Hay noticias que nos hacen rápidamente aflorar recuerdos y situaciones. A todos os habrá pasado. En el caso de esta:: "Cañizares vuelve a dar la espalda", me despierta la necesidad de contaros una cosa, cada cual que juzgue según su posición al respecto.
Principios de Octubre de 2003, 4 ó 5, no recuerdo exactamente. Domingo frío y lluvioso en Santiago de Compostela.. La Catedral está a rebosar de peregrinos. son las diez de la mañana, y todos vamos puntuales al gran encuentro. Aunque uno no sea católico practicante, es peregrino acérrimo, y este último gran acto siempre emociona.
Peregrinos y mochilas nos amontonamos, esperando que empiece la misa. Estoy junto a la Puerta de la Azabachería. Los bancos cercanos al altar están copados por las peregrinaciones que vienen del extranjero, en autobuses. Son muchos: Polacos, italianos, alemanes... Los peregrinos "de a pie" (nunca mejor dicho) estamos donde podemos: Sentados en las escaleras, apoyados en las columnas, sentados sobre las mochilas (entonces aún se podían entrar). El ambiente es especial, como habréis comprobado si habéis tenido la suerte de hacer El Camino y vivir estos momentos.
Pero algo se estropea: Se abren bruscamente las puertas y entran unos agentes de seguridad privada apartando a los peregrinos de muy malas formas. Se mosquea mucho la gente, y los seguratas se ponen muy, muy chulos. "Hay que hacer un pasillo para el Señor Arzobispo", pretenden justificar. "Despejen, despejen" (Eso me trae muy malos recuerdos, pues uno en los 70 estaba en una universidad muy engrisecida, y cambian los tiempos y las circunstancias (a veces no mucho) pero las formas convergen en determinados casos).
Vuelan las mochilas, empujan a la gente, amenazan. Somos peregrinos, no delincuentes. Me recuerda las películas sobre la Edad Media: La Guardia del Cardenal apartando a la chusma.
Dicho y hecho. Al final consiguen un pasillo tan ancho como cuando entraba Franco bajo el Palio. (Mi primera visita a Santiago fue en los 70, y coincidimos con tal visitante y señora, aunque no creo que llegaran a enterarse). Hasta que no está el pasillo hecho, no a parece el Arzobispo, con un séquito bastante nutrido. Vestido como un príncipe medieval (Lo fueron y se deben creer que siguen siéndolo) y cubierto de dorados, avanza con pinta poco afable, casi sin mirar a un pueblo teóricamente sumiso, pero que en estos momentos no está muy contento con él y con sus chicos. De hecho, hay quien le abuchea, y oigo comentarios por lo bajini nada positivos hacia la jerarquía católica.
Total, que llega el personaje todo pintiparado hasta el altar, sin haber tenido que rozarse, gracias al pasillo que tan "delicadamente" le han hecho sus guardaespaldas, con la plebe que ocupa la catedral. Y va y cuando le toca la homilía nos intenta aleccionar sobre "¡La humildad del peregrino!". ¡Toma ya! El alboroto fue general, oyendo a aquel personaje, envuelto en oropeles y después del numerito de la llegada, hablándonos de la humildad, a gente que llega a Santiago empapada, con los pies deshechos y una emoción y alegría tremenda, después de cómo ha aparecido. ¡Qué hipócrita! ¡Qué morro!
Felicita a los peregrinos que han pagado, a los que han venido en autobús. (El Botafumeiro se mueve si alguien lo paga, fuera de determinadas fechas, no os creáis) y, de pasada, a los demás. Y dichas todas estas cosas, se vuelve estirado, entre su séquito, por el pasillo que le han mantenido abierto sus guardias. Solamente cuando se va el Señor Arzobispo podemos acercarnos los parias a la puerta. Punto para la Iglesia Católica y sus consejeros de administración.
Como os he dicho, desde 1970 he intentado volver a Santiago todas las veces que he podido, unas haciendo parte del Camino, otras como peregrino motorizado, o en tren, o en avión.... Muchas veces me he ido adrede desde Valencia avanzado el otoño para poder estar sólo en la catedral, por la tarde de un día laborable, y para poder sentarme en las columnatas del Palacio de Rajoy por las noches, pasadas las 12, cuando se va la gente y apagan las luces, y ver la Fachada del Obradoiro a la luz de la luna, y vivir la energía que se desprende de ese lugar que han pisado tantas generaciones.
Dicho esto, el espíritu crítico no falta. Y no he visto más evidencia del negocio que tiene montado la iglesia católica con estas cosas que en el propio Vaticano En estos años, hemos visto como Santiago de Compostela se convertía en un parque temático, y el peregrinaje en una forma masiva de veraneo para muchos, y de negocio para otros. Aún así, cada calle del Santiago medieval, cada rincón, cada piedra, merece una visita tranquila, fuera de las épocas de afluencia masiva.
No os perdáis un extraordinario trabajo llamado "Curiosidades históricas - Historia de Galicia", de David Mato López. Comprenderéis Galicia mucho mejor, y muchas cosas más. ¡Gracias, Daniel, eres un pozo de sabiduría y transmites un gran amor por Galicia!
No hay comentarios:
Publicar un comentario