Los derechos fundamentales de todo ser humano (La sanidad, la educación, la justicia, el derecho a una vivienda digna, a sacar adelante a una familia, a aspirar a una justicia real, accesible y gratuita...), nunca deberían ser objeto de negocio, especulación o privatización. Si un gobierno gestiona mal, cámbiese el gobierno. Pero que no se utilice la rentabilidad como argumento para el saqueo de los bienes públicos. Los derechos no tienen precio, ni son negociables.


jueves, 25 de marzo de 2021

Sanidad: Anular no es aplazar

 A quien corresponda en Sanidad.

Cualquier ciudadano sabe la diferencia entre anular una cita o aplazarla, y un trabajador de Sanidad debe, sin duda, conocerla. Por lo tanto, la asignación de este atributo a una de ellas debe ser cuidadosa, y me explico con un ejemplo:

(Esta imagen es un ejemplo, no implica que la aplicación utilizada esté igual)

Hace casi un año tenía programada una cita con el servicio de Traumatología del Hospital Clínico, en Valencia. Recibí días antes una llamada diciéndome que por la pandemia tal cita era aplazada, que me llamarían, que ni me acercara al hospital tal y cómo estaban las cosas.

Lo vi totalmente razonable, y durante este año he estado esperando tal llamada, tal carta. (Ni me llama, ni me escribe, como el chiste del gorila). Cuando ya mi movilidad está más que comprometida a pesar de medicinas y bastones, decidí empezar a llamar al servicio de atención al paciente. (SAIP) del mismo hospital. Nada, comunicando todo el rato.

Solución poco recomendada: ir al hospital, ahora que ya han abierto la posibilidad de visitas presenciales. Atención muy amable por parte de la enfermera de la puerta y respuesta: "El servicio de Atención al Paciente funciona de 9 a 11, y no llames porque no lo cogen.". Curioso servicio de atención al paciente que funciona en tan corta ventana de tiempo, y mucho más curioso que no puedas acceder por teléfono, debe ser cosa de Sanidad últimamente.

Voy en hora, cola en la puerta. Al final lo consigo y la persona que me atiende, muy amable, alucina. "¿Casi un año y no te han llamado?¡Pobre, cómo estás!". Mira el ordenador y alucina aún más "¡Pero cómo te van a llamar, si tu cita está anulada!¡Ves a cita previa y que te den cita!"

Pasillo adelante del Clínico llego a cita previa, más cola, pero también me puedo sentar. Otra persona detrás de la ventanilla me dice cosas que no puedo oír, porque alrededor hay un gallinero de gente chillando. No entiendo por qué la gente tiene que hablar a gritos, personal incluido, y menos dentro de un hospital. Total, que de mala gana me extiende un papel: Ya tengo cita, justo al año.

Mi caso está resuelto (espero), pero como trabajador de sanidad jubilado me preocupa mucho el tema. ¿Cuántas citas se habrán anulado en lugar de aplazado? ¿Cuántos pacientes estarán esperando que les llamen cuando su cita, al haber sido anulada, ya no aparece en los ficheros? Para la contabilidad formal del departamento de salud (no creo que sea intencional), estupendo, hay muchas menos citas pendientes. Pero para la persona que está esperando, un martirio, pues puede haber casos mucho más graves que el mío en los que la demora sea vital, oncología por ejemplo.  

No creo que yo haya sido un caso especial, sino que se debe a una operatoria errónea. Se han anulado las citas en lugar de aplazarlas, lo cual quiere decir que esas citas no figuran como pendientes, sino que ya no figuran, y esto es grave. No conozco la aplicación concreta, pero está claro que en Atención al Paciente saben cuando una cita está anulada.

Cualquier paciente que llega a una cita en consultas externas es, normalmente, porque su especialista del centro correspondiente le ha remitido para ya recibir tratamiento hospitalario. Esto es fruto de un proceso de sucesivas visitas, pruebas, etc. El especialista del centro cree que el paciente está en manos del hospital, el paciente también, pero su registro de cita ya no existe, mire usted, su cita ha sido anulada. El paciente está en un limbo en el que no consta para nadie que está esperando.

