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domingo, 12 de abril de 2020

Pandemia, tiempo y un libro

Buenas tardes a todos.

Estamos todos encerrados. Bueno, la mayoría. Y a la mayoría este encierro nos aporta algo que es el mayor tesoro disponible, y con el que muchos, lamentablemente, no saben qué hacer y les agobia disponer de tanto: el tiempo.

Precisamente por eso uno de los resultados es que podemos escarbar por nuestras estanterías, hartos de tanto ebook, pantalla y tablet, para buscar libros de papel, esa maravilla insustituible que nos permite leer sin brillos y sin ruidos, abrirlos inmediata y fácilmente  y disfrutarlos en cualquier parte, tengamos wifi, cobertura, batería o no.

En estas he encontrado este libro, cuyo autor me lo firmó allá por 2007, en una Feria del Libro, tras una amable y amena conversación. Releerlo ahora ha sido la mar de oportuno, porque de una manera u otra las ideas que presenta se están cumpliendo. (No voy a contaros el libro, os lo recomiendo. Es cortito y fácil de leer, y nos hace pensar sobre lo que nunca pensamos)


Tenemos tiempo. Los que estamos encerrados tenemos tiempo, el tiempo que hemos recuperado de no tener que ir a trabajar, de no tener que desplazarnos, de no tener ir al gimnasio, de no salir a pasear, de no ir de compras. En la vida normal, ese tiempo lo tenemos totalmente adjudicado e incluso hay gente que tiene horror a la agenda vacía: Necesita llenarse cada minuto del día.

Los occidentales, mejor dicho, los sometidos a la cultura occidental, herencia de aquella sociedad industrial de "Tiempos modernos" que nos viene valorando en función de nuestra "productividad" (cuántas cosas haces en un período de tiempo determinado) hemos perdido la virtud de sabernos parar, de poder mirar pasar el tiempo sin sentir que estamos pecando, de "no hacer nada muy despacio", que es quizás el principio para sosegar nuestro cuerpo y volver a escuchar nuestro espíritu. Hacemos, sí, una vana búsqueda a través de los yogas, mindfulness, etc, pero esto también dentro de un horario, con un tiempo limitado, dentro de una agenda. "Cuando salga de trabajar tengo clase de yoga y luego tengo que ir a recoger a los niños y conectarme en casa para comprar los billetes del puente...". Es como pretender hacer régimen entre dos bocadillos de longanizas, buscar la tranquilidad con horario y con plazo. Como pretender hacer el amor siempre a la misma hora y en el mismo sitio, pensando en que tienes que acabar porque después estás liado. No es eso.

Y otra evidencia no menos importante es que cuando todos recuperamos nuestro tiempo, aunque sea a la fuerza, el sistema se cae. Aunque sea por una causa distinta a la que propone Fernando Trías, que seguramente no podía imaginar esta situación global, como ninguno de nosotros, el sistema se cae si la mayoría recuperamos nuestro tiempo. El sistema en el que nos desenvolvemos, el que hemos creado, por el que estamos esclavizados, es una bicicleta, tiene que andar, y cuanto más deprisa va, más estable. Si el sistema se para, si dejamos de trabajar, comprar, gastar, etc, el sistema se hunde. El sistema, realmente, funciona a costa de nuestro tiempo.

Alquilamos nuestras horas a cambio de dinero, y eso se llama trabajar. Invertimos nuestras horas a cambio de conocimiento, de títulos, y eso se llama estudiar. Perdemos el tiempo miserablemente viendo atroces programas de televisión, o mejor anuncios rodeados de ellos, y a eso le llamamos distraernos. Antes de los ídolos con pantallas, y a algunos todavía, la Iglesia exigía a sus fieles un tiempo semanal para recordarles quien mandaba en su interior, y cómo tenían que portarse. Y eso todas las iglesias, con mayor o menor intensidad. Ahora pasamos horas frente a las redes, invirtiendo el tiempo en escribir cosas como esta pretendiendo que alguien invierta su tiempo en leerlas (¡gracias!). El tiempo  que invertimos o gastamos en todo eso es tiempo que perdemos. Ya no volveremos a vivir el día tal del año tal, ya no volveremos a pasar aquellas vacaciones, aunque volvamos mil veces al mismo sitio. Ya no experimentaremos lo mismo con la misma persona, porque el tiempo hace su trabajo sobre exteriores e interiores de personas y lugares. Heráclito llevaba razón.


