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martes, 24 de octubre de 2017

Universitarios entre mierda

Buenas noches a todos.

El pasado sábado 21/10/2017, a las 0:30 aproximadamente, pasaba por la calle Bailén cuando oí una especie de fiesta en la que, entre gritos de gente joven, alguien parecía querer cantar. Era un festival en la Plaza de Toros. Me acerqué para informarme mejor y lo que vi es esto:


Basura amontonada que iban recogiendo los barrenderos de lo que hasta un poco antes había sido una alfombra que cubría toda la acera, según me contaron ellos mismos.


Una multitud de jóvenes había estado esperando el inicio del festival que se estaba celebrando en la Plaza de Toros, y mientras tanto habían hecho un "pre-botellón", según me contaron unas jovencitas que sin problemas estaban sentadas en medio de un montón de basura de este tipo.


Bolsas dejadas en el suelo con restos de botellas abiertas, charcos de cerveza, Coca Cola y licores varios que impregnaban la acera y todo tipo de restos habituales de estas actividades "culturales" en las que nuestra juventud se cultiva. Sin dejar de admirarme, a pesar de mis experiencias previas, me acerqué para ver qué tipo de concierto era ese cuyo público rozaba entre la marranería y la cutrez. Y cual fue mi vergüenza ajena cuando descubrí que era un concierto de bienvenida de la Universidad.


Esto me recordó rápidamente aquellos días en los que yo, por temas profesionales, iba al Politécnico por la tarde y me encontraba las extensiones de césped llenas de platos enteros de paella tirados, botellas, bolsas de plástico, etc... y me dijeron como algo normal: "Es que los chavales hacen paellas y luego batallas con los platos llenos".

No puedo acabar de digerir esto, miren ustedes. En mis tiempos, los padres hacían un esfuerzo, en muchos casos, para que su hijo, al llegar a la Universidad, alcanzara no sólo un título, sino un nivel de educación y cultura. ¿Dónde está ahora eso? ¿Ha quedado la Universidad reducida a un expendedor de títulos a una masa de jóvenes alienados, con mucha formación tecnológica y nula educación cívica?

Inevitablemente, relaciono esto con esos pisos de estudiantes que, lamentablemente, infectan tranquilas comunidades de vecinos y en los que algunos jóvenes - también los hay normales, está claro . te dicen aquello de "somos estudiantes y tenemos derecho a divertirnos", y como por la mañana al parecer ni trabajan ni estudian pues se dedican por la noche a poner música y a hacer fiesta, berreando y cantando y pasando olímpicamente del derecho al descanso de los vecinos, tengan niños pequeños, enfermos o sean de los cada vez menos afortunados que a la mañana siguiente tienen que trabajar. Me admira también que tienen tiempo y dinero para salir casi todas las noches, y trasegar cubos de quintos, calimochos infectos y cubatas deplorables. Deben ser unos fieras estudiando luego, entre resaca y resaca, porque una carrera universitaria exige mucho esfuerzo. ¿O ya no tanto?.

Otra cosa que me admira, además del nulo civismo - que al parecer ya traen desde la educación (o lo que sea) primaria - es la falta absoluta de dignidad: No les importa estar entre mierda, sentarse entre la mierda - sea la suya o de los que estaban antes - e incluso comer entre la mierda. Y para los que hemos sido padres, eso de ver a las tiernas jovencitas y jovencitos que tan primorosamente arregladas y arreglados salen de casa como si tuvieran unas tallas menos y unos años más sentados en el suelo entre charcos de bebidas, y en algunos casos vómitos de los colegas me produce, sinceramente, una gran tristeza.

El pasado verano, en la playa de El Cabañal, un miércoles por la tarde, presencié cómo una clase de quinceañeros de un colegio, español por supuesto, se levantaba dejando en la arena los restos de su merienda: Igualito que lo que hicieron el viernes sus mayores que ya eran universitarios. Y para más regodeo, la que aparentaba ser la profesora ni les mencionó lo de recoger. No sé si es que lo veía bien o que no se atrevía, no fuera que luego los niños se chivaran a sus padres.

