Hoy más de lo mismo: Museos y pateos.
Primero pasamos por Europcar para reservar un coche alquilado a partir del Lunes, cosa que después se reveló como muy buena previsión dada la demanda. Son geniales estos alemanes: Amables, eficientes y baratos. En otros países he alquilado a Hertz y Visa, peros son sensiblemente más caros, y eso de que Hertz hace descuento a los socios del RACE se lo creerán en Madrid, porque en el resto del mundo mundial, pedorreta. Te hacen descuento sobre el precio de tarifa, y al final te sale más caro que si no dices nada…
Tengo que comprarme un bastón (alemán, por supuesto) porque mi rodilla y mi pie lesionados aguantan andar, pero no los parones en los museos. Sabia medida, como más adelante agradeceré. Los míos los dejé en Valencia por aquello de las normas de seguridad en los aviones, y por algo de optimismo. Pero la realidad aprieta, y se van acumulando los días de esfuerzo pedestre. Gracias a la astucia femenina de Alicia encontramos de camino una estupenda tienda de productos ortopédicos (No es fácil, nos habían enviado en una farmacia a otra tienda “lejos”- No es fácil encontrar “cosas para cojos” en Berlín - ¡Y “lejos” en Berlín es muuuuuuuuuy lejos, palabra). Amabilidad berlinesa, bastones de acero al carbono-tungsteno plegables (si aguantan a los alemanes, con las tallas que usan algunos, es de esperar que me aguanten a mí, aunque esté un poco "llenito" (fuerte, como diría Obélix)). Pero: ¡Para diestros! (Y yo soy zurdo, más bien de izquierdas, ya sabéis. O diremos ambidextro, que queda más astuto tal y como pintan las cosas…). Total, que acabo eligiendo un bonito bastón todo de madera alemana sin rastro de metal, que luego en los aeropuertos están muy pejigueras. ¡Oiga! ¡Qué bastón! ¡Es el “Mercedes” de los bastones!
Antes que nada, al Museo de Pérgamo, a recoger la guía que olvidé ayer. Obviamente, estaba. ¡Esto es Alemania! ¿Qué esperabais?. Guía recuperada
Hoy toca el Museo de Historia de Alemania o la Galería Nacional. Vamos hasta el primero. Andando, claro. Pero con el superpase que tenemos no podemos pasar, que hay que pagar más y mejor, este museo es de otra “cadena”. Así que decidimos que nos gusta más la Galería Nacional, que ya la tenemos pagada, y para allá que vamos. Alicia está dispuesta a inflarse de ver pinturas, pero yo abandono mi ansia pictórica visto el espantoso calor que hace en ese museo también. Así que, tras pedir los correspondientes permisos a la Reina de Las Flores, vuelvo a atravesar el Spree (por el puente, claro) y me encamino paseando a través de los jardines de Monbijou por Oranienburger Str y Hannoverche Str hasta el “Musuem für Naturkunde”, o de Ciencias Naturales, para los amigos. Total: Pateo inmenso bajo el bochorno berlinés. Museo totalmente novecentista, en obras, como la mayoría de Berlín. Una señora alemana que no se ha enterado de que los alemanes aquí son amables me dice (varias veces, porque su alemán y el mío no coinciden) que como están en obras, los esqueletos inmensos de dinosaurios inmensos no se pueden ver. Cosa que entiendo cuando leo el panfleto en inglés, mira tú. Pero no importa: con las salas que se pueden ver, ya alucina uno bastante con el tamaño de los susodichos bichos. Cuando llego a las tropocientasmil salas de animalitos actuales, todos fielmente disecados o reproducidos, y llenas de familias con niños en plan docente-familiar-instructivo, decido que mi valencianía mediterránea no tiene por qué aguantar tanto calor germánico (¡Increíble!) y me salgo al jardín a esperar a mi amada, al fresquito, bajo una sombra de un árbol que no conozco, ni me han presentado.
