Los derechos fundamentales de todo ser humano (La sanidad, la educación, la justicia, el derecho a una vivienda digna, a sacar adelante a una familia, a aspirar a una justicia real, accesible y gratuita...), nunca deberían ser objeto de negocio, especulación o privatización. Si un gobierno gestiona mal, cámbiese el gobierno. Pero que no se utilice la rentabilidad como argumento para el saqueo de los bienes públicos. Los derechos no tienen precio, ni son negociables.


martes, 8 de julio de 2014

CONCENTRARSE PARA IRRADIAR

Muchas gracias a todos los que me habéis felicitado. He estado unos días desconectado, sin red, en la playa, bañándome y leyendo ¡en papel!, dedicado al muy noble arte de no hacer nada muy despacio, a mirar al mar, a hablar con los vecinos, a ser persona. Y como objetivo principal, dejar de recibir inputs, dejar de actuar en ese modo reactivo en el que estamos demasiadas veces demasiado tiempo, incluso transformando nuestra comunicación a través de la red o fuera de ella en meras reacciones a los estímulos que nos llegan del exterior. Salir del modo reactivo y volver al modo reflexivo, es lo que nos hace falta de vez en cuando, tanto como personas como como sociedad.

Hace muchos años, alguien importante me presentó aquello del "concentrarse para irradiar" unamuniano, y como tantas veces nos pasa, se me hizo tarde para agradecérselo, aunque si tengo la suerte de que está leyendo esto, y se acuerda, vaya mi agradecimiento por esta y otras muchas cosas. Hay veces que nos pasan las personas y las cosas demasiado deprisa, sobre todo viéndolo con la lejanía de los años, o que nos mandan mensajes que en ese momento no estamos capacitados para identificar o responder pero que el tiempo va haciendo germinar dentro de nosotros. Al final, somos la huella que hemos podido dejar en los demás y la huella que los demás han dejado en nosotros, somos un compendio de influencias entrantes y salientes y tenemos que dedicar más tiempo a procesarlas en nuestro interior, a procesar nuestro interior e incluso a procesar el modo como nuestro interior procesa.

Cuando van pasando los años y vamos navegando por la vida, nos damos cuenta de que lo más importante que tenemos, aparte del amor de los nuestros, es el tiempo. Y muchas veces es lo que menos valoramos. ¿Cuánto tiempo dedicamos al cabo del día a pararnos, a ser nosotros mismos, a estar a solas con ese gran desconocido que llevamos dentro, simplemente a andar, a mirar al mar, a meditar en cualquiera de esos templos de cualquier religión que están cargados de energía positiva, o bajo un árbol, que quizás sea el primer templo que la naturaleza nos dio?
 Estamos en una sociedad en la que parece que la gente teme al silencio, o a determinado tipo de música que abre nuestra espiritualidad, que puede ser de fuentes variadas  pero creada con el conocimiento suficiente para abrir esas puertas que tan poco frecuentamos. Y ese temor hace que en demasiadas ocasiones se ridiculice y se intente obviar al que inicia esta búsqueda. Y desde luego, a los poderes reales que controlan nuestras sociedades no les interesa nada esta vertiente reflexiva. Por eso intentan constantemente captar nuestro subconsciente, manteniéndonos “distraídos”. El personal va rodeado de ruido, necesita llevar cascos, hablar por teléfono, estridencias, invasiones de su cerebro, inputs constantes que le impidan pasar al modo reflexivo, manteniéndose siempre en el modo reactivo.


Todo, quizás, porque hay mucha gente que teme pararse y pensar, o no pensar, simplemente estar. Y mirar, y escuchar, y ver cómo las gaviotas se lanzan en picado a por los peces, ver las olas, admirarse de la vida a nuestro alrededor, vaciarse de tanto ruido como llevamos dentro, tanta presión, tanta tensión, tantas cosas que queremos decirnos a nosotros mismos pero nunca tenemos tiempo de hablar con nuestro interior, con eso que unos llaman “El Gran Maestro”, otros la conciencia, otros el alma…etc. Distinta terminología para lo mismo, distintas vías para una misma búsqueda.

También me dijo otra de esas personas que pasan y dejan huella que hay que querer mucho a una persona para poder compartir con ella el silencio. ¡Qué gran verdad! Porque cuando no hay auténtica confianza, necesitamos siempre estar recubriéndonos de palabras, creando conversaciones innecesarias, para no sentir esa sensación de que se nos está oyendo pensar. El silencio molesta cuando dentro de nosotros no hay quietud. Quizás por eso nuestra sociedad española sea tan ruidosa.

¿Con cuantas personas, en realidad, podemos compartir ese don maravilloso que es el silencio?

Os dejo con Unamuno:

 ¡ADENTRO!
Busca tu ámbito interior
el de tu alma.

En vez de decir, pues,
¡adelante! o ¡arriba!,
di ¡adentro!

Reconcéntrate para irradiar;
Déjate llenar para que reboses

Luego,
Conservando el manantial.
Recógete en ti mismo
Para mejor
Darte a los demás.

Avanza en las honduras
De tu espíritu
Y descubrirás cada día
Nuevos horizontes,
Tierras vírgenes,
Ríos de inmaculada pureza,
Cielos antes nunca vistos,
Nuevas constelaciones.

Tienes que hacerte universo,
Buscándolo dentro de ti.
¡Adentro!

Miguel de Unamuno.

NOTA: Recibo algunos comentarios anónimos que agradezco. Lamentablemente, no voy a publicarlos porque entiendo que cuando uno opina, debe firmar su opinión. Poned vuestro nombre, por favor. Gracias.

1 comentario:

adelito dijo...

Enhorabuena por saber expresar tan sencillamente una verdad tan grande como es la vivencia del aquí y el ahora. Despojarnos, desnudarnos, mirarnos y sentir. El aquí y el ahora está a veces afuera y otras veces adentro; vivir alerta de nuestros sentidos nos da esa pericia para comprehenderlo y disfrutarlo. Vivirnos la vida.
Vibámonos una cerveza!