Y es que no es cuestión de colegios: Un mediodía, al cruzar Blasco Ibáñez, había tres jovencitas de esas de colegio caro y muy religioso, con sus falditas a cuadros, comiendo pipas y llenando todo el suelo a su alrededor a pesar de que tenían una papelera cerca, cuya utilidad al parecer ignoraban. Les pregunté si es que hacían eso mismo en su casa, y la que parecía mayor me dijo muy prepotente: "Mi mamá paga a una colombiana para que recoja lo que yo tiro". Es evidente que la que necesita un zapatillazo es la madre. Y quizás muchas madres y muchos padres, porque si cuando una persona alcanza determinada edad ya actúa así, es que algo muy gordo ha fallado en su educación.

Y asocio todo esto, inevitablemente, a la realidad política y social que se nos está imponiendo. Estos jóvenes a los que nadie ha inculcado como toca los conceptos de educación, civismo, responsabilidad social, deberes, obligaciones, etc, son los que luego rivalizan entre ellos por contratos de mierda, desconociendo lo que es la solidaridad y - ¡Maldito abuelo que nos quiere hacer leer!  - la conciencia de clase. El que no tiene dignidad para no estar "divirtiéndose" entre la mierda ajena no la va a tener para hacer frente a situaciones de explotación. Eso sí: verá natural estar colgado del Facebook, del Instagram o del Wasap en horas de trabajo, que es el problema que están teniendo muchas empresas.

Hace muchos años, cuando empezaba una Transición ilusionante, ya advertí que fracasaría si la única diversión de los adolescentes iba a ser beber sentados en los portales y en las aceras. Ya tenemos los frutos de esas generaciones que son estupendas, pero los hemos criado llenos de derechos y exentos de deberes en demasiados casos. Y si nos preguntamos si era esto lo que quería el sistema, no hay más que ver las condiciones laborales imperantes y los contenidos de nuestras televisiones: Todo está enfocado en la misma dirección: Una mano de obra cualificada técnicamente, borrega y exenta de capacidad crítica. De ahí, por ejemplo, la relegación de las humanidades.

Si alguien quiere comprobar los planes del sistema, hoy ha empezado Operación Triunfo.

Buenas noches y espero que la próxima entrada sea más positiva.

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domingo, 15 de mayo de 2016

Tranvía al Politécnico

Miércoles, día laborable. Casi las 14 horas. No caigo en que es la hora de salida del Politécnico y cojo el tranvía en Eugénia Vinyes para volver a Benimaclet. En D. LLuch sómos sólo cinco personas en mi vagón. Excepto yo, el resto enganchadas al móvil. Como ya viene siendo usual, voy enterándome de la vida e intimidades de una señora que grita al móvil (no habla) justo delante de mi.

LLegamos a Tarongers. Antes de parar, ya se aprecia una bola humana en la parada. Y digo una bola, no una masa. Los jóvenes politécnicos están amontonados cual abejas en un enjambre. A su alrededor sobra sitio, pero ellos están increíblemente arrimaditos todos, sin excepción, mirando sus móviles.

Se abren las puertas y la bola humana entra en el tranvía. Pero no creáis que se esparcen por los pasillos, excepto algunos que corren a sentarse sin dejar de mirar el móvil. No, La bola se queda junto a la puerta. Hay pasillo libre a derecha e izquierda, pero ellos siguen pegados, amontonados, sin dejar de mirar el móvil, sin levantar la cabeza, tapando la puerta.

Ya he visto ese fenómeno otras veces, y no deja de sorprenderme. En un instante, pienso en lo lejos que están esos chavales de imaginar que ese abuelo con bastones que los mira jocoso desde su asiento pertenece a la generación que inauguró el Politécnico y que iba caminando entre las vías del tren hasta esa construcción totalmente antipedagógica que eran "Las Hueveras", zona conocida posteriormente como "La Vella"). 

