Buenas noches a todos.
El pasado sábado 21/10/2017, a las 0:30 aproximadamente, pasaba por la calle Bailén cuando oí una especie de fiesta en la que, entre gritos de gente joven, alguien parecía querer cantar. Era un festival en la Plaza de Toros. Me acerqué para informarme mejor y lo que vi es esto:
Basura amontonada que iban recogiendo los barrenderos de lo que hasta un poco antes había sido una alfombra que cubría toda la acera, según me contaron ellos mismos.
Una multitud de jóvenes había estado esperando el inicio del festival que se estaba celebrando en la Plaza de Toros, y mientras tanto habían hecho un "pre-botellón", según me contaron unas jovencitas que sin problemas estaban sentadas en medio de un montón de basura de este tipo.
Bolsas dejadas en el suelo con restos de botellas abiertas, charcos de cerveza, Coca Cola y licores varios que impregnaban la acera y todo tipo de restos habituales de estas actividades "culturales" en las que nuestra juventud se cultiva. Sin dejar de admirarme, a pesar de mis experiencias previas, me acerqué para ver qué tipo de concierto era ese cuyo público rozaba entre la marranería y la cutrez. Y cual fue mi vergüenza ajena cuando descubrí que era un concierto de bienvenida de la Universidad.
Esto me recordó rápidamente aquellos días en los que yo, por temas profesionales, iba al Politécnico por la tarde y me encontraba las extensiones de césped llenas de platos enteros de paella tirados, botellas, bolsas de plástico, etc... y me dijeron como algo normal: "Es que los chavales hacen paellas y luego batallas con los platos llenos".
No puedo acabar de digerir esto, miren ustedes. En mis tiempos, los padres hacían un esfuerzo, en muchos casos, para que su hijo, al llegar a la Universidad, alcanzara no sólo un título, sino un nivel de educación y cultura. ¿Dónde está ahora eso? ¿Ha quedado la Universidad reducida a un expendedor de títulos a una masa de jóvenes alienados, con mucha formación tecnológica y nula educación cívica?
Inevitablemente, relaciono esto con esos pisos de estudiantes que, lamentablemente, infectan tranquilas comunidades de vecinos y en los que algunos jóvenes - también los hay normales, está claro . te dicen aquello de "somos estudiantes y tenemos derecho a divertirnos", y como por la mañana al parecer ni trabajan ni estudian pues se dedican por la noche a poner música y a hacer fiesta, berreando y cantando y pasando olímpicamente del derecho al descanso de los vecinos, tengan niños pequeños, enfermos o sean de los cada vez menos afortunados que a la mañana siguiente tienen que trabajar. Me admira también que tienen tiempo y dinero para salir casi todas las noches, y trasegar cubos de quintos, calimochos infectos y cubatas deplorables. Deben ser unos fieras estudiando luego, entre resaca y resaca, porque una carrera universitaria exige mucho esfuerzo. ¿O ya no tanto?.
Otra cosa que me admira, además del nulo civismo - que al parecer ya traen desde la educación (o lo que sea) primaria - es la falta absoluta de dignidad: No les importa estar entre mierda, sentarse entre la mierda - sea la suya o de los que estaban antes - e incluso comer entre la mierda. Y para los que hemos sido padres, eso de ver a las tiernas jovencitas y jovencitos que tan primorosamente arregladas y arreglados salen de casa como si tuvieran unas tallas menos y unos años más sentados en el suelo entre charcos de bebidas, y en algunos casos vómitos de los colegas me produce, sinceramente, una gran tristeza.
El pasado verano, en la playa de El Cabañal, un miércoles por la tarde, presencié cómo una clase de quinceañeros de un colegio, español por supuesto, se levantaba dejando en la arena los restos de su merienda: Igualito que lo que hicieron el viernes sus mayores que ya eran universitarios. Y para más regodeo, la que aparentaba ser la profesora ni les mencionó lo de recoger. No sé si es que lo veía bien o que no se atrevía, no fuera que luego los niños se chivaran a sus padres.
