Los derechos fundamentales de todo ser humano (La sanidad, la educación, la justicia, el derecho a una vivienda digna, a sacar adelante a una familia, a aspirar a una justicia real, accesible y gratuita...), nunca deberían ser objeto de negocio, especulación o privatización. Si un gobierno gestiona mal, cámbiese el gobierno. Pero que no se utilice la rentabilidad como argumento para el saqueo de los bienes públicos. Los derechos no tienen precio, ni son negociables.


viernes, 11 de octubre de 2019

El fantasma de la Cigüeña - Cuando estábamos allí

Buenas noches a todos.

Este es uno de los temas que desde hace años quiero exponer tranquilamente. Creo que lo que voy a contar tiene algo que aportar. Lo comenté informalmente en distintos foros que no lo recogieron porque, estimo, no era interesante para el tono de esoterismo en el que se suelen ubicar estas cosas.


No es esta una versión  que pretenda desacreditar ni desmentir los muchos otros testimonios, opiniones, artículos y vídeos que se han hecho sobre el tema. No, todos esos escenarios son posibles y analizables. Esto simplemente es una aportación de información y cada cual que haga con ella lo que quiera. Procedemos.

En 1987 ingresé en la naciente Consellería de Sanidad a través de la Dirección General de Salud Pública, con la misión de ir montando la Informática en una organización en la que aún no existía formalmente, como cuento en esta entrada: La Informática que conocí - 1988 - Pcs en vez de máquinas de escribir.

En 1989, avanzado ya esto, fui destinado por orden directa del Conseller e instrucción del Secretario General al gabinete de aquel estimado y querido Conseller D. Juaquin Colomer, de quien todos guardamos excelente recuerdo. Mis funciones en este gabinete incluían la necesidad de quedarme muchas noches preparando trabajos informáticos necesarios al día siguiente, bien por cuestiones de gestión o por emergencias sanitarias. Tenía pues permiso de las más altas instancias para quedarme hasta que fuera necesario (más de una noche entera me consumieron aquellos ordenadores y aplicaciones mucho más lentos que los actuales)

En el edificio de La Cigüena entrábamos por la C/ Amadeo de Saboya. Hay una gran escalera a las plantas superiores que rodea una gran columna metálica. Al pie de esta escalera estaba la mesa en la que se sentaba el guardia de seguridad.


A la izquierda, en el bajo, estaban los servicios informáticos de la Consellería de Agricultura, y a la derecha la Dirección General de Consumo. Nosotros estábamos en la primera planta. A la derecha según subías estaba la "Planta noble", con el despacho del Conseller y demás altos cargos (Los balcones grandes que se ven desde la calle, en el chaflán). A la izquierda había un pasillo con una serie de habitaciones, ahora despachos, a los dos lados. Al final a la derecha estaban los ascensores, en un hueco en el que se colocaron las fotocopiadoras y alguna de aquellas inmensas impresoras láser de entonces.

Las plantas superiores repetían el mismo esquema, pero sin planta noble, claro.

Cuando llegamos al edificio ya circulaban las historias de las famosas apariciones de la fantasma. Decían que alguno se la había encontrado en el despacho al acudir temprano. También decían que habían encontrado a algún alto cargo en el despacho en actitudes más materiales con una señora poco fantasmagórica, pero historias de estas creo que hay en todas partes.

Se fueron incrementando los rumores y las presuntas raras experiencias sucedidas a los guardias, que no nos llegaban nada claras porque obviamente ni la empresa de seguridad ni la Secretaría General veían con buenos ojos que esto pudiera trascender a la prensa.

Yo detectaba el incremento de tensión en alguno de los vigilantes que estaban las noches que me tocaba quedarme. Solían ser gente muy maja con la que me gustaba conversar, más que nada para que tuvieran constancia de que yo me movía por el primer piso, y de que no estaban solos. La mayor parte de ellos dedicaba el tiempo disponible entre rondas a estudiar oposiciones, y alguno a empaparse revistas de armas, sobre las que teníamos interesantes conversaciones. Quiero decir con esto que no eran, en principio, personas aparentemente asustables.

Yo bajaba a cenar a alguno de los bares de los alrededores, y a la vuelta aprovechaba para recordarles que estaba por arriba. Aún así, y en medio de la psicosis, una noche, sobre las cuatro de la mañana, al bajar vi que la mesa del vigilante estaba vacía. Tuve un presentimiento y le llamé por su nombre (me preocupaba de saberlo en previsión de esto) "Fulano, que soy yo, que salgo ya."

