Los derechos fundamentales de todo ser humano (La sanidad, la educación, la justicia, el derecho a una vivienda digna, a sacar adelante a una familia, a aspirar a una justicia real, accesible y gratuita...), nunca deberían ser objeto de negocio, especulación o privatización. Si un gobierno gestiona mal, cámbiese el gobierno. Pero que no se utilice la rentabilidad como argumento para el saqueo de los bienes públicos. Los derechos no tienen precio, ni son negociables.


miércoles, 27 de abril de 2011

Las nucleares

La gente que conoce mi titulación como físico no tarda en preguntarme sobre las centrales nucleares, tema siempre de moda y mucho más desde el desastre en Japón. Como físico, mi obligación es remitirles a otros compañeros que están más especializados, más informados y más cualificados que yo para emitir sentencias. Yo puedo opinar como ciudadano, mejor o peor informado, puesto que la Física Nnuclear no es mi campo de trabajo, aunque adore la Física en cualquiera de los aspectos.

Establecido esto, me resulta estremecedora la ligereza con la que algunos políticos y otros agentes de la opinión pública han llegado a definir estas centrales como absolutamente seguras. Y aún ahora se define alguna como totalmente segura (Véase Cofrentes, por ejemplo). ¡Qué barbaridad!

En principio, no hay ningún sistema seguro al cien por cien. Por otra parte, solamente tenemos la certidumbre, como pasaba en Fukushima antes del terremoto, de que hasta la fecha no ha pasado nada. Sólo eso. No podemos prever qué va a pasar, ni aunque el terreno no fuera sísmico. Hay, siempre, posibilidades de que algo falle (Murphy). Y lo que tenemos que poder ver con tranquilidad es la rentabilidad de eso, las consecuencias de un posible fallo con respecto a los beneficios que estamos obteniendo.

Reconozcamos también que este tema está totalmente manipulado, tanto por intereses económicos como por intereses políticos. La tecnología que se nos vende (no digamos la que se instaló hace años) está enfocada hacia la rentabilidad, y la seguridad no está enfocada más que como un parámetro de esta. Se calcula el nivel de seguridad necesario y suficiente para mantener la rentabilidad. Ningún proyecto nuclear, ninguna empresa privada, plantearía niveles de seguridad tales que no le fuera rentable la instalación de un reactor nuclear. Se persigue el negocio, obviamente. Y la sensación de seguridad se obtendrá después manipulando a los medios de información y a los gobiernos responsables. El dinero puede mucho.

Por otra parte, la sociedad occidental está basada en la comodidad, se nos ofrece comodidad como una herramienta más para la estabilidad y la sumisión de las masas. Y la nuestra está basada en un consumo masivo de energía, y se nos ha asociado el acceso a una electricidad barata a la existencia, a pocos kilómetros de nuestras ciudades, de monstruos potenciales que en un momento pueden devorar, no solamente nuestro presente, sino el futuro de varias generaciones. Porque es rentable, porque da negocio, y porque garantiza la estabilidad en el poder de grupos y partidos sumisos ante tales poderes y deslumbrados ante tales negocios.

Es un disparate, en nuestro caso, tener una nuclear a menos de cien kilómetros de una gran aglomeración urbana como Valencia y su entorno (obviamente, es rentable). Es un disparate que esté aguas arriba del Jucar, de donde obtenemos el sesenta por cien de nuestra agua potable, y arteria de riegos y poblaciones. También es un disparate, desde luego, que las zonas europeas con más población sean las que concentran mayor número de nucleares (No hay más que ver cualquier mapa de distribución). Pero lo que nos tiene que dar mucho que pensar es que muchos de los habitantes de sus alrededores dan por buena su existencia a cambio de los puestos de trabajo que crean y de la economía inducida por su presencia., desde el razonamiento de que, como si explota alguna lejana también nos afecta, por qué no tenerla en casa. Si nos matan, que sean los nuestros.

Hay que ver, después de la terrible lección de Fukushima, si nos es realmente rentable cambiar los peligros que encierran las centrales nuclerares por los beneficios que nos aportan. Y no ocultar que es una tecnología cuyo comportamiento con el paso del tiempo (fatiga de materiales incluida) no se conoce, cuyos posibles accidentes no se pueden prever con seguridad y que los efectos de estos, como se está demostrando, no se pueden controlar y ni siquiera imaginar, por mucho poder que se tenga para manipular la realidad.

Tal realidad es tozuda e independiente. A ver si el final nuclear de la humanidad (al parecer sobrevivirían las cucarachas y las ratas) no va a venir por un general enloquecido con acceso a los misiles, sino por una banda de avariciosos insaciables con su secuela de gobernantes complacientes, que son aún más peligrosos.

Dan miedo las posibilidades. No vale desentenderse, puesto que en un momento dado todo puede cambiar. Imaginaros un desastre nuclear administrado por nuestros administradores….

Ya tardamos en apoyar a los que intentan parar todo este sinsentido.

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