Una de las ventajas de la jubilación es que tienes tiempo. No entiendo cómo hay gente que nada más jubilarse corre a comprometerse en horarios, calendarios, cursos e incluso exámenes. A no ser también que sea uno de esos deseos de toda la vida, como conozco compañeras y compañeros de Física e Informática que se han volcado en la Historia del Arte, en la Arqueología o en algo sustancialmente diferente de lo que han estado haciendo para comer durante toda su vida. El cerebro necesita desarrollarse por igual en todos sus hemisferios, cual "hombre del Renacimiento". Tras una vida de ciencia apetece meterse con la literatura, tras mucha Física apetece profundizar en el Taoismo, tras mucha informática apetece pintar, escribir, etc. Todos queremos buscar nuestro equilibrio interno. Yo mismo invierto mucho tiempo en mis blogs, principalmente en el de historia militar, untanquedesietepesetas.blogspot.com, y en este mismo que estáis leyendo. Pero rehuyo todo compromiso, todo calendario, toda agenda. Invertir tu tiempo en aquello que te apetece en cada momento, de eso se trata.

Durante muchos años me costaba muchísimo, los días de buen tiempo en Valencia, volver a un despacho cerrado a ponerme otro montón de horas delante del ordenador en vez de irme a pasear por la playa, mirar lejos y recibir el sol y el viento en unos ojos escocidos de tanta pantalla. Ahora que lo puedo hacer me apetece dedicar tiempo a esas mismas pantallas, porque gracias a ellas tengo una biblioteca sin fin, como decía mi amigo Moncho, y puedo conectar con gente de muchas partes del mundo (me recuerda aquellos amigos radioaficionados de mi niñez, que se pasaban la noche intentando conectar con América o Australia con aquellas emisoras de onda larga).

Volvemos al libro, que ha sido el detonante para esta reflexión. Tiene párrafos muy buenos, os pongo solamente este porque espero que disfrutéis leyéndolo: "Y es que, después de todo, los hombres acabamos siempre inventando algo para no permitirnos ser, por miedo a que así sea."

Quizás la auténtica revolución esté en sentarse a mirar lejos, tan lejos que uno acaba viendo más claro dentro de sí mismo. Ya Cafrune decía aquello de "Mi camino es infinito, porque el camino soy yo." Taoísmo puro.


Os recomiendo también esta otra entrada que escribí ¡ya hace tiempo!: El tiempo no existe
Muchas gracias por vuestra compañía. Espero que os haya gustado.

Tenéis a vuestra disposición el Mapa del blog, con muchas otras entradas. Estoy actualizándolo, todavía no está completo, y sobre algunos temas he tenido que hacer submapas para hacerlo más manejable. Espero que encontréis ahí más cosas que os gusten.

Pues ale, gracias por vuestro tiempo, a disfrutar de él y a no perderlo. Feliz confinamiento y mejor desconfinamiento

Mapa del blog

miércoles, 17 de abril de 2019

Viajes - Caminos y Castillos de la Sierra Calderona - Rafa Cebrian

He estado en la presentación de libro de Rafa. Como todos, una excelente obra de compañía para conocer nuestra Comunidad haciendo lo que más nos gusta: ir por el monte.

Lamentablemente, la media de edad era como la de algunos partidos políticos en los periodos de la travesía del desierto. Se respiraba la nostalgia del Centro Excursionista, parece que seamos los supervivientes de aquellas generaciones que guardábamos la mochila preparada para estirar de ella el fin de semana y salir a recorrer caminos, a dormir en el suelo con tiendas sin él y a hacernos el bocata frío sentados en una piedra. Felicidad en grupo y felicidad cuando recorres solo los caminos.

Los libros de Rafa tienen una pega: Que los abres y te entra una necesidad terrible te tirarte al monte. Así que más vale llevar el libro encima, para no perderte y para disfrutar más conociendo mejor lo que ves. Con ellos se tiene la guía intima de nuestra tierra, aquella que se recorre a pie. Totalmente recomendables.

Esperamos que Rafa Cebrián no pare de producir libros. Son un tesoro incluso cuando ya no puedes hacer determinados senderos, pues donde no llegan los pies llega la lectura. Y nuestro agradecimiento porque así mantiene en alto la bandera de aquellos que amamos los libros y amamos la montaña.

Un abrazo a todos y ¡Gracias, Rafa!.

lunes, 15 de enero de 2018

Faros - España - Galicia - Sálvora y un farero

Buenas noches a todos.

