilar. Aún recuerdo ver salir al montón de niños. Luego se trasladó el colegio, tiraron el viejo e hicieron esto, donde hay unas escuelas profesionales. Era cotilleo general del barrio ver a las monjas javerianas que entonces lo llevaban (y no sé ahora) que eran unas monjas "modernas" de esas que se les veían los tobillos e iban por el mundo con expresión alegre. Y aún montaban algún baile (regional, por supuesto) en los balcones para regocijo del vecindario.


"Salir al río" era alcanzar el límite permitido, allí ya había más tráfico y tuve que esperar a "ser mayor" para arriesgarme más allá de esas esquinas. Aventuras emocionantes que ya os contaré.


Hacia el otro lado la calle Pintor López era más emocionante todavía: Por allí se iba a la playa. En esta calle tomábamos el tranvía, el 5 para ir al centro, el 3 para Nazaret, que aún tenía mar, y el 1 para Las Arenas, donde aún podíamos ir los valencianos antes de que una alcaldesa inimaginable convirtiera el balneario público en un hotel para ricos.

(Imagen de Pinterest)


Por aquí pasaban también los tanques que iban cada año al "Desfile de la Victoria", como conté en mi artículo Un tanque en mi calle, a vuestra disposición en ese enlace.

Al otro lado mi calle Boix estaba cerrada por la Calle Trinitarios, que hoy afortunadamente también se puede ver sin coches aparcados. A lo lejos, la Iglesia del Temple.


La otra parte de la Calle Trinitarios, que lleva a la Calle del Salvador y al centro centrísimo de Valencia, meollo católico. A la izquierda, como ya os he dicho, la antigua tienda de bacalao hoy sede de Montesinos. Barrio chic molón que es ahora, para que veáis.


Bien, creo que ya os he contado bastante para esta primera entrega. Si os ha gustado os iré contando cómo se iba ampliando mi mundo a través de esta calle Trinitarios. Y mucho más lejos que llegué, oigan.

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