Y es que no es cuestión de colegios: Un mediodía, al cruzar Blasco Ibáñez, había tres jovencitas de esas de colegio caro y muy religioso, con sus falditas a cuadros, comiendo pipas y llenando todo el suelo a su alrededor a pesar de que tenían una papelera cerca, cuya utilidad al parecer ignoraban. Les pregunté si es que hacían eso mismo en su casa, y la que parecía mayor me dijo muy prepotente: "Mi mamá paga a una colombiana para que recoja lo que yo tiro". Es evidente que la que necesita un zapatillazo es la madre. Y quizás muchas madres y muchos padres, porque si cuando una persona alcanza determinada edad ya actúa así, es que algo muy gordo ha fallado en su educación.
Y asocio todo esto, inevitablemente, a la realidad política y social que se nos está imponiendo. Estos jóvenes a los que nadie ha inculcado como toca los conceptos de educación, civismo, responsabilidad social, deberes, obligaciones, etc, son los que luego rivalizan entre ellos por contratos de mierda, desconociendo lo que es la solidaridad y - ¡Maldito abuelo que nos quiere hacer leer! - la conciencia de clase. El que no tiene dignidad para no estar "divirtiéndose" entre la mierda ajena no la va a tener para hacer frente a situaciones de explotación. Eso sí: verá natural estar colgado del Facebook, del Instagram o del Wasap en horas de trabajo, que es el problema que están teniendo muchas empresas.
Hace muchos años, cuando empezaba una Transición ilusionante, ya advertí que fracasaría si la única diversión de los adolescentes iba a ser beber sentados en los portales y en las aceras. Ya tenemos los frutos de esas generaciones que son estupendas, pero los hemos criado llenos de derechos y exentos de deberes en demasiados casos. Y si nos preguntamos si era esto lo que quería el sistema, no hay más que ver las condiciones laborales imperantes y los contenidos de nuestras televisiones: Todo está enfocado en la misma dirección: Una mano de obra cualificada técnicamente, borrega y exenta de capacidad crítica. De ahí, por ejemplo, la relegación de las humanidades.
Si alguien quiere comprobar los planes del sistema, hoy ha empezado Operación Triunfo.
Buenas noches y espero que la próxima entrada sea más positiva.
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Basura amontonada que iban recogiendo los barrenderos de lo que hasta un poco antes había sido una alfombra que cubría toda la acera, según me contaron ellos mismos.
Una multitud de jóvenes había estado esperando el inicio del festival que se estaba celebrando en la Plaza de Toros, y mientras tanto habían hecho un "pre-botellón", según me contaron unas jovencitas que sin problemas estaban sentadas en medio de un montón de basura de este tipo.
Bolsas dejadas en el suelo con restos de botellas abiertas, charcos de cerveza, Coca Cola y licores varios que impregnaban la acera y todo tipo de restos habituales de estas actividades "culturales" en las que nuestra juventud se cultiva. Sin dejar de admirarme, a pesar de mis experiencias previas, me acerqué para ver qué tipo de concierto era ese cuyo público rozaba entre la marranería y la cutrez. Y cual fue mi vergüenza ajena cuando descubrí que era un concierto de bienvenida de la Universidad.
Esto me recordó rápidamente aquellos días en los que yo, por temas profesionales, iba al Politécnico por la tarde y me encontraba las extensiones de césped llenas de platos enteros de paella tirados, botellas, bolsas de plástico, etc... y me dijeron como algo normal: "Es que los chavales hacen paellas y luego batallas con los platos llenos".
No puedo acabar de digerir esto, miren ustedes. En mis tiempos, los padres hacían un esfuerzo, en muchos casos, para que su hijo, al llegar a la Universidad, alcanzara no sólo un título, sino un nivel de educación y cultura. ¿Dónde está ahora eso? ¿Ha quedado la Universidad reducida a un expendedor de títulos a una masa de jóvenes alienados, con mucha formación tecnológica y nula educación cívica?
