Buenas noches de nuevo.
Continuamos con el viaje a China y hoy toca hablar de los comedores, las comidas y las cenas. Si os queréis ambientar y recordar lo publicado está en este Enlace a las entradas anteriores. Vamos al tema.
No hemos guardado relación que nos permita identificar dónde comimos cada día. Es una información que deberíamos haber tenido, la relación de lugares e incluso ubicación, pero el desarrollo fue el siguiente:
El primer día nos sorprendió que nos llevaran a una especie de salón de bodas, bautizos y comuniones de esos que abundan en los alrededores de cualquier ciudad. En el "Plan de viaje" que recibimos figuraba escuetamente "comida (o cena) en restaurante". Y así como los hoteles estaban perfectamente identificados, incluso con su web en la que podías situarlos y cotillear, aquí no. Literalmente, nos llevaron a donde quisieron, pues la planificación fue por la corresponsal china.
Al principio nos chocó la cosa: Trayecto en autobús, que nos permitía ver las calles de Pekín, comida en salón de este tipo con mesa grande y plataforma giratoria en el centro. Variedad de platos, todos chinos, claro.
Lo primero que te dicen es que la primera bebida es gratis. Pero ojo, la primera bebida es "un vaso de... " y te ponen agua, cerveza o lo que pidas, dentro de un orden. Iremos viendo que el tamaño de los vasitos va variando, luego lo incluido en "gratis" es relativo.
Si quieres más cerveza, por ejemplo, la tienes que pagar. El precio variaba según el sitio, entre 6 y 15 yuanes. Barato para nosotros (1 EUR = 7,47460 CNY a fecha de hoy), pero para ellos más significativo, claro. Lo primero que nos llamó la atención es la desconfianza: Te traían la botella, pero prácticamente no la soltaban hasta que les dabas la pasta. (Si queréis, aquí tenéis más información sobre el yuan chino). Lo positivo es que las botellas eran de más de 500 cc, en algunos casos de volúmenes extraños, como 625 cc. O sea, que había bastante.
El servicio engañaba: A la entrada te esperaban sonrientes unos cuantos, en ocasiones alineados y uniformados. Pero en cuanto empezaba la marcha desaparecían, y era bastante difícil que te hicieran caso. Inglés no sabían, y el guía tenía que mediar, porque aquellas/os no se enteraban, y bien se enfadaban o se iban. O ambas cosas. Llegamos a la conclusión, tanto con camareros como con muchos de los empleados de hotel, en que cuando les preguntas o pides algo te miran, sonríen y luego hacen lo que les da la gana. Y es que no entienden castellano, pero inglés tampoco. De eso de que con el inglés se va a todas partes os podéis desengañar.
Otra cosa que nos llamó la atención es que se chillaban. Podías estar hablando tranquilamente con tus compañeros de mesa mientras una camarera te servía cuando empezaba a gritar a tu oído de forma ensordecedora. Y es que se comunicaba con la cocina, que podía estar varios pasillos más allá. Las conversaciones entre ellas (generalmente eran féminas) rebosaban decibelios, con caso omiso de nuestra sensibilidad como clientes. Claro, que los comensales allí aportan su griterío correspondiente, y están acostumbrados a eso.
Primero lo que te ponen es picante, ojo. O primero te ponen el picante, lo que quieras. Es para que pidas más bebida. Pagando previamente, claro, pero no te explican nada, así que la determinación de lo que pica o no lo teníamos que hacer los voluntarios pues había personas que no lo admitían. En realidad, es poco fiable su concepto de picante con respecto al nuestro, de todas formas.
La cerveza es buena, y es barata. Lo difícil es que te la pongan fría. En ocasiones vimos cómo tenían que salir a comprar porque simplemente no tenían en el "restaurante". Y es que ellos no beben nada frío. Eso sí, durante toda la comida tienes té todo el que quieres (normalmente, de Crisantemo)
La cosa fue cambiando cuando salimos de Pekin. Nuestro viaje se iba apartando de lugares frecuentados por turistas occidentales, y saturados por el turismo interior, que proporcionalmente oculta este. Al principio nos lo tomamos deportivamente, pues era una ocasión de ver la "china auténtica". Pero pronto llegamos a la conclusión de que el guía nos estaba llevando a los comedores que más le beneficiaban (a él o a su organización), y que estábamos perdiendo tiempo de viaje en desplazamientos sobrevenidos y mucha calidad en comidas y cenas quizás por un excesivo afán de beneficio de los agentes allí, y por un descuido o dejación de los organizadores en Valencia.