Dicho esto me sale de detrás de la esquina que estaba yo a punto de doblar el guardia, pálido y con las esposas en los nudillos, dispuesto a dejarme seco de un golpe "Ostia, tío, me había olvidado de que estabas y me he asustado con los pasos". Afortunadamente, me libré de un hierrazo en mi cráneo nada fantasmagórico, pero esto demostraba que sobre estos trabajadores empezaba a haber presión con el tema.

De tal forma que una noche en la que no estaba yo (realmente me tenía que quedar pocas, afortunadamente) fue cuando se desató el caso famoso en el que encontraron por la mañana al guardia con un ataque de pánico, jurando que no volvía a entrar al edificio. Sobre estos hechos se ha escrito mucho, Internet está llena de referencias y no quiero aburriros. Tampoco me declaro sobre si son ciertas o no, lo que sí es seguro que una persona suficientemente influida puede llegar a ver apariciones y estar convencido de que son reales. Y aquí entra mi aportación:

Las versiones que a mi me llegaron era que "El fantasma sale de las habitaciones y flota por el pasillo hasta llegar a la escalera, donde desaparece". Este era el denominador común que logré sacar de las conversaciones con los vigilantes y sus informaciones internas. Ahora fijaros en este esquema, un tanto burdo pero espero que clarificador:


Durante todo el día las fotocopiadoras estaban en marcha, generando ozono (ionizado positivamente). Creo que había cuatro en el mismo cuarto que en realidad era el descansillo de los ascensores. Sin ventanas, solamente los huecos de los mismos.

Por las noches, en determinadas circunstancias, los gases son impulsados por el pasillo por la corriente que entra por el hueco de los ascensores y tiene, como salida natural, el hueco de la escalera.

La interacción de una nube de gas ionizado sobre una persona genera, sin duda, sensación dérmica, más si la persona está ya en tensión. De ahí las experiencias que algunos narran al respecto.

Estas nubes son susceptibles de tener determinada luminiscencia, o reflejos. De forma que lo que una persona vería es algo gaseoso con tenue iluminación flotando por el pasillo. Está claro que si piensas en fantasmas ves un fantasma y si eres religioso ves a La Virgen. Lo que ves se traduce en función de tus creencias. Y ya está el susto.

Es evidente que cualquier nube ionizada cuando choca con una columna metálica se neutraliza. el fantasma desaparece, claro.

Como veis, es una explicación sencilla que puede justificar algunos de los incidentes. No quiero decir que el tema se reduzca a esto, pues al parecer las historias de fantasmas surgen de antes de que existiera allí la Consellería y las fotocopiadoras. El caso de las visiones inducidas por ionización del aire era frecuente cuando investigábamos, allá por los 70, los casos ufológicos.

Se hablaba también de las continuas llamadas de teléfono. Aparte de que no sé qué relación habrá entre los fantasmas y los teléfonos, hay que decir que siempre ha habido gente que, ante una emergencia sanitaria llama a cualquier teléfono que ponga Sanidad. En muchas ocasiones, incluso con centralita por medio, nos han llegado a Informática llamadas solicitando atención médica. Que en una Consellería de Sanidad suenen los teléfonos por la noche no debía ser extraño, y menos en aquel tiempo en que el personal confundía servicios.

También se hablaba de que se oía a un niño llorar. Os puedo asegurar que una persona sola en un edificio con esas historias puede acabar oyendo llorar niños y cantar saetas el mismo Lucifer. Y el que crea que está libre que pase por la experiencia.

Personalmente nunca llegué a ver el fantasma, ni se me cruzó nunca una señora en camisón. Tras el evento contado, algún compañero me insistía en quedarnos por la noche y subir a la segunda planta donde era más frecuente la aparición. Evidentemente, y más después de la experiencia en la mili que conté en Cuarto Milenio (La experiencia-inexplicable-fisico-Angel-Ocon - este enlace está muy cortado, la intervención entera dura más) no me gusta jugar con estas cosas,

Dicho esto os pongo algunos enlaces para refrescaros la memoria:

El fantasma de la conselleria.

Cuarto-milenio - La dama de la Cigüeña

La Generalitat no cree en fantasmas

Al asunto se le echó tierra pues, como ya hemos dicho, ni a la empresa ni a la Generalitat les interesaba que este tema se aireara.

Y termino insistiendo que, como se procede en en el tema ufológico, he intentado ver las explicaciones racionales que pueden solventar un porcentaje de estos incidentes. Que haya cosas que, descartadas estas, puedan seguir aconteciendo sin explicación hasta el presente no lo niego.

Para acabar y relajarnos, un poco de humor. ¿Los fantasmas saben qué ponerse?

Espero que os haya parecido interesante. Hasta la próxima entrada, gracias por vuestra compañía.

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