Los derechos fundamentales de todo ser humano (La sanidad, la educación, la justicia, el derecho a una vivienda digna, a sacar adelante a una familia, a aspirar a una justicia real, accesible y gratuita...), nunca deberían ser objeto de negocio, especulación o privatización. Si un gobierno gestiona mal, cámbiese el gobierno. Pero que no se utilice la rentabilidad como argumento para el saqueo de los bienes públicos. Los derechos no tienen precio, ni son negociables.


martes, 11 de febrero de 2014

Carta abierta al Sr. Rajoy

Señor Rajoy, con todos los respetos:

Como tantos otros ciudadanos españoles, después de ver su Telediario (ese de la 1) nos sentimos absolutamente conmocionados, emocionados, impresionados, impactados, suliveyados  y no sabemos cuántos *.ados más  viendo la preocupación que ahora siente por la racionalización de la Administración Pública, que le ha impulsado, en un alarde de su apertura tradicional, a compartirlo con algunos ministros de otros países, sin duda tan interesados como usted en mejorar lo suyo.

Queremos creer, de la indudable perfección que destilan todas sus actuaciones – siempre y cuando la nefasta herencia recibida de Zapatero se lo permite – que ha consensuado tal reforma con los representantes de los trabajadores de dicha Administración, y que no será, como dicen las pérfidas lenguas de algunos malvados izquierdistas, un apaño más para despedir funcionarios molestos, para rebajar plantillas y para facilitar privatizaciones. Todos sabemos que esa no es su intención ni la de los suyos, que nunca han tomado los gobiernos nacionales, locales, autonómicos, etc. como lugar donde medrar.

Queremos creer también que todos estos años en los que usted y su partido han gobernado tanto en el estado como en muchas de las Autonomías, Diputaciones, Ayuntamientos, etc, han tenido, desde el primer momento, la misma intención, y que todos esos casos de aparente corrupción que los maliciosos medios de comunicación mediatizados por intereses espurios nos muestran, y que algún pérfido juez no controlable se obstina en investigar,  no han sido sino fallidos intentos de encontrar el medio idóneo de racionalizar, sobre todo el camino del dinero. Podía temerse algún ciudadano malpensado o de torticera mente que será a partir de ahora cuando, bajo esta cortina de “Racionalización” intenten ustedes empezar el verdadero saqueo de lo que queda de bienes públicos, creyendo que hasta ahora no se habían empleado a fondo. Y es que pudiera ser que pareciera que piensen que se les está acabando el tiempo, y que, como usted familiarmente diría “en la intimidad”,  “socialista el último”. O sea, a espabilarse, que se acaba la tortilla.

Mentira subversiva, somos conscientes. Porque seguro que ahora, ya mismo, quizás hace un rato, usted ha dado instrucciones tajantes a su partido y sucursales “provinciales” para que cesen los desembarcos de enchufados, mensajeros, correveidiles, amigos de, etc… en esos puestos clave de nuestras administraciones en los que se nos ha colocado gente sin más mérito que ser útil a su partido, o a la camarilla de su partido que toca, o por “llevar la agenda” más o menos salerosamente a algún donjuanesco alto cargo. Porque todos sabemos, Sr. Presidente, que esos cambios tajantes de ministros, consejeros, directores generales, asesores, etc, no suelen obedecer a problemas de eficiencia en la conducción de la Administración Pública, sino a simpatías, antipatías y conveniencias de las corrientes emergentes: Hoy suben los “Muycrisitianos”, mañana suben los “MásCristianosTodavía”, pasado suben los otros, etc.  Y en esos movimientos tectónicos en los que se pone al frente de los departamentos de la Administración, en un gran porcentaje (Hay gente válida, todo hay que decirlo, cuestión de estadística), a inútiles demostrados o a gente que dedica sus esfuerzos a mantenerse en el machito, él, sus amigos y su partido, todos sabemos que la culpa de la ineficiencia resultante es de los funcionarios o trabajadores a su cargo, y que por tanto hay que elaborar campañas de prensa  que desprestigien al trabajador de lo público y justifiquen, así, la reducción de sus sueldos, el empeoramiento de sus condiciones de trabajo y la privatización de aquellos servicios públicos cuya plusvalía es golosa para las empresas amigas.

También tendrá presente usted, ahora que se ha puesto a pensar en el tema, que tanto cambio de dirigente, de directrices, etc., engendra una inestabilidad tremenda en lo que significa desarrollo y seguimiento de proyectos, algunos muy caros. Y que si viene uno que para lo que el otro ha empezado, para poner en marcha su propio proyecto, sin que medie interés público o de estado, sino – pensemos para bien – propia subjetividad, nos cuesta a los ciudadanos muchos millones, no solamente en cosas hechas y abortadas, sino en horas de trabajo perdidas, indemnizaciones, etc.

Queremos pensar, Sr. Presidente, que a partir de ahora todos ustedes preguntarán a los profesionales de la Administración Pública, que los hay muy válidos, a los que presuntamente han visto hasta ahora como molestos testigos de sus tejemanejes, cómo se tienen que hacer las cosas para que salgan bien, sin tener que gastar millones en costosas consultoras, por muy realmente avaladas que vengan. Queremos pensar que sus esfuerzos, sus trabajos, sus directrices serán para el bien de todos los españoles, por igual, sean de autonomías más o menos contestatarias o mansas.

Quisiéramos creer, cuando oímos a usted y a los suyos, que son gente de fiar. Pero en realidad cuando oímos sus palabras vemos padecer a los débiles, anularse derechos, beneficiar intereses partidistas y de los otros, privatizar servicios esenciales, vender patrimonio público, interpretar la Administración Pública como una agencia de colocación de propios y de represión de extraños. Y nos va a costar mucho  llegar a creer lo que quisiéramos poder creer.

Quizás el problema, Sr Presidente, no sea reformar la Administración Pública, sino reformar la Administración de lo Público. Por lo tanto, desde la seguridad de que usted y los suyos desean lo mejor para España, y partiendo de que piensan que esa España para lo que ustedes desean lo mejor es la España de todos los españoles, convoque usted al resto de los partidos, reformen la Constitución, sometan la Monarquía a Referéndum (Probablemente saliera, y saldría muy reforzada), cambien la ley electoral para eliminar las listas cerradas y háganos un país realmente moderno y democrático, Sr. Rajoy. Así valdrá la pena meterse en reformar una Administración que no es el mal, sino el síntoma.

Entonces sí que le creeremos. E incluso puede ser que le queramos.

Muchas gracias por su atención.

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