Curso 1969-1970.  Empezamos dando clase en las aulas habilitadas en los talleres de lo que era Agrónomos, en Blasco Ibáñez. El primer semestre lo pasamos con un frío horrible y goteras. Había quien abría los paraguas en clase y se quedaba con el abrigo puesto. Gloriosa población, compuesta de quienes ingresábamos directamente procedentes del Preu, cual reclutillas novatones, y de quienes venían a Valencia resabiados y toreados de otros "Selectivos" (lo era el primero de carrera entonces) de otras universidades, principalmente de Barcelona. Tuve ocasión de juntarme así con gente tan inolvidable como José Garnería, Moncho Borrajo y otros entrañables personajes que convertían aquello en una Universidad, frente al intento desesperado de sus opusianos creadores de crear un colegio de curas prolongado.

El segundo semestre ya pasamos a lo que iba a ser el Campus de Vera, "artísticamente" expropiado por el régimen (alguno de sus antiguos huertanos pasó a ser bedel o conserje del entonces Instituto Politécnico Superior de Valencia (IPSV),  (Que inauguró el mismísimo Franco, como  aquí os cuento.)
Estas nefastas aulas, sin aire acondicionado ni ningún tipo de ventilación en plena primavera valenciana (para más coña, una profesora de física famosa por su afición por los coches Jaguar nos insistía en que esas aulas eran el ejemplo del recipiente herméticamente cerrado) estaba en medio de la huerta, y generalmente el personal llegaba allí por el Camino de Vera, en coche el afortunado que entonces lo tenía. Otros llegábamos por la orilla de la vía del "tren churro", que salía de la Estación de Aragón. Toda una aventura diaria. Oí comentar entonces a unos abuelos huertanos que hasta hacía poco los zorros se acercaban hasta Polo y Peilorón, donde prácticamente acababan las casas.

Entonces, al salir no teníamos avenidas, ni tranvías, ni Valenbisis. Los que no tenían coche, que éramos la mayoría, volvíamos andando a casa y de nuevo a clase por la tarde, generalmente a dibujo técnico, que era una cosa que se hacía con Rotrings y reglas, sin Autocad ni ordenadores. La verdad, no me gustaba nada aquello del dibujo y fue la causa de que me cargaran el semestre, pues o aprobabas todas o vuelta a empezar con todo, nada de créditos.

Entonces había muy pocas chicas, cuatro en mi grupo de 120 alumnos al principio. Pocas eran las mujeres que iban por las enseñanzas técnicas. Cuando salíamos de clase, nos íbamos en peña a acompañarlas, en mi caso hasta la Plaza de la Virgen. O sea, que mi camino de vuelta a casa era del Poli hasta allí y luego a la Avenida del Puerto, andando. ¿Se lo iban a creer estos jovencitos moviladictos? No creo.

Volvamos al tranvía. Llegamos a La Carrasca. Más de lo mismo. La-bola-que-mira-al-móvil intenta entras compacta al tranvía (por cada una de las puertas una bola, conste). Pero la-bola-que-mira-al-móvil dentro ni se aparte de la puerta ni se mueve. Al final, milagrosamente, las dos bolas se compactan en una de mayor densidad pero no se extiende por los pasillos del tranvía. No vaya a ser que luego no puedan salir.

Lo mismo en la propia parada de La Politécnica. Total, que en previsión, me preparo para bajar en V. Zaragozá creyendo, iluso, que mi edad y mis bastones servirían para que - como se espera en una sociedad civilizada - esta gente me dejara paso hasta la puerta.

Pero no, en cuanto me levanto me atropella una jovencita, casi me tira, mientras se abalanza sobre mi asiento sin dejar de hablar por el móvil. El resto de la bola ni se altera, dale que dale. Les pido por favor que me dejen bajar. Y de entre todos uno sólo - uno sólo - levanta una cabeza tapada por unos auriculares rosa, me mira con cara de no entender nada y rápidamente baja la vista hasta el teléfono. Puto caso. Tengo que hacer uso de mi masa (considerable, ventajas del sobrepeso) y de mis codos de ex-karateka para literalmente abrirme paso entre zombis que ni me miran y poder bajar. Toda una experiencia. La próxima vez habrá que mandarles un mensaje al móvil que diga "ser educado es bueno", y que miren lo de educado en la Wiki.

