Los derechos fundamentales de todo ser humano (La sanidad, la educación, la justicia, el derecho a una vivienda digna, a sacar adelante a una familia, a aspirar a una justicia real, accesible y gratuita...), nunca deberían ser objeto de negocio, especulación o privatización. Si un gobierno gestiona mal, cámbiese el gobierno. Pero que no se utilice la rentabilidad como argumento para el saqueo de los bienes públicos. Los derechos no tienen precio, ni son negociables.


sábado, 25 de abril de 2020

Un viaje a China (6.1)_Kaifeng-Ciudad

Buenas noches a todos. Hoy vamos a tratar de la ciudad de Kaifeng, que nos encantó. Una "pequeña" ciudad china de "tan solo" cinco millones de habitantes. Vamos a contaros cosas sobre ella:

Kaifeng - foto propia
Empezamos como siempre con lo que nos cuenta Wikipedia: Kaifeng

Aquí tenéis su situación dentro de China:


Y aquí para ir desde España.


Cuesta mucho encontrar un video sobre esta ciudad en castellano, pero al fin tenemos este, como introducción (el inglés del presentador no es muy bueno, pero nos da igual)
KAIFENG CHINA

Aquí tenemos un vídeo general con bonitas imágenes e interesantes comentarios en chino. Yo tampoco los entiendo, pero ambientan.
Kaifeng, Henan

Un repaso general, en inglés pero hablan poco. Nosotros también encontramos representaciones tradicionales, deben ser muy frecuentes.
A day in Kaifeng

Otras preciosas imágenes generales. Parece que como no está en la ruta de las ciudades comunes al turismo occidental hay pocos videos en inglés, y menos aún en castellano.
【视频看中国】Kaifeng,The original place of the Qingming River

Y aquí una turistada en inglés, pero bueno:
This historical city of Kaifeng

En inglés, presentación general. Está bien.
Travelogue HQ】 Kaifeng of Henan / 河南 开封 1/2

Y la continuación, acaban con la comida. ¡qué manía!
【Travelogue HQ】 Kaifeng of Henan / 河南 开封 2/2

En inglés, para los que quieran cotillear más el tema de la comida.
The DEEPEST Street Food Tour of China - RARE Chinese Street Food Tour of Kaifeng, China!!!

Más de la calle de las comidas, sin comentarista (mejor)
The Amazing Street Food of Kaifeng & Luoyang, Henan

Y así era el tráfico en Kaifeng antes de la pandemia:
Kaifeng in China, kinstonjin

Así era la venta ambulante, bien reciente, justito antes del Coronavirus:
宋都御街 Kaifeng, China 중국개봉 송도어가 송나라시대의 옛거리 May 08. 2019

Una de nuestras fotos, perspectiva de la ciudad:
La ciudad - foto propia
Un poco de ambiente kaifenero:
Song Dynasty's female dancers in Kaifeng, China

Chulísima la reproducción de la batalla:
FORT ATTACK with Explosions! BATTLE of Ancient Chinese City KAIFENG!

Estas representaciones normalmente tienen lugar en el Parque del Milenio, y tanto el parque como las representaciones son en honor del pasado histórico:
Millenium City Park, Kaifeng

En este vídeo nuestro podéis ver el ambiente de la ciudad:


La explicación final del guía antes de mandarnos a paseo.


Unas últimas y bonitas vistas generales para despedirnos.
Get along with us touring the ancient architectures & magnificent city views in ancient city Kaifeng

Con este primer trabajo sobre Kaifeng hemos pretendido introduciros en esta preciosa ciudad, absolutamente recomendable. A continuación detallaremos en siguientes entradas otros puntos importantes, no os los perdáis en el submapa de viajes dedicado a China:

Submapa - Viajes - China

Tenéis también el mapa general del blog, constantemente en construcción, donde encontraréis sin duda entradas que os gusten.

El blog de anog - Mapa general


Espero que os haya gustado y que nos sigáis acompañando. ¡Hasta la próxima!

martes, 21 de abril de 2020

Mi Valencia de los 50 - La Calle Boix

Buenas noches a todos.