Cualquier informático de Sanidad ha visto situaciones como estas, y peores. Veces en las que la persona que opera la aplicación informática toma decisiones erróneas bien por prisa, pereza, desidia, desconocimiento o cualquier otra posible causa de error cuando se está frente a una pantalla. Os he puesto en la imagen un ejemplo genérico de un menú de este tipo, en el que lo más fácil y rápido es escoger la opción "Anular", con lo cual se ha sentenciado ya la cita. Esto, claro, puede pasar en cualquier departamento de salud.

Hay que decir que no es extraño esto, porque una cosa es la informática de trincheras, en las que con orgullo he militado durante muchos años, que se hace y se vive junto al trabajador en primera línea, y otra cosa es la informática de despacho en la que se encarga a una empresa externa una aplicación que al final está hecha por chavales bienintencionados que trabajan mucho, cobran poco y saben muy poco del entorno al que va dirigida la aplicación. Resulta así una herramienta susceptible de fallos de este tipo, pues aunque parezca mentira la posición en la que pones las opciones es muy importante a la hora del trabajo a destajo frente al público. Explicar estas evidencias nos ha costado mucho a la vieja guardia informática de Sanidad.

Como podéis ver hay muchas causas para el posible fallo, pero el fallo existe, y es preocupante, porque puede alcanzar, como ya he dicho, a personas cuya salud, calidad e incluso continuidad de vida depende de tales citas, y no sepan que tienen que ir a reclamarlas, o no puedan. ¿Cuántas citas se han anulado con la pandemia?¿Cuantas se han quedado como pendientes? ¿Cómo funciona la aplicación? ¿Se ha instruido convenientemente a las personas que la manejan? Me temo que la instrucción fuera "Hay que anular todas las citas, ya les llamaremos" y quien tuvo que hacerlo ante pantalla escogió tal opción, cuando lo que procedía era aplazarlas. El lenguaje puede matar.

Lo cual explico y cuento a quien corresponda, para que se ponga en valor la precisión y corrección de estos procesos, y se solucione la parte posible. Y a todos vosotros, pacientes reales o potenciales, para que cuando veáis que alguien se queja "No me llaman desde Sanidad" puede ser porque en vez de haberles aplazado la cita simplemente se la han anulado. Hay diferencia.

Ángel Ocón Giménez, informático de Sanidad desde 1984 a 2016.

miércoles, 24 de marzo de 2021

Mi Valencia de los 50-II - Por Trinitarios al Temple

 Buenas noches a todos. Continúo con estas historias que empecé a publicar hace casi un año en Mi Valencia de los 50. Me ahorro las localizaciones porque están en esta primera parte, así que voy a empezar por donde me quedé, que era saliendo desde mi calle (Boix) a la calle Trinitarios, que era la puerta de nuestras emociones, ya nos alejábamos del territorio conocido. Hoy veremos la parte que "baja" hacia la Plaza del Poeta LLorente y la Iglesia del El Temple.

Trinitarios, al fondo El Temple (Foto de Google)

Esta calle tiene para mi especiales recuerdos. En primer lugar, me sorprendió cuando hice estas fotos ver alguno de los balcones de su parte izquierda con vida. No recuerdo haberlos visto nunca abiertos, ni siquiera los bajos. Tengo mi propia teoría de las causas, que os voy a contar:

Calle Trinitarios, foto propia.

Si os fijáis en esta fotos de Google, la finca tiene un patio interior ajardinado. la verdad es que yo pensaba que era mucho mayor, entonces me parecía inmenso.

Foto de Google Maps

Y es que mi madre tenía una amiga con hijos de mi edad, que vivían allí, de forma que más de una tarde íbamos a su casa "a jugar". Recuerdo que aquella casa, como muchas entonces, estaba enfocada hacia el interior. El "salón de estar", la cocina y la zona donde se hacía vida daban al patio interior, con amplias cristaleras (aún recuerdo aquellos suelos de mosaico pequeñito, en blanco y negro, haciendo figuras geométricas).

Foto de Google Maps

Los salones que daban a la calle eran "los de las visitas", los de los muebles buenos que no se podían usar, porque eran los de lucir en las ocasiones. Aquellos salones tenían densas cortinas que preservaban tales muebles de la luz, así que los balcones no se usaban para nada, por eso la fachada desierta e inmutable. (Los que yo vi la última vez en un balcón eran gente joven, imagino que la repoblación natural del barrio, cambio de costumbres o apartamentos turísticos).

