Me parece deplorable, triste y patética la escenografía de los actos preelectorales que están planteados todos, parece, por los mismos asesores, independientemente del partido que sea.
Se pone un escenario en el que atrás hay gente jóven, que se supone que es del mismo partido. Todos son guapos, están felices y parecen adorar al candidato. Si es posible, se cuela algún minusválido o algún niño para que el oficiante se dirija a él y le de un besito.
Suena la música, artificial, elegida. Nada de antiguos himnos proletario-revolucionarios o patrióticos. Música que parece sacada de una película sobre los juegos olímpicos, para suscitar emociones positivas al personal. Pero neutras, sin excedernos.
Abrazos, muchos abrazos. Según llegan los teloneros se van abrazando como si no se hubieran visto en mucho tiempo, y como si no se odiaran cordialmente. Cada uno suelta su parrafada, ensayando a ver si para las próximas elecciones aspira a una posición superior. todos son estupendos, todos nos quieren mucho y sus votantes son los únicos habitantes acertados sobre la tierra.
Llega al Líder (O la Líderesa, que se diría la Líder), y le vuelven a abrazar. Y le abraza gente harta de abrazar a sus predecesores, y quizás de empujar hacia abajo cuando se estaban hundiendo. Sonrisas falsas, abrazos falsos, palmaditas en la espalda. Las muestras de afecto son directamente proporcionales a los favores que se espera que el Lider (o la Lider) proporcione tras su triunfo: Un ministerio, una Consellería, una Dirección General... Un carguito, vamos, que es para lo que he venido en vez de quedarme en casa con la familia.
Hay que ver también la dinámica fuera del escenario: Quien busca a quien para que le vea que ha ido, para que vean que fulano le abraza, para que piense que vuelve a estar cotizado en el mercado de futuros. Terribles odios se camuflan bajo hipócritas sonrisas. Son los mismos de siempre, con pocas incorporaciones. Puñaladas traperas, trapos sucios que se guardan para las ocasiones, compañeros de partido...
Habla el Lider. Y su discurso está plagado de crescendos y pausas en los que el personal debe aplaudir. Gritos de "Guapo/a", "Presidente/a" y otras originalidades. Está todo analizado, estudiado: Dónde se ponen los "dinamizadores", dónde los jóvenes y guapos, los jubilados y tercera edad - que en algunos partidos son mayoría - se ponen detrás, en las filas altas, donde hagan bulto. A menos que se quiera dar la nota emotiva del/la afiliado/a histórico/a (esto de la escritura de género políticamente correcto es un rollo, conste)
Al final, sube el tono de la música y todos suben al escenario levantando las manos en señal de triunfo, con felices sonrisas. Como si se quisieran de verdad, como si de verdad pensaran que van a ganar. Y los asesores corren creando los corros de "fans" para que el Líder salga en la foto. Se ha cuidado el "look" del Líder (Fhürer en alemán, ojito): Si el partido es conservador, va de hombre correcto, serio, con un toque informal (puede ir hasta en mangas de camisa y sin corbata, si se quiere atraer a la gente joven) (de los modelos femeninos ni hablo, es más complejo). Si el partido dice que es de izquierdas pero no quiere asustar a los del voto del centro, pues va de guaperas en camisa, pero a veces sale con chaqueta y tal para que se vea que puede ir de serio. O de deportista, lo que haga falta, oiga. Y si el partido es progre, pues hay que ir de progre, aunque uno diga que su partido no es un partido y que no son progres, y que son pero no son lo que son.
Campañas electorales, actos preelectorales, marchas de adhesión (también lo eran las de la Plaza de Oriente en loor de Franco, no lo olvidemos, y había tanta gente como ahora. A la gente le gusta seguir a un líder, el rebaño necesita pastor). Hemos pasado de los Mestallas llenos con Julio Iglesias, Zaplana y Aznar (vaya tres) a las calles llenas, que esas son de todos y no hay que pagarlas. La maquinaria de gestión de masas es la misma, puesto que la masa en su comportamiento se gestiona igual para un Hitler que para un Stalin. Y no están de moda los desfiles, las antorchas ni los himnos de combate. Ahora somos todos más guays, no queremos atacar a nadie, nos damos besos y abrazos y cantamos cosas románticas y tal. Ha cambiado tanto todo que no parece que haya cambiado nada de nada. ¿O tampoco?
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