Entramos en alerta el segundo día, que nos recogió en la estación de Xian el nuevo guía que nos acompañaría durante el resto del viaje. Ya en el autobús empezó a anunciarnos y a ponernos por las nubes una cena con actuaciones, cosa que nos recordó las famosas cenas medievales de Alfaz del Pi o los tablaos flamencos varios. Una turistada, vaya. Como ninguno entramos en el tema, y le dijimos que a eso no íbamos, se amoinó él y se amoinaron los del comedor de destino, que nos tuvieron que habilitar un salón desde el que no se viera la antedicha actuación.
A partir de ahí nos encontramos con diferentes lugares para comer y/o cenar, puesto que en alguno repetimos. Los había decentes, en los que podías comer con una cierta garantía de higiene, salvando en algunos casos el acceso a los servicios, que eso es otro artículo. Otros aparecían como correctos hasta que te fijabas en el empapelado del salón o en los chorretes del aire acondicionado, sin limpiar desde las primeras dinastías. Y también hubo alguno en el que, por ejemplo, en medio del WC de caballeros había abandonado un sillón desvencijado y roto, y es que la ventana, abierta, daba paso a un vertedero inmundo. Imaginad que no quisimos ni mirar a la cocina al volver al comedor. Toda una experiencia.
En cuanto al ambiente, en la mayoría de ocasiones nos ponían en reservados donde los trece componentes del viaje cabíamos en una mesa o en dos, según tamaño. En otra ocasión compartimos reservado, separados por un biombo, con un grupo de aborígenes cuyo escándalo mayúsculo nos dejó mareados. Y en otras compartíamos gran salón. Y en estos era admirable ver cómo ellos dejaban las mesas y el suelo alrededor. Por decirlo suavemente, su concepto de la higiene es muy diferente al nuestro. Mucho. Hay que decir, en defensa del pueblo chino, que por aquí tampoco nos quedamos cortos si atendemos, por ejemplo, a las fiestas de nuestros queridísimos estudiantes (Universitarios entre mierda) o cómo dejamos los valencianos la Plaza del Ayuntamiento tras una mascletá. (Entradas sobre Fallas). Y no se puede alegar la diferencia cultural, no vayamos a ver la paja en ojo ajeno.
Volviendo a las comidas, acabamos hasta el gorro pues el menú era prácticamente el mismo: Muchas cosas, variadas, sí, pero siempre las mismas. Al final acabas añorando el bocata de chorizo. ¿Y el pescado del Rio Amarillo? (O de donde fuere) Solamente con pensar los millones de personas que viven en la orilla de ese río y la escasez de depuradoras, pues se le va a uno las ganas de pez. Probé uno una noche y no estaba mal. Sobreviví, y me prometí no someterme a tales peligros nunca más. Lo que hace el hambre.
Otro tema destacable es el de los palillos. Para los que somos muy burros con ellos y no nos aclaramos en ocasiones era muy difícil conseguir cubiertos. simplemente, no tenían y al final nos conseguían cualquier aproximación. O sea, que si queréis internaros por la China profunda ya podéis ir aprendiendo.
Conclusión: Acabamos el viaje convencidos de que habíamos sido utilizados malamente y de que habíamos perdido tiempo de desplazamiento en ir a sitios muy mejorables. De hecho hubo quienes en alguna ocasión se buscaron la cena por su cuenta y hallaron mejores restaurantes y más baratos en las cercanías de los hoteles. O sea: Si vais a ir en un viaje organizado a China procurad que vuestra agencia controle bien a los corresponsales allí no vaya a ser que acabéis pensando que con el dinero pagado hubierais podido comer mucho mejor y en mucho mejores sitios. De hecho, ha habido quien al regreso ha presentado reclamaciones formales y otros que lo almacenamos en nuestro corazoncito viajero para futuras ocasiones. Siempre se aprende. Como parte positiva, la vivencia en "auténticos" comedores de la "auténtica china", y ver de paso desde las ventanillas del autobús las auténticas calles. En fin, una experiencia muy interesante.
La penúltima noche en Pekín (la última iba a ser demasiado apretada por los horarios de retorno) tuvimos la típica cena del Pato Laqueado. Aquí el sitio estaba bastante bien y podíamos ver cómo nos hacían el pato y todo. Veréis que muy pulcramente, con guantes y mascarilla.