Pero en aquellos oscuros y tétricos salones había algo que a mí me impresionaba más, y no era sólo en esta casa. Había unas imágenes religiosas de esas que ahora se pueden ver en los anticuarios, cubiertas por una urna de cristal. Y unos reclinatorios.

Foto de Wikipedia

Y es que el padre, que era extremadamente religioso, obligaba a toda la familia a rezar el rosario, en aquellos reclinatorios, frente a aquellas imágenes, todas las noches después de cenar. Era época de la religión del miedo, del temor y del oscurantismo, y había muchos hogares así. Recuerdo una vecina que tenía ¡en su dormitorio! un cuadro inmenso con una virgen dolorosa a la que le salían gusanos del corazón, que se suponía que eran nuestros pecados. En cuanto pasaba por su casa (tenía una perra con la que me encantaba jugar) se esforzaba en enseñármelo y contarme lo de los gusanos, y a mi me daba un repelús tremendo. Pedagogía total para un niño pequeño como era yo, creo que por eso me siguen dando grima esas imágenes.

Volvamos a la luz. A la otra parte de la calle, unos apartamentos turísticos. O sea, que los gringos están copando el territorio sagrado. Nos arrepentiremos.

Foto propia

Siguiendo hacia el Temple, en esta misma acera de la derecha, en un bajo que últimamente era una galería de arte (no sé si seguirá siéndolo) había una peluquería, un bajo de aquellos grandes en los que enfrente de la puerta, en alto, había unas habitaciones y al fondo una escalerilla para subir. Todo el salón pintado de azul, en la pared de la izquierda los espejos y una gran foto ovalada, en blanco y negro, con un señor con bigote, debía ser el antecesor del peluquero, creo que le llamábamos el Sr. Vicente. Tenía un ayudante, de cuyo nombre no me acuerdo, y tres sillones de esos de peluquería antigua con asiento de rejilla (ahora valdrían una pasta) de los cuales uno estaba roto, en la otra pared. (Parece que en las peluquerías siempre tiene que haber un sillón roto ¿no?)

Foto propia 

A mi me ponían una especie de bandeja entre los brazos del sillón para que me sentara más alto, y yo me fijaba siempre en el infiernillo de alcohol donde el Sr. Vicente mantenía caliente el agua para los afeitados, con brocha y navaja de aquellas que se abrían. Yo creo que por esto me he afeitado siempre con jabón y brocha, por muchas máquinas eléctricas que hayan pretendido regalarme. Eso si, en vez de navaja uso maquinillas desechables, me he modernizado.

Al final de la calle, en la esquina con el Carrer dels Mestres, un caserón, palacio o palacete (nunca he sabido lo que era) que siempre he visto en ruinas o en restauración, excepto un tiempo en el que fue sede del Instituto Goethe, por tanto se impartían allí clases de alemán entre otras actividades.

Foto propia

Terminamos aquí con una panorámica Googliana de la calle Trinitarios, mirando hacia la Calle de El Salvador, en la que han sido captados unos repobladores temporales de los dichosos apartamentos turísticos. 


En la próxima entrada os contaré lo de María la pantalonera y que mis amigos del barrio que eran monaguillos en la Iglesia del Temple se lo pasaban pipa orinando en la pila del agua bendita y viendo luego cómo las beatas se santiguaban. Luego me enteré de que era práctica habitual en otras iglesias también. 

Espero que os haya gustado y que esto colabore a ver este barrio con más información, de cuando era un barrio vivo sin coches, con tiendas y gente aborigen por la calle, a ver si entre todos recuperamos estas pequeñas memorias de nuestras calles y de nuestras vidas.

Si os interesan más historias de este tipo, tenéis este mapa las que he ido publicando (en obras, conste, no están todas) 

Tenéis también el Mapa (general) del Blog donde podéis encontrar también las entradas de otros temas:

Mapa del Blog

Y para el que le guste la historia militar, el blog que también mantengo 

Un tanque de siete pesetas

Gracias por vuestra atención y cuidaros de las pandemias.