Una de las cosas que creo que nos toca a los que ya cumplimos una determinada edad es contar las cosas que conocimos y cómo las conocimos hace muchos años, para que la gente que viene detrás, si está interesada, tenga esa información. Además, tengo especial satisfacción en dedicar especialmente esta serie a mi amigo Orlando y su extraordinario grupo de Facebook Remember València  (Associació Cultural Remember València), que os recomiendo vivamente.

No es el caso de la mayoría de nosotros el tener una biografía aventurera ni aventurada, como aquellos de la generación anterior a la nuestra a los que tocó vivir una guerra, o varias, y muchas otras calamidades. No, en mi caso son cosas sencillas de una vida sencilla, como muchas otras. Pero son recuerdos que, como os pasará a vosotros, guardo con mucho cariño, y con tal los escribo para que no se pierdan, y para quien le interese. Y me voy a ayudar, ademáse de con fotos propias (hechas antes del confinamiento, claro) con la maravilla de Goole Maps. Empezamos.

Nací en 1952, en Valencia, en casa, como antes se nacía, un hermoso niño de 5,5 kg (sí, eso, y no los he perdido por el camino), en plena Ciutat Vella, como podéis ver en el mapa actual. Mis padres, orgullosos madrileños de pura cepa (mi padre de la Cava Baja y mi madre de Las vistillas) vinieron a Valencia en 1947, donde mi padre, funcionario, había sido destinado. Rápidamente se quedaron enganchados de esta tierra y mi madre, sobre todo, pasó a ser gran admiradora de Valencia y de sus gentes, sin perder sus raíces madrileñas. Aunque cada vez que volvía a Madrid decía que ese ya no era el suyo, que había crecido demasiado y quedaban pocos madrileños auténticos. A mi madre y a mi padre les pilló la guerra en plena adolescencia, entre los 14 y los 17 años, en un Madrid asediado, bombardeado y aterrorizado por los ataques de unos y los "paseos" de otros. Valencia para ellos era un paraíso ya entonces.


El distrito de Ciutat Vella entonces estaba realmente viejo, en mal estado, como todo en aquella época. Entonces era el Distrito Catedral, lo que entonces se llamaba "El Pequeño Vaticano", porque había un montón de iglesias (y las sigue habiendo). El río, por supuesto, no estaba nada urbanizado, pasaba por él aún El Turia al completo con sus aguas (En otra ocasión os contaré la riada desde mi memoria) y justo debajo del pretil había un montón de chabolas, origen de la gran cantidad de víctimas que ocasionó la Riada de 1957.


Mis padres afortunadamente habían conseguido un piso de alquiler, cosa nada fácil. De hecho, dada la escasez de viviendas, se autorizó sobreelevar las fincas antiguas para crear nuevos habitáculos, y en uno de estos nací yo, en un quinto y último piso de una finca que originalmente era de tres. Era un piso muy pequeño, pero muy abierto y soleado, alegre, que era lo que más valoraba mi madre, y claro, yo ahora. Era en la Calle Pintor Boix, Calle Boix para los amigos. Una calle ahora "con estilo" pues está llena de hoteles en las fincas restauradas. Una pena, se repinta el decorado y se cambia a los protagonistas.


Esta es mi calle, FPAP (fotos propias de antes de la pandemia, cuando sean de Google lo diré). En aquellos años no había coches, solamente los viejos cacharros que mi padre compraba a principios de verano para llevarnos a la playa, y que al terminar la temporada volvía a vender. Entonces había vida de calle, se conocían todos y se cotilleaba en las tiendas. Mi madre, cuando tenía que ir al mercado, iba hasta Mosen Sorell, y volvía cargada de bolsas. Ni Mercadonas, ni reparto, ni carritos de la compra, señoras cargadas. (Cuento más de esto en El nombre del Blog)

Los niños bajábamos a jugar en la calle. Sin móviles ni nada, oigan, sin casco ni arnés, a lo bruto. Y nos pegábamos, nos amigábamos y nos desamigábamos sin subir a casa, sin chivarnos a nadie y sin necesidad de psiquiatra infantil. En verano, al anochecer, yo subía mis cinco pisos a por mi bocadillo de tortilla francesa y una silla, y me bajaba con todo a la calle porque los niños hacíamos "la sopaeta", y muchos mayores se apuntaban luego. Los vecinos nos conocíamos y nos contábamos cosas. Más tarde llegó la televisión y todo eso se fue acabando, y los niños pasamos a cenar ante la pantalla a no ser que alguna madre inteligente apagara la tele y te dijera eso de "a la calle, a jugar". Cosa impensable ahora, me temo.