Inevitablemente, relaciono esto con esos pisos de estudiantes que, lamentablemente, infectan tranquilas comunidades de vecinos y en los que algunos jóvenes - también los hay normales, está claro . te dicen aquello de "somos estudiantes y tenemos derecho a divertirnos", y como por la mañana al parecer ni trabajan ni estudian pues se dedican por la noche a poner música y a hacer fiesta, berreando y cantando y pasando olímpicamente del derecho al descanso de los vecinos, tengan niños pequeños, enfermos o sean de los cada vez menos afortunados que a la mañana siguiente tienen que trabajar. Me admira también que tienen tiempo y dinero para salir casi todas las noches, y trasegar cubos de quintos, calimochos infectos y cubatas deplorables. Deben ser unos fieras estudiando luego, entre resaca y resaca, porque una carrera universitaria exige mucho esfuerzo. ¿O ya no tanto?.
Otra cosa que me admira, además del nulo civismo - que al parecer ya traen desde la educación (o lo que sea) primaria - es la falta absoluta de dignidad: No les importa estar entre mierda, sentarse entre la mierda - sea la suya o de los que estaban antes - e incluso comer entre la mierda. Y para los que hemos sido padres, eso de ver a las tiernas jovencitas y jovencitos que tan primorosamente arregladas y arreglados salen de casa como si tuvieran unas tallas menos y unos años más sentados en el suelo entre charcos de bebidas, y en algunos casos vómitos de los colegas me produce, sinceramente, una gran tristeza.
El pasado verano, en la playa de El Cabañal, un miércoles por la tarde, presencié cómo una clase de quinceañeros de un colegio, español por supuesto, se levantaba dejando en la arena los restos de su merienda: Igualito que lo que hicieron el viernes sus mayores que ya eran universitarios. Y para más regodeo, la que aparentaba ser la profesora ni les mencionó lo de recoger. No sé si es que lo veía bien o que no se atrevía, no fuera que luego los niños se chivaran a sus padres.
Y es que no es cuestión de colegios: Un mediodía, al cruzar Blasco Ibáñez, había tres jovencitas de esas de colegio caro y muy religioso, con sus falditas a cuadros, comiendo pipas y llenando todo el suelo a su alrededor a pesar de que tenían una papelera cerca, cuya utilidad al parecer ignoraban. Les pregunté si es que hacían eso mismo en su casa, y la que parecía mayor me dijo muy prepotente: "Mi mamá paga a una colombiana para que recoja lo que yo tiro". Es evidente que la que necesita un zapatillazo es la madre. Y quizás muchas madres y muchos padres, porque si cuando una persona alcanza determinada edad ya actúa así, es que algo muy gordo ha fallado en su educación.
Y asocio todo esto, inevitablemente, a la realidad política y social que se nos está imponiendo. Estos jóvenes a los que nadie ha inculcado como toca los conceptos de educación, civismo, responsabilidad social, deberes, obligaciones, etc, son los que luego rivalizan entre ellos por contratos de mierda, desconociendo lo que es la solidaridad y - ¡Maldito abuelo que nos quiere hacer leer! - la conciencia de clase. El que no tiene dignidad para no estar "divirtiéndose" entre la mierda ajena no la va a tener para hacer frente a situaciones de explotación. Eso sí: verá natural estar colgado del Facebook, del Instagram o del Wasap en horas de trabajo, que es el problema que están teniendo muchas empresas.
Hace muchos años, cuando empezaba una Transición ilusionante, ya advertí que fracasaría si la única diversión de los adolescentes iba a ser beber sentados en los portales y en las aceras. Ya tenemos los frutos de esas generaciones que son estupendas, pero los hemos criado llenos de derechos y exentos de deberes en demasiados casos. Y si nos preguntamos si era esto lo que quería el sistema, no hay más que ver las condiciones laborales imperantes y los contenidos de nuestras televisiones: Todo está enfocado en la misma dirección: Una mano de obra cualificada técnicamente, borrega y exenta de capacidad crítica. De ahí, por ejemplo, la relegación de las humanidades.
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