Los derechos fundamentales de todo ser humano (La sanidad, la educación, la justicia, el derecho a una vivienda digna, a sacar adelante a una familia, a aspirar a una justicia real, accesible y gratuita...), nunca deberían ser objeto de negocio, especulación o privatización. Si un gobierno gestiona mal, cámbiese el gobierno. Pero que no se utilice la rentabilidad como argumento para el saqueo de los bienes públicos. Los derechos no tienen precio, ni son negociables.


miércoles, 26 de marzo de 2014

Ahora todos suaristas

Es admirable. Ahora todos eran suaristas. Les ha venido dpm la muerte del pobre Adolfo para restregarnos otra vez lo de la Transición, a ver si les dura el pegamento en el sillón. Pero no tienen los h. que tuvo él para deshacer una estructura podrida, quemar las naves y crear un cambio. ¿Os imagináis a Gallardón consiguiendo que el Congreso vote su autodisolución, un referéndum sobre la monarquía, una renovación de la Constitución y un paso más hacia una democracia auténtica? ¿A Rubalcaba quizás? ¿A Rajoy?

Es curioso que en todas las revoluciones (aceptemos pulpo) muchos consagran al fundador para conservarse en el poder y transformar dicha revolución en lo más antirrevolucionario posible (P. ej. el aparato soviético, el castrismo, el PC chino...). Un país no puede estar siempre bajo la misma constitución, como un niño no puede crecer con la misma camiseta puesta siempre. Las constituciones son códigos de conducta que rigen a una sociedad determinada en un punto determinado, y la sociedad española de 2014 no es la de 1978. Lo mismo pasa con los sistemas políticos.

Esos sistemas políticos, si no saben evolucionar, están condenados a ser corsé de su sociedad, en vez de capa protectora. Y fijaos que nos están recordando demasiado los felices 80, con ese arma propagandística manipulada que es el pérfido "Cuéntame" y el resto de programas al efecto que nos lanza la TV para mantenernos borregos siguiendo a nuestros pastores. Me suena a esas reuniones de antiguos alumnos en las que solamente se tiene en común los recuerdos, pero en cuanto se terminan las conversaciones sobre ellos, los reunidos pasan a ser perfectos desconocidos, pues han evolucionado de manera diferente cada uno. (Aunque siempre se puede constatar que el que era un cretino sigue siéndolo, pero mejorado con la experiencia). Tienen que referirse a aquello (que no hicieron ellos) para tener argumentos para mantenerse, como liendres, agarrados a los cabellos del poder.

Muchos años ha, una pareja de íntimos amigos me sorprendió al decirme que se iban a separar porque ya solamente tenían en común los recuerdos, pero no tenían proyecto conjunto. Tuve que reconocer que era un argumento contundente, y una decisión inteligente.

Y esto es perfectamente aplicable a la actualidad. La comparación  de los políticos actuales con los de la Transición es impensable, como lo es la ideología política del actual PP con la derecha civilizada que pretendía ser la parte que queremos recordar de la UCD (Alguno se subió al carro para medrar, como luego hemos visto). Que pretendan ahora desde el actual PP presentarse como sucesores de Adolfo Suarez es una crueldad para la memoria de éste y una burla para la de todos, pues hay que recordar que son herederos de la Alianza Popular de Fraga, que no es que le siguiera alocadamente, y de algunas otras "familias", "obras" y "legiones" en la derecha mucho más oscura. Y en este sentido, hay que distinguir el apoyo que el ya ex presidente dio a su hijo cuando se presentó como candidato de esta opción con que esto fuera un refrendo a la línea disparatada del actual partido / gobierno.

Dicho esto, hay que decir ya de una vez que tenemos que dejar de estar atados a la famosa Transición. ¿Fue un hecho histórico? Sí. ¿Fue un logro extraordinario para salir del Franquismo de forma pacífica? Sí. ¿Fue un gran avance hacia la democracia? Sí. ¿Sustituyó a un régimen que duró 38 años (1939-1977)? Sí. ¿Llevamos ya con esta camiseta 36 años? (1978-2014) SIIIII.

De la misma forma que la generación que entonces tenía 40-50 años asumió la renovación y el paso hacia la democracia, y se dejó que ellos y los más jóvenes crearan la sociedad que en la que querían vivir (entre ellos el Rey), no podemos ahora vivir anclados en una gerontocracia ideológica y estructural, donde esclerotizados partidos dominantes dirigidos por autoencastilladas camarillas ponen coto a cualquier tipo de renovación tanto interna como general, y donde curiosamente estos partidos están apoyados por sindicatos cuyos líderes, en muchos casos, son curiosamente elegidos democráticamente para el mismo cargo año tras año (o son muy buenos o se han “blindado” con cortes aduladoras de agradecidos, por ejemplo) y se reparten con la patronal los fondos de ayudas, cursos, etc. Y no digo nada de la figura de un Jefe de Estado que debía saber, puesto que buen conocimiento y buen asesoramiento se le supone, que es mejor retirarse que tener que irse. Y que no le vendría mal a una nueva España empezar con un nuevo Rey. No discutimos eso. O sí, pero ahora no. (Siempre recuerdo la respuesta de Carrillo ante la pregunta "¿Monarquía o república ahora?". Dijo aquello escalofriante de: "Piense usted que podría ser Aznar el presidente de esa república". Para pensar mucho, ¿verdad? Como para hacerse monárquico.

La estructura política de la Transición, la gran ilusión de tantos españoles, está reseca, dinamitada desde dentro por quienes deberían haber sido sus custodios y no tienen ahora la generosidad que tuvo Suarez de apartarse para dejar paso a otros. Y se puede repetir el error que se achacaba al franquismo: No escuchar a la gente de la calle, no adaptarse a la realidad social, no abrirse…

Dejemos que sea la gente más joven la que coja las riendas, la que diseñe su mundo. Los que vivimos el franquismo, los que apoyamos la Transición, los que lloramos emocionados cuando Felipe ganó las elecciones, porque creíamos en un socialismo humano, en una Europa de las personas y de los pueblos, (no en el que luego modificó la constitución para pagar a los bancos antes que servir a sus ciudadanos), los que no quisimos creer que el 23 F era real, ni durante ni después, apartémonos (y los otros también, claro). Hemos criado y educado a una generación que nos sigue, mejor preparada que nosotros, sin nuestras experiencias, pero también sin nuestros prejuicios. Dejemos que ellos construyan su sociedad, y nosotros reservémonos para el consejo, para el aviso, para la prudencia. Debemos ser barandilla para que se apoyen cuando lo necesiten, no rail que limite sus movimientos.

Hasta que a nivel general no se asuma esto, no nos demos cuenta, estaremos metiendo vino nuevo en odres viejos, y reventará la cosa. Y no bastará con sacrificar policías (que son personas y clase trabajadora, no lo olvidemos ni seamos simplistas) para desacreditar movimientos de protesta, ni con retransmitir fútbol, ni con cocinar por la tele. Torres más altas han caído, y lo hemos visto.

Esta puede ser la última gran lección de Adolfo Suarez. A ver si quien parasita hoy su memoria (¡Por favor, que no nos mezclen a Aznar con la Transición!) llega a entender algo de lo que quiso decirnos.


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