Esta era mi finca, la parte de fuera. Ahora está restaurada y convertidos los antiguos pisos en costosos apartamentos, espero que sean para vivir y no de alquiler turístico. La historia sociológica de estas fincas en aquellos tiempos es muy interesante, ya os lo contaré.


El portal era tremendo, con unos portones inmensos y un interior muy grande y tenebroso, con un farol cuadrado y enorme colgando con una diminuta bombilla que daba una luz mortecina. Ahora le han puesto ascensor, entonces no había, y hasta mi piso, el 5º, había 180 escalones que subíamos y bajábamos varias veces al día. No necesitábamos gimnasios.

Más tarde en el portal había una baldosa, a unos 2,30 metros del suelo, en la que ponía "Hasta aquí llegó la riada". Impresionante.


En la acera de enfrente, donde ahora hay un hotel, había una tienda, un ultramarinos. No me acuerdo del nombre del dueño. A su izquierda, más o menos donde está el restaurante, una panadería, de la que recuerdo las excelentes rosquilletas. También tengo el recuerdo de un cura, creo que era el párroco, que iba a la panadería con su sombrero de ala ancha y su sotana (como esas figuritas de Santiago de Compostela) y la gente que se cruzaba con él tenía que besarle la mano. Mis amigos cruzaban corriendo la calle a besar la mano del cura, pero yo siempre disimulaba, y no era por cuestión ideológica, sino que no me resultaba nada atrayente besar a aquel señor, oigan, que siempre he sido poco besucón y menos con curas. Hay que decir que en aquellos años de la dictadura, y en demasiados todavía más tarde, la Iglesia te podía salvar de un gran disgusto si certificaba que eras "buen cristiano y cumplías tus deberes como tal", por lo que muchos de esos besos no debían ser muy sinceros.


Abajo veis mi calle vista recientemente por Google. Al frente la cierra la C/ Trinitarios, y el estudio de Francis Montesinos, que entonces eran unas cocheras en las que una señora muy agradable vendía bacalao, y apestaba aquello cosa mala. El hijo se hizo famoso porque se fue a trabajar a Londres, fijaos, en aquellos tiempos, y llegó a director de hotel. Cotilleos del barrio.

También en uno de estos bajos era un secreto a voces que había una señora que se dedicaba a hacer abortos (a los niños no nos llegaba eso, claro, nos enteramos luego), cosa muy condenada entonces pero muy extendida porque no había medio de controlar la natalidad, y en aquellos barrios, y en muchos otros, la gente tenía muchas dificultades para sobrevivir, y eso de aumentar la familia era un problema. La cosa se acabó cuando vino la policía a detenerla, puesto que se le murió una paciente en mitad del proceso. Aún recuerdo los Seat 1500 grises de la policía y a los mismos "grises" en plena operación. Mal le iba a ir.


Mirando al otro lado de la calle ¿veis este edificio tan horrible? Pues aquí estaba el Colegio de El Pilar. Aún recuerdo ver salir al montón de niños. Luego se trasladó el colegio, tiraron el viejo e hicieron esto, donde hay unas escuelas profesionales. Era cotilleo general del barrio ver a las monjas javerianas que entonces lo llevaban (y no sé ahora) que eran unas monjas "modernas" de esas que se les veían los tobillos e iban por el mundo con expresión alegre. Y aún montaban algún baile (regional, por supuesto) en los balcones para regocijo del vecindario.


"Salir al río" era alcanzar el límite permitido, allí ya había más tráfico y tuve que esperar a "ser mayor" para arriesgarme más allá de esas esquinas. Aventuras emocionantes que ya os contaré.


