Los derechos fundamentales de todo ser humano (La sanidad, la educación, la justicia, el derecho a una vivienda digna, a sacar adelante a una familia, a aspirar a una justicia real, accesible y gratuita...), nunca deberían ser objeto de negocio, especulación o privatización. Si un gobierno gestiona mal, cámbiese el gobierno. Pero que no se utilice la rentabilidad como argumento para el saqueo de los bienes públicos. Los derechos no tienen precio, ni son negociables.


sábado, 13 de abril de 2013

Frase 2166 - De Mark Twain

"Nunca discutas con un estúpido, te hará descender a su nivel y ahí te vencerá por experiencia."

Hay veces que tenemos que enfrentarnos a personas que no piensan como nosotros, para defender algo en lo que creemos o para evitar aquello que entendemos como un error. Hay veces que nuestros argumentos, y nuestros términos de discusión son comparables a los de nuestro opositor, y podemos llegar a un acuerdo o incluso aprender y reconocer que nos estábamos equivocando.

También hay veces que nos sentimos impotentes, pero no desde el reconocimiento de la abrumadora superioridad de nuestro oponente, porque entonces es enriquecedor, sino por la conclusión de que la persona con la que discutimos va a ser incapaz de llegar a entender nada, bien porque no puede, o bien porque no acepta o no quiere, que es el peor de los casos. Entonces vale la pena replegarse astutamente, porque gastar nuestros argumentos, nuestra paciencia e incluso nuestra estabilidad emocional en quien no respeta ni entiende ni atiende nuestros argumentos es una tontería.

En las discusiones, como en cualquier otro campo de las relaciones humanas, se demuestra el nivel de educación y de sensibilidad de cada uno, y aún más: el nivel de delicadeza, que es eso tan sutil que no lo otorgan ni las titulaciones universitarias, ni los cargos, ni el dinero, ni el poder. La delicadeza se absorbe desde la cuna, y se va cultivando desde el principio rector del respeto al otro. Cuando no hay delicadeza, se puede tener toda la razón pero queda desvirtuada por la falta de estilo.

Las discusiones que tienen probabilidad de éxito son aquellas en las que, por ambas partes: 
  • a) - Existe un nivel de delicadeza mínimo. 
  • b) - Existe una voluntad de entendimiento.

Cuando se parte de que no se cumple el punto b), normalmente implica que no se cumple el a). Por lo tanto, cuando apreciamos que estamos ante un oponente sin estilo, sin voluntad de entendimiento y en el que suelen acompañarse estas circunstancias con dosis de prepotencia, totalitarismo y habitualmente posiciones de poder relativo, lo más inteligente es no plantear batalla y esperar mejores circunstancias. Nuestros razonamientos y argumentos han de ser suficientemente valiosos para nosotros como para no dárselos gratuitamente a quien no sabe valorarlos. Y si es el otro el que lleva razón, y su problema son las formas, precisamente por eso no vamos a llegar a aceptarlo.

En realidad, la persona que no escucha y que intenta imponer su opinión sin tratar de atender y entender a otro se está privando de las posibilidades de crecimiento que dan, por una parte, aprender nuevas posturas y razonamientos, y por otra, poder llegar a reconocer que estás equivocado. Este es el principio de la sabiduría. El que cree que lo sabe todo y que tiene todas las soluciones no es, al final, más que un pobre ignorante limitado por si mismo. Límites que, con su actitud, hace cada vez más estrechos. 

Buenas noches.

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