Os aconsejo este trayecto para que veáis hasta que punto este hecho se da. En mis tiempos, como se dice, cuando una colla de universitarios, chicos y chicas, subía al trenet o al tranvía las risas y las conversaciones eran constantes y hasta se oían demasiado. Estos no, masa amorfa colgada de los móviles. ¿Estudiarán con el móvil puesto o se lo quitarán? ¿Funcionarán sin el móvil delante?

No sé cómo será ahora la vida en el Politécnico, o en la Universidad en general. Casi me alegro de no tener que dar clase a esta población tan lejana de mis parámetros. Pero me preocupa seriamente que, un día, esta bola de gente alienada pasará a ser proletariado tecnológico trabajador, y tendrá que defender sus derechos, y pensar, y vivir, y gestionar la sociedad. ¿O lo va a hacer todo a través del móvil?

Acongojante.

jueves, 20 de marzo de 2014

Quemadas las Fallas, queda la realidad

Han acabado las Fallas. Otras Fallas. Hemos asistido al carrusel de todos los años: Falleros que repiten y reivindican la tradición, con todo su derecho. Políticos que se dan codazos para salir en el
balcón y para ignorar la realidad, y no hay derecho. Falleras con lagrimitas porque se les acaba el reinado y padres de falleras con lagrimotas por lo que les ha costado la fiesta de sus hijas (y de todos los allegados). Fallas que hacen pretendida crítica social, y se queman, y se acaba la crítica, y ciudadanos que se ríen de la crítica que leen en las fallas, y vuelven a casa, y se dejan de nuevo despojar de todo aquello que han ido consiguiendo: Salud, ahorro, futuro...

Sufrimos la invasión de grupos de horteras consagrados ensuciando las calles, y alardeando de su total falta de educación cívica (esa que los obispos dicen que no necesitamos) (¿O eran los obispos del anterior Papa? (Ya me lío). ¿Ahora de qué bando están los obispos? ¿Son más rojos que antes (no es difícil). Sufrimos viendo a niñas bebiendo unos vasos de cubatas que no soportaría un camionero, y cayendo con sus modelitos que tan amorosamente les ha comprado su mamá por la calle Colón en la más asquerosa mierda con la que conviven hoy los jóvenes cuando hacen el botellón, porque, oiga, en los planes de educación vigentes nadie les enseña a recoger la basura que dejan en el suelo. ¿Qué hacen en sus casas? ¿Tiene que ir el hermano mayor ese de la tele para que no dejen por el suelo los restos de sus pedos?  Sé que Wert tiene un plan, pero no sé que es peor. Y creo realmente que hay poderes a quienes les conviene que nuestros jóvenes gasten sus energías en botellones y horteradas, en conciertos multitudinarios en los que muere gente valiosa y no se cargan a alcaldesas insufribles. ¿De verdad creéis que les interesa una juventud concienciada, educada, reflexiva? ¡Ni de coña!. Cuanto más telecincoada esté la gente, más probabilidades hay de que estos piratas sigan saqueándonos. O sea, que eso del fomento de la incultura, la horterada y el salvajismo va a no ser casual...

Y en caso de duda sacan los símbolos: las banderas, las vírgenes, las Fallas... Distraer al pueblo, no vaya a ser que NOOS pille con las manos en la masa. Mucha mierda, eso es lo que hay. Y nosotros pendientes del fútbol, los Goyas y demás inventos distractorios mientras nos cuentan su historia en pérfidos CUENTAMES y convierten lo que antes eran Telediarios en PPdiarios....

Disfrutad de la paz que sigue a la tormenta, pero no bajéis la guardia: El enemigo es listo, y viene a por nosotros: Nuestras propiedades, nuestro dinero, nuestra salud, nuestro futuro. Por todo tendremos que pagarles mucho, y ellos nos pagarán poco en trabajos infames que encima les tendremos que agradecer.

La diferencia entre leones y borregos es mucho más que una cuestión de pelo.