Buenas noches a todos.
A uno, que se declaró allá por 1970 gallegoadicto y que no pierde ocasión para visitar esa maravillosa tierra, realmente mágica, resulta que se le pasó esta isla: Sálvora (En este enlace la descripción en Wikipedia). Para que nos hagamos una idea rápida, los que no tenemos aún la suerte de conocerla, vamos con los mapas:
Espero que os haya parecido interesante. A mi tanto el tema como el libro me han parecido una preciosidad.
A uno, que se declaró allá por 1970 gallegoadicto y que no pierde ocasión para visitar esa maravillosa tierra, realmente mágica, resulta que se le pasó esta isla: Sálvora (En este enlace la descripción en Wikipedia). Para que nos hagamos una idea rápida, los que no tenemos aún la suerte de conocerla, vamos con los mapas:
Esta es la ubicación |
Y este es el detalle. |
En Youtube tenéis varios vídeos más o menos acertados sobre la isla:
...etc. No es cuestión de ser reiterativo. Seguro que encontráis más y mejores.
Ubicada la isla, resulta que en ella hay unos fareros. Y entre ellos está Julio Vilches, y Julio es un amigo de la infancia al que reencontré recientemente cotilleando por Facebook.
A Julio no le veía desde antes de 1970, pero alguien me dijo allá por los 80 que quería ser farero. Y esa idea prendió en mí, que acababa de licenciarme de la mili y estaba, como quien dice, buscando mi destino. Siempre me ha gustado la mar, de hecho me presenté al IMECAR mientras estaba estudiando, pero no me aceptaron porque había que estar en cuarto curso y yo aún iba por tercero. Después, distintas circunstancias familiares aconsejaban no irse tanto, y con las ganas me quedé.
Me pareció entonces que, con la carrera de Física Electrónica acabada y estando trabajando en electro-automatismos, eso de los faros lo iba a tener chupado. Así que me presenté en la delegación de Obras Públicas (Creo que entonces estaba por la Calle Correos) y allí amablemente me dieron todo tipo de información sobre la oposición que estaba abierta. Mi gozo en un pozo: Lo que pedían me venía en gran parte de nuevas, entre otras cosas porque había mucho de práctica mecánica. También me dijeron - literalmente - que si no acudía en Madrid a la academia que preparaba esas oposiciones no tenía nada que hacer. Y no estaba la cosa como para irme a Madrid, yo necesitaba ganar dinero y no gastarlo. Y ahí quedaron mis sueños de farero.
Pero la imagen del faro como la casa más alejada de la tierra y la más cercana a la mar la he tenido siempre. Y mi deliciosa y constante compañera ha disfrutado - o sufrido, según - mi voluntad de recorrer los faros allá donde íbamos, puesto que nuestros viajes siempre han de acabar en la costa, allí donde se respira libertad y se mira lejos.
Pues resulta que Julio publicó hace poco un libro: Sálvora, diario de un farero, y vino a Valencia a presentarlo. en Pe-r-ucho. Obviamente, iba a ir. Sabía que el libro me iba a gustar, pero yo no iba a por el libro. Iba a ver a un amigo al que hacía cincuenta años que no veía, y que había llevado esa vida que yo había querido llevar.
Y lo encontré. Igualito. Era el Julio que yo recordaba, pero con la profundidad que dan tantos años, y tantos años mirando al mar. No hubo un momento de duda, no hubo un salto en el tiempo. Él estaba como aturdido de tanto éxito de su libro. Ya sabéis, en las presentaciones todos quieren hablar y estar con el autor.
Ahora Julio ha vuelto al faro, han tenido que volver porque la automatización no resuelve todos los problemas que se dan en instalaciones de esas características. Soluciones de despacho y de director general triunfal pero ajeno a la realidad. Ya sabemos, política y funcionamiento de las cosas suelen ser antagónicas. Pero ha vuelto al faro para poco tiempo, puesto que pronto se jubilará, y se dedicará a recorrer la tierra con su autocaravana, porque el que ha probado la libertad ya no puede prescindir de ella.
Aquí tenéis un vídeo de la presentación del libro. conoceréis a Julio en su faro.
Un vídeo poético:
Un vídeo sobre la automatización del faro, sueños de burócratas, fin de una era...
Pero hablemos del libro: No es un libro, es una charla con un amigo en la que te va contando cosas. Falta la sala con la chimenea de la que habla, el ruido del mar al fondo. Pero vives esos años con Julio, las peripecias, las visitas, las averías de la maquinaria. Recorres la islas con sus niñas y con su perro, navegas por mares atroces porque tienes que volver a sustituir al compañero que acaba su servicio. No es solamente la historia de un farero, es un libro de vivencias, de aventuras, de formas de vida desconocidas para quienes hemos pasado los años en una ciudad, en un despacho, delante de un ordenador. Se echan de menos mapas, fotos, planos... pero eso es un mal de muchos de los libros actuales; Los editores te dicen que tienes Internet. Y es verdad, pero faltan. También falta una división en capítulos, porque estos son una especie de descansillo en la escalera de la lectura. Quizás por eso no encuentras momento para dejar de leerlo.
Y no he podido evitar acordarme con emoción de otro amigo de la misma época, también amigo entonces de Julio: Moncho. Él hubiera adorado la vida de farero y hubiera disfrutado, porque era mucho más "manitas" que yo, y se mareaba menos en los barcos. Y le encantaba la libertad. Le hubiera encantado el libro y se hubiera ido corriendo a ver a Julio también, a ver si quedaba sitio para él en la isla.
Recomiendo el libro, el libro que no es un libro, que es la historia de un amigo. Rápidamente os sentiréis amigos de Julio, de su familia, de sus colegas, de sus perros. Y hasta os caerá bien El Algarrobo, que ya veréis quien es.
Hay que pedirle a Julio que escriba más, que publique más. Necesitamos esa ventana abierta a la libertad que son los faros y la memoria de quienes los llenaron de vida.
Para terminar, una canción que aprendí en 1970, cuando llegué a Sada para aprender a navegar. Allí me enganché de Galicia.
Espero que os haya parecido interesante. A mi tanto el tema como el libro me han parecido una preciosidad.