Hacia el otro lado la calle Pintor López era más emocionante todavía: Por allí se iba a la playa. En esta calle tomábamos el tranvía, el 5 para ir al centro, el 3 para Nazaret, que aún tenía mar, y el 1 para Las Arenas, donde aún podíamos ir los valencianos antes de que una alcaldesa inimaginable convirtiera el balneario público en un hotel para ricos.

(Imagen de Pinterest)


Por aquí pasaban también los tanques que iban cada año al "Desfile de la Victoria", como conté en mi artículo Un tanque en mi calle, a vuestra disposición en ese enlace.

Al otro lado mi calle Boix estaba cerrada por la Calle Trinitarios, que hoy afortunadamente también se puede ver sin coches aparcados. A lo lejos, la Iglesia del Temple.


La otra parte de la Calle Trinitarios, que lleva a la Calle del Salvador y al centro centrísimo de Valencia, meollo católico. A la izquierda, como ya os he dicho, la antigua tienda de bacalao hoy sede de Montesinos. Barrio chic molón que es ahora, para que veáis.


Bien, creo que ya os he contado bastante para esta primera entrega. Si os ha gustado os iré contando cómo se iba ampliando mi mundo a través de esta calle Trinitarios. Y mucho más lejos que llegué, oigan.

Si os interesan más historias de este tipo, tenéis este mapa las que he ido publicando (en obras, conste, no están todas) 

Tenéis también el Mapa (general) del Blog donde podéis encontrar también las entradas de otros temas:

Mapa del Blog

Y para el que le guste la historia militar, el blog que también mantengo y al que pertenecen las entradas que os he enlazado.

Un tanque de siete pesetas

domingo, 12 de abril de 2020

Pandemia, tiempo y un libro

Buenas tardes a todos.

Estamos todos encerrados. Bueno, la mayoría. Y a la mayoría este encierro nos aporta algo que es el mayor tesoro disponible, y con el que muchos, lamentablemente, no saben qué hacer y les agobia disponer de tanto: el tiempo.

Precisamente por eso uno de los resultados es que podemos escarbar por nuestras estanterías, hartos de tanto ebook, pantalla y tablet, para buscar libros de papel, esa maravilla insustituible que nos permite leer sin brillos y sin ruidos, abrirlos inmediata y fácilmente  y disfrutarlos en cualquier parte, tengamos wifi, cobertura, batería o no.

En estas he encontrado este libro, cuyo autor me lo firmó allá por 2007, en una Feria del Libro, tras una amable y amena conversación. Releerlo ahora ha sido la mar de oportuno, porque de una manera u otra las ideas que presenta se están cumpliendo. (No voy a contaros el libro, os lo recomiendo. Es cortito y fácil de leer, y nos hace pensar sobre lo que nunca pensamos)


Tenemos tiempo. Los que estamos encerrados tenemos tiempo, el tiempo que hemos recuperado de no tener que ir a trabajar, de no tener que desplazarnos, de no tener ir al gimnasio, de no salir a pasear, de no ir de compras. En la vida normal, ese tiempo lo tenemos totalmente adjudicado e incluso hay gente que tiene horror a la agenda vacía: Necesita llenarse cada minuto del día.

Los occidentales, mejor dicho, los sometidos a la cultura occidental, herencia de aquella sociedad industrial de "Tiempos modernos" que nos viene valorando en función de nuestra "productividad" (cuántas cosas haces en un período de tiempo determinado) hemos perdido la virtud de sabernos parar, de poder mirar pasar el tiempo sin sentir que estamos pecando, de "no hacer nada muy despacio", que es quizás el principio para sosegar nuestro cuerpo y volver a escuchar nuestro espíritu. Hacemos, sí, una vana búsqueda a través de los yogas, mindfulness, etc, pero esto también dentro de un horario, con un tiempo limitado, dentro de una agenda. "Cuando salga de trabajar tengo clase de yoga y luego tengo que ir a recoger a los niños y conectarme en casa para comprar los billetes del puente...". Es como pretender hacer régimen entre dos bocadillos de longanizas, buscar la tranquilidad con horario y con plazo. Como pretender hacer el amor siempre a la misma hora y en el mismo sitio, pensando en que tienes que acabar porque después estás liado. No es eso.

Y otra evidencia no menos importante es que cuando todos recuperamos nuestro tiempo, aunque