Luego, para comernos el pato nos sacaron unas tortitas y unas salsas, y una joven con cara de no muy buen humor empezó a enseñarnos cómo se hacían los rollitos de pato laqueado hasta que se cansó y nos dejó con el tema. Al final, como buenos españoles, hicimos lo que quisimos.
Y para terminar un vídeo curioso sobre cómo hacen la sopa de pasta, los tradicionales "Fideos". No es Kebab, no. Es pasta.
En cualquier caso la experiencia en general es interesante. Debe serlo más para el que le guste la comida china, aunque tanta repetición cansa al más forofo. Y hablo de lo que nos dieron, que imagino que serán platos pensados para turistas. Juzgamos sobre lo que conocemos, con el máximo respeto al resto.
Espero que os haya resultado interesante esta panorámica y no tengo duda de que en China hay excelentes restaurantes, excelente comida y gente muy aseada, ojito. Cada uno cuenta la misa por lo que ha visto. Mi agradecimiento especial al resto de compañeros de viaje que han aportado sus fotos y vídeo para enriquecer este texto.
En la próxima entrada hablaremos de los guerreros de Xian. Eso sí que mola.
Continuamos con el viaje a China y hoy toca hablar de los comedores, las comidas y las cenas. Si os queréis ambientar y recordar lo publicado está en este Enlace a las entradas anteriores. Vamos al tema.
No hemos guardado relación que nos permita identificar dónde comimos cada día. Es una información que deberíamos haber tenido, la relación de lugares e incluso ubicación, pero el desarrollo fue el siguiente:
El primer día nos sorprendió que nos llevaran a una especie de salón de bodas, bautizos y comuniones de esos que abundan en los alrededores de cualquier ciudad. En el "Plan de viaje" que recibimos figuraba escuetamente "comida (o cena) en restaurante". Y así como los hoteles estaban perfectamente identificados, incluso con su web en la que podías situarlos y cotillear, aquí no. Literalmente, nos llevaron a donde quisieron, pues la planificación fue por la corresponsal china.
Al principio nos chocó la cosa: Trayecto en autobús, que nos permitía ver las calles de Pekín, comida en salón de este tipo con mesa grande y plataforma giratoria en el centro. Variedad de platos, todos chinos, claro.
Lo primero que te dicen es que la primera bebida es gratis. Pero ojo, la primera bebida es "un vaso de... " y te ponen agua, cerveza o lo que pidas, dentro de un orden. Iremos viendo que el tamaño de los vasitos va variando, luego lo incluido en "gratis" es relativo.
Si quieres más cerveza, por ejemplo, la tienes que pagar. El precio variaba según el sitio, entre 6 y 15 yuanes. Barato para nosotros (1 EUR = 7,47460 CNY a fecha de hoy), pero para ellos más significativo, claro. Lo primero que nos llamó la atención es la desconfianza: Te traían la botella, pero prácticamente no la soltaban hasta que les dabas la pasta. (Si queréis, aquí tenéis más información sobre el yuan chino). Lo positivo es que las botellas eran de más de 500 cc, en algunos casos de volúmenes extraños, como 625 cc. O sea, que había bastante.
El servicio engañaba: A la entrada te esperaban sonrientes unos cuantos, en ocasiones alineados y uniformados. Pero en cuanto empezaba la marcha desaparecían, y era bastante difícil que te hicieran caso. Inglés no sabían, y el guía tenía que mediar, porque aquellas/os no se enteraban, y bien se enfadaban o se iban. O ambas cosas. Llegamos a la conclusión, tanto con camareros como con muchos de los empleados de hotel, en que cuando les preguntas o pides algo te miran, sonríen y luego hacen lo que les da la gana. Y es que no entienden castellano, pero inglés tampoco. De eso de que con el inglés se va a todas partes os podéis desengañar.
Otra cosa que nos llamó la atención es que se chillaban. Podías estar hablando tranquilamente con tus compañeros de mesa mientras una camarera te servía cuando empezaba a gritar a tu oído de forma ensordecedora. Y es que se comunicaba con la cocina, que podía estar varios pasillos más allá. Las conversaciones entre ellas (generalmente eran féminas) rebosaban decibelios, con caso omiso de nuestra sensibilidad como clientes. Claro, que los comensales allí aportan su griterío correspondiente, y están acostumbrados a eso.
Primero lo que te ponen es picante, ojo. O primero te ponen el picante, lo que quieras. Es para que pidas más bebida. Pagando previamente, claro, pero no te explican nada, así que la determinación de lo que pica o no lo teníamos que hacer los voluntarios pues había personas que no lo admitían. En realidad, es poco fiable su concepto de picante con respecto al nuestro, de todas formas.