Delicioso jardín, y delicioso arbolito del que me caen feroces hormigas, grandes y mordedoras, que se me meten por la espalda. Afortunadamente, llevo gorra y compenso los efectos de los animalitos con el dolor de mi rodilla. O sea, que no me muevo. A ver si las hormigas consiguen que adelgace, a bocaditos…
Alicia viene salerosa y guapísima, como siempre, por la berlinesa calle, resplandeciendo su inmensa belleza sobre monumentos de distintas etiologías. Habrá que comer, nos decimos. Y como en todas nuestras decisiones, lo que sigue es empezar a andar (¡Qué familia!). Callejeamos por el distrito de Oranienburg para encontrar un lugar apetecible, pero hay mucho comensal, aborigen y/o turistón, y acabamos al lado de la Nueva Sinagoga en el Café Orange, Oranienburg Str, donde comemos platos berlineses en la terraza (30 €). Bastante bien, bajo un sol cruel que nos tapa una mega-sombrilla, cotilleando el movimiento de la calle. Es de destacar que aquí es mucho más cara el agua mineral (5 € 0,25 l) que la cerveza (3,5 € 0,5 l). Así que imaginaros los esfuerzos que tengo que hacer para ahorrar. El vino (francés o alemán, generalmente) viene a estar a 3 ó 4 € los 0,2 cl, por lo que me niego a traicionar tan caro a mis amados Riberas del Duero y Utiel-Requenas. El camino del sacrificio pasa por la cerveza, insisto…
Terminada la comida, con un calor respetable, decidimos entrar a la “Neue Synagoge”, que obviamente nos cuesta 9,5 €. Parece un bunker: Una pareja de policía alemana en la puerta, puertas blindadas, arcos detectores, y macizos con gorrito judío y pinta de estar muy al tanto. De hecho, delante de nosotros entran dos jóvenes en plan realmente agresivo y “pasota”, intentando saltarse los controles. Rápidamente aparecen tres armarios con cara de pocos amigos y yo espero en cualquier momento asistir a un pequeño Oriente Medio. Hace falta estar muy loco para meterse en esta casa a provocar, después de la historia que tienen los judíos aquí. Al final, no sé si es que no pasa nada o es que tales provocadores han terminado lavados y planchados en la calle. El caso es que no vuelven a molestar ni a residentes ni a visitantes. Moraleja: No suele ser bueno molestar en ningún sitio, claro. En unos menos aún que en otros.
De Sinagoga nada. Te enseñan unas paredes, unas exposiciones y unas salas de reuniones. La sinagoga la plancharon en su tiempo, como casi todo en esta ciudad. Subimos a la cúpula, que desde fuera está muy bonita pero desde dentro no tiene nada que ver, más que calle y edificios continuos. Un señor muy amable, del que me compadezco por tener que soportar el tremendo calor que allí hace con chaqueta y corbata, nos da un montón de explicaciones sobre la historia del sitio. Salimos pensando que ha sido interesante, pero no hubiera pasado nada si no hubiéramos entrado… En cualquier caso, siempre es bueno aprender sobre los demás. Muchísima seguridad, como en general en toda Alemania, pero allí más.
Hace mucho calor, estamos empapados en sudor y queremos ver Berlín nocturno, así que decidimos retirarnos al hotel a ducharnos y descansar un rato. Obviamente, si estamos cansados, hace calor y estamos lejos: ¿Qué procede? ¿Eh? ¡Pues andar! Así que nos vamos “paseando” hasta la Pza Rosa Luxemburgo y aledaños, que vamos explorando. Llegamos al hotel para meternos en la lavadora, más que en la ducha.
Tras el necesario relax, volvemos a ponernos guapos (imposible superarnos, realmente) y perfumaos para irnos a cenar elegantemente, cual guiris en Berlín. Paseamos ya con más fresquito, y fina lluvia en ocasiones, por Alexander Platz y la Rathaus (que ya vimos el primer día, no vale nada por dentro) hasta Nikolai Viertel, que nos gusta para cenar. Está todo lleno, hemos hecho tarde según el horario alemán. Encontramos sitio al final de la orilla del Spree , cerca del puente de Mühlendamm. Mi rodilla necesita descanso y mi estómago comida no berlinesa, realmente. De entrada, un cervezón. ¡Qué menos! Estamos realmente a gusto, muy ambientados y disfrutamos viendo la cara de desesperados del resto de los comensales ante la increíble lentitud de los camareros / cocina del local. Normalmente, aquí son bastante tranquilos a la hora de atender las mesas. Pero esto ya es excesivo. Cuando sale un plato el personal está a punto de saltar sobre el portador. Habíamos llegado con poca hambre, pero el tiempo va pasando….