A uno, que se declaró allá por 1970 gallegoadicto y que no pierde ocasión para visitar esa maravillosa tierra, realmente mágica, resulta que se le pasó esta isla: Sálvora (En este enlace la descripción en Wikipedia). Para que nos hagamos una idea rápida, los que no tenemos aún la suerte de conocerla, vamos con los mapas:
Esta es la ubicación
Y este es el detalle.
Evidentemente, con Google Maps podéis ver el nivel que queráis.

En Youtube tenéis varios vídeos más o menos acertados sobre la isla:




...etc. No es cuestión de ser reiterativo. Seguro que encontráis más y mejores.

Ubicada la isla, resulta que en ella hay unos fareros. Y entre ellos está Julio Vilches, y Julio es un amigo de la infancia al que reencontré recientemente cotilleando por Facebook.

A Julio no le veía desde antes de 1970, pero alguien me dijo allá por los 80 que quería ser farero. Y esa idea prendió en mí, que acababa de licenciarme de la mili y estaba, como quien dice, buscando mi destino. Siempre me ha gustado la mar, de hecho me presenté al IMECAR mientras estaba estudiando, pero no me aceptaron porque había que estar en cuarto curso y yo aún iba por tercero. Después, distintas circunstancias familiares aconsejaban no irse tanto, y con las ganas me quedé.

Me pareció entonces que, con la carrera de Física Electrónica acabada y estando trabajando en electro-automatismos, eso de los faros lo iba a tener chupado. Así que me presenté en la delegación de Obras Públicas (Creo que entonces estaba por la Calle Correos) y allí amablemente me dieron todo tipo de información sobre la oposición que estaba abierta. Mi gozo en un pozo: Lo que pedían me venía en gran parte de nuevas, entre otras cosas porque había mucho de práctica mecánica. También me dijeron - literalmente -  que si no acudía en Madrid a la academia que preparaba esas oposiciones no tenía nada que hacer. Y no estaba la cosa como para irme a Madrid, yo necesitaba ganar dinero y no gastarlo. Y ahí quedaron mis sueños de farero.

Pero la imagen del faro como la casa más alejada de la tierra y la más cercana a la mar la he tenido siempre. Y mi deliciosa y constante compañera ha disfrutado - o sufrido, según - mi voluntad de recorrer los faros allá donde íbamos, puesto que nuestros viajes siempre han de acabar en la costa, allí donde se respira libertad y se mira lejos.

Pues resulta que Julio publicó hace poco un libro: Sálvora, diario de un farero, y vino a Valencia a presentarlo. en Pe-r-ucho. Obviamente, iba a ir. Sabía que el libro me iba a gustar, pero yo no iba a por el libro. Iba a ver a un amigo al que hacía cincuenta años que no veía, y que había llevado esa vida  que yo había querido llevar.


Y lo encontré. Igualito. Era el Julio que yo recordaba, pero con la profundidad que dan tantos años, y tantos años mirando al mar. No hubo un momento de duda, no hubo un salto en el tiempo. Él estaba como aturdido de tanto éxito de su libro. Ya sabéis, en las presentaciones todos quieren hablar y estar con el autor. 

Ahora Julio ha vuelto al faro, han tenido que volver porque la automatización no resuelve todos los problemas que se dan en instalaciones de esas características. Soluciones de despacho y de director general triunfal pero ajeno a la realidad. Ya sabemos, política y funcionamiento de las cosas suelen ser antagónicas. Pero ha vuelto al faro para poco tiempo, puesto que pronto se jubilará, y se dedicará a recorrer la tierra con su autocaravana, porque el que ha probado la libertad ya no puede prescindir de ella.

Aquí tenéis un vídeo de la presentación del libro. conoceréis a Julio en su faro.


Un vídeo poético:

Un vídeo sobre la automatización del faro, sueños de burócratas, fin de una era...


Pero hablemos del libro: No es un libro, es una charla con un amigo en la que te va contando cosas. Falta la sala con la chimenea de la que habla, el ruido del mar al fondo. Pero vives esos años con Julio, las peripecias, las visitas, las averías de la maquinaria. Recorres la islas con sus niñas y con su perro, navegas por mares atroces porque tienes que volver a sustituir al compañero que acaba su servicio. No es solamente la historia de un farero, es un libro de vivencias, de aventuras, de  formas de vida desconocidas para quienes hemos pasado los años en una ciudad, en un despacho, delante de un ordenador. Se echan de menos mapas, fotos, planos... pero eso es un mal de muchos de los libros actuales; Los editores te dicen que tienes Internet. Y es verdad, pero faltan. También falta una división en capítulos, porque estos son una especie de descansillo en la escalera de la lectura. Quizás por eso no encuentras momento para dejar de leerlo.