La cerveza es buena, y es barata. Lo difícil es que te la pongan fría. En ocasiones vimos cómo tenían que salir a comprar porque simplemente no tenían en el "restaurante". Y es que ellos no beben nada frío. Eso sí, durante toda la comida tienes té todo el que quieres (normalmente, de Crisantemo)
La cosa fue cambiando cuando salimos de Pekin. Nuestro viaje se iba apartando de lugares frecuentados por turistas occidentales, y saturados por el turismo interior, que proporcionalmente oculta este. Al principio nos lo tomamos deportivamente, pues era una ocasión de ver la "china auténtica". Pero pronto llegamos a la conclusión de que el guía nos estaba llevando a los comedores que más le beneficiaban (a él o a su organización), y que estábamos perdiendo tiempo de viaje en desplazamientos sobrevenidos y mucha calidad en comidas y cenas quizás por un excesivo afán de beneficio de los agentes allí, y por un descuido o dejación de los organizadores en Valencia.
Fuera de Pekin y pasado Xian las ciudades restantes están más apartadas de los circuitos turísticos. |
Como veis, los salones son inmensos. Las celebraciones han de ser masivas. |
Una forma de presentar la pasta que a mi me resultó muy poco apetitosa. |
Con ojitos de bichito y todo. Era pasta, tranquilos. |
Volviendo a las comidas, acabamos hasta el gorro pues el menú era prácticamente el mismo: Muchas cosas, variadas, sí, pero siempre las mismas. Al final acabas añorando el bocata de chorizo. ¿Y el pescado del Rio Amarillo? (O de donde fuere) Solamente con pensar los millones de personas que viven en la orilla de ese río y la escasez de depuradoras, pues se le va a uno las ganas de pez. Probé uno una noche y no estaba mal. Sobreviví, y me prometí no someterme a tales peligros nunca más. Lo que hace el hambre.
Esto también era pasta, representando ranas. Ideal para quien coma ranas. |
Conclusión: Acabamos el viaje convencidos de que habíamos sido utilizados malamente y de que habíamos perdido tiempo de desplazamiento en ir a sitios muy mejorables. De hecho hubo quienes en alguna ocasión se buscaron la cena por su cuenta y hallaron mejores restaurantes y más baratos en las cercanías de los hoteles. O sea: Si vais a ir en un viaje organizado a China procurad que vuestra agencia controle bien a los corresponsales allí no vaya a ser que acabéis pensando que con el dinero pagado hubierais podido comer mucho mejor y en mucho mejores sitios. De hecho, ha habido quien al regreso ha presentado reclamaciones formales y otros que lo almacenamos en nuestro corazoncito viajero para futuras ocasiones. Siempre se aprende. Como parte positiva, la vivencia en "auténticos" comedores de la "auténtica china", y ver de paso desde las ventanillas del autobús las auténticas calles. En fin, una experiencia muy interesante.
La penúltima noche en Pekín (la última iba a ser demasiado apretada por los horarios de retorno) tuvimos la típica cena del Pato Laqueado. Aquí el sitio estaba bastante bien y podíamos ver cómo nos hacían el pato y todo. Veréis que muy pulcramente, con guantes y mascarilla.
Luego, para comernos el pato nos sacaron unas tortitas y unas salsas, y una joven con cara de no muy buen humor empezó a enseñarnos cómo se hacían los rollitos de pato laqueado hasta que se cansó y nos dejó con el tema. Al final, como buenos españoles, hicimos lo que quisimos.
Y para terminar un vídeo curioso sobre cómo hacen la sopa de pasta, los tradicionales "Fideos". No es Kebab, no. Es pasta.
En cualquier caso la experiencia en general es interesante. Debe serlo más para el que le guste la comida china, aunque tanta repetición cansa al más forofo. Y hablo de lo que nos dieron, que imagino que serán platos pensados para turistas. Juzgamos sobre lo que conocemos, con el máximo respeto al resto.
Espero que os haya resultado interesante esta panorámica y no tengo duda de que en China hay excelentes restaurantes, excelente comida y gente muy aseada, ojito. Cada uno cuenta la misa por lo que ha visto. Mi agradecimiento especial al resto de compañeros de viaje que han aportado sus fotos y vídeo para enriquecer este texto.
En la próxima entrada hablaremos de los guerreros de Xian. Eso sí que mola.
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