Conseguimos cenar y todo. Unos suculentos “maccheroni” a la no se qué, pero muy buenos, oiga. Cenamos tan a gusto que hasta doy propina a los superlentos (si cobraran por tiempo en las terrazas, se harían ricos). Total: 3 horas para cenar. No está mal, eh? En cualquier caso, el precio ha sido admirable: 19,40 € por cenar muy bien en Berlín, en terracita, junto al Spree y en plena zona de marcha. ¡Y sin límite de tiempo ni gente que nos agobie! ¿Qué os parece? “Ristorante la Riva”, Spreeufer 2. Igual si vais en un día que no sea Viernes tardan menos.
Queremos ver la “Gendarmen Markt” con iluminación nocturna. Así que, ¡A paseo!. Atravesamos la Schloßplatz y tiramos por la Franzosischer Str. Muy grande todo, muy bonito. Vamos solos. No hay nadie por aquí. Están todos en la Gendarmen. ¡Admirable!: Una plaza inmensa, llena de chiringuitos, y no se oye nada. La gente habla en las terrazas, incluso algunas tienen música, y no molestan a nadie, no hay ruido ambiente. Este fenómeno ya lo hemos visto en otras zonas de copas de Berlín. Crees que las calles están vacías, porque tienen muy bien poca luz, y resulta que están llenas de gente en las terrazas. ¡Igualito que en Valencia!
La plaza está preciosa. Suena al fondo un violín que están tocando en las escaleras del teatro. El ambiente es ideal. ¡Da gusto, en los países civilizados, cómo se puede combinar distracción con educación y respeto! (¿Os imagináis, valencianos, españoles todos, que eso pueda ser?)
Tras un agradable rato volvemos por Unter der Linden, viendo los monumentos iluminados. Muy bonito. Incluso hay autobuses y taxis abundantes y frecuentes (¿Os imagináis, valencianos, que eso pueda ser?). Pasamos por la Opera cuando sale la gente, terminada la representación. Gente normal, oiga, no enchaquetados ni enchufados. Aquí el ciudadano de a pie puede aspirar a ir a la ópera de vez en cuando. Y pienso que hay ciudades cuyo gobierno se preocupa en dar servicio a los ciudadanos, en vez de hacer construcciones faraónicas y carreras para ricos. Y van los transportes públicos con admirable eficiencia. Y la gente respeta a los demás porque se siente respetada. Y también pienso que esos países, que conocemos y hemos pateado (Suiza, Alemania, Holanda, Dinamarca, Noruega…) son los más democráticos, los mas cultos, los más civilizados…. Y los menos católicos (¿Eh?). ¿Será porque en ellos nadie se opone a enseñar a la gente educación cívica? No critico a los católicos, no, que en estos países hay muchos y muy convencidos. Pero analicen, analicen, qué países son y qué pasa en los países con tal denominador común tras siglos de control...
Volviendo al turismo: Tras otra respetable caminata, llegamos al hotel molidos. Es mucho el cansancio que se acumula, principalmente al ver museos, despacito y parándose. Así que a dormir y callar, como la Ratita Presumida.
A las 3 de la mañana, un muy respetable tormentazo, con gran aparato eléctrico, nos despierta. Impresionante. Paso un rato largo viendo la torre de la TV desde nuestra ventana, que está muy cerca, por si atrae algún rayo (Vicios de físico). Pero no hay suerte. Debe haber muchos pararrayos en Berlín. ¡Qué organizados están estos alemanes, que hasta las tormentas las ponen por las noches para no molestar a los turistas!
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