Y no he podido evitar acordarme con emoción de otro amigo de la misma época, también amigo entonces de Julio: Moncho. Él hubiera adorado la vida de farero y hubiera disfrutado, porque era mucho más "manitas" que yo, y se mareaba menos en los barcos. Y le encantaba la libertad. Le hubiera encantado el libro y se hubiera ido corriendo a ver a Julio también, a ver si quedaba sitio para él en la isla. 

Recomiendo el libro, el libro que no es un libro, que es la historia de un amigo. Rápidamente os sentiréis amigos de Julio, de su familia, de sus colegas, de sus perros. Y hasta os caerá bien El Algarrobo, que ya veréis quien es.

Hay que pedirle a Julio que escriba más, que publique más. Necesitamos esa ventana abierta a la libertad que son los faros y la memoria de quienes los llenaron de vida.

Para terminar, una canción que aprendí en 1970, cuando llegué a Sada para aprender a navegar. Allí me enganché de Galicia.


Espero que os haya parecido interesante. A mi tanto el tema como el libro me han parecido una preciosidad.

jueves, 11 de agosto de 2016

Ray Bradbury: Zen en el arte de escribir

Adelante, niños. A correr y leer.
A leer y correr,. A mostrar y contar.
Poned la pirámide a girar sobre la nariz.
Poned otro mundo cabeza abajo.
Sacudidme el hollín del cerebro.
Repintad la Capilla Sixtina dentro del cráneo.
Reíd y pensad.
Soñad, aprended, construid.
¡A correr, niños!¡A correr niñas!¡A correr.!

Ray Bradbury

A los que somos apasionados de la lectura, afortunadamente nos sale al paso cuando menos lo esperamos un libro de esos que te llenan. que disfrutas leyendo. Y te dejas rápidamente la historia militar, los libros de budismo y otros libros quizás más sesudos para dedicarte de pleno a este intruso que te enamora. Es absolutamente placentero ir leyendo mientras piensas !¡Qué bueno es este tío!, refiriéndote al autor. Y no por la novedad o altura intelectual de lo que diga, sino porque lo que dice te está llegando muy dentro, sientes que coincide con lo que tu dirías, y disfrutas con los párrafos, las situaciones y las conclusiones que el autor saca.

A Ray Bradbury no hace falta presentarle a la mayoría de los que devoran libros. E incluso, a aquellos que viendo películas se enteran de lo que ven. Es el autor de Farenheit 451, cosa que no dirá mucho a los teledependientes pero sí a aquellos que hayan visto o leído algo de cine. Con Bradbury crecimos muchos devorando ciencia-ficción. sus obras son de las que enganchan, y quemas las noches enlazando un capítulo tras otro.

No había leído el libro que comento, y os puedo asegurar que me ha gustado cada uno de sus capítulos, especialmente "El vino del estío", que no es el cuento propiamente, sino las circunstancias alrededor de cómo lo escribió. Delicioso. O "A hombros de gigantes", de donde me tomo la licencia (si molesta a alguien la borro rápido, pero creo que no hay mayor publicidad del libro y del autor que ese párrafo). encontramos a un Brádbury delicioso, muy lírico y con un gran bagaje. Por cierto, si alguien cree que es un libro sobre zen o que el autor tiene algo que ver con esta disciplina, yerra. Pero sí que es un libro totalmente recomendable para aquellos que nos gusta escribir, pues a nosotros va dirigido principalmente.

Como os cuento, me he dado el descanso de dejar tablets y pantallas y buscar lugares fresquitos donde leer en verano un buen libro con papel de libro, olor de libro y disfrute de libro. Cosa que os recomiendo y os quitará el escozor ese de las elecciones que vienen y los gobiernos que no llegan. Que disfrutéis de estos placeres (los de la lectura y los otros que podáis) y del verano.

Os dejo algunos enlaces complementarios:

http://www.literautas.com/es/blog/post-2181/zen-en-el-arte-de-escribir/ 
Y el poder de los buscadores

sábado, 9 de julio de 2016

UNOS LIBROS MUY VALIOSOS

Cuando a uno le dedica especialmente un libro el propio autor, es muy difícil leerlo con objetividad, y mucho más difícil hablar de él objetivamente. Cuando el autor, además, ha sido tu profesor en la carrera para después convertirse en un estimadísimo amigo, entonces ya comprenderéis que el libro en cuestión, así como los otros que él ha escrito, sea para mí muy valioso.


Tuve la suerte de formar parte de una promoción de físicos que disfrutó durante cuarto y quinto de carrera de las clases de José Espí López. Éramos catorce en la especialidad de Física Electrónica, y había muy buen ambiente entre nosotros y los profesores, de forma que hasta pudimos disfrutar de la compañía del eminente D. Fernando Senent en nuestras paellas, entonces todo un dios en la Facultad y un hombre extraordinariamente humano. Una época ideal de convivencia porque, en aquella época al menos, los que estudiábamos aquello éramos auténticos apasionados del tema.


Espí explicaba electrónica con la pasión de quien le gusta y lo disfruta, por lo que no era difícil entusiasmarte por su asignatura, y por tanto aprobarla. Entonces, allá por 1975, algunos de nuestros profesores sabíamos "por lo bajini" que estaban comprometidos políticamente, para lo que había que tener mucho más valor que ahora, puesto que, además de la integridad física (nunca mejor dicho) te jugabas la carrera y el puesto de trabajo. De ahí que la complicidad iba mucho más allá de la simple relación profesor-alumno.


Despues, tras vernos muy de tarde en tarde, tuve ocasión de reencontrar a Espí cuando ya estaba jubilado, y cuando - como muchos de aquellos que hemos dedicado nuestra vida a la ciencia y a la tecnología - había descubierto que ya estaba bien de ecuaciones y circuitos y que quería dedicarse a las letras. Y Espí se puso a escribir, para delicia de quienes, leyendo sus libros, hemos revivido tiempos comunes y hemos disfrutado con las aventuras de sus personajes.

Si buscáis los libros escritos por Espí, veréis que destacan algunos que evidentemente no son de física, y que corresponden a esta última etapa. Voy a saltarme la cronología y a agruparlos como mejor me parece:


- Los de corte biográfico: "Me acordaré" y "Mi vida entre ruedas", que es el último que he leído y que tiene mucho en común con el primero. Se nota que en ellos ha querido exorcizar muchos demonios del pasado, y nos cuenta con toda naturalidad cosas que, de haberlas sabido, en su momento hubieran influido en nuestra relación con él, pero que quizás no estábamos preparados para conocer. Sin dejar de ser interesantes, creo que ya están suficientemente descritas algunas etapas y que, en cambio, los que hemos "chupado facultad" nos quedamos con las ganas de saber más historias de aquella nuestra Universidad de los años 70 y demás. Me temo que la elegancia de Espí no le deje publicar cosas que puedan afectar a otras personas, pero aún así nos quedaría mucho que disfrutar con sus narraciones. Podéis encontrar más información en: Me acordaré y Mi vida entre ruedas


- Libros de ficción, y aquí tenemos que sumergirnos en el mundo de Mario, interesantísimo personaje que, claro, es físico. De ahí podéis deducir que no lleva una vida muy normal de la mano de Espí. Son una lectura ideal para este verano, de esos libros que uno se quiere leer en una noche para ver cómo se acaban los líos que se inventa este hombre y que, por otra parte, por conocer escenarios, momentos y personajes parecidos sabéis que no son tan disparatados. No os hablo más de ellos porque podéis ver más información en: Mario en su mundo. Las obsesiones de Mario y Odio en la niebla. Este último se aparta de la saga planteando una situación muy encajada en nuestra historia.

Conociendo al autor, sé que no me perdonaría que no hiciera algo de crítica constructiva, e incluyo en esta parte mi sensación de que, al menos en sus novelas, se le escapa en algún párrafo su inercia de profesor en las explicaciones, que siguen siendo muy interesantes. Puede ser que, claro, yo le esté imaginando dando tales explicaciones en la Facultad. Pero tantos años de docencia pesan mucho y espero que Espí escriba muchos más libros para que se le vaya pasando y al final hasta haya películas con las andanzas de Mario y similares.

Así que aquí tenéis la ocasión de leer este verano libros escritos por un catedrático de Física. No veáis qué pegote, y encima os podéis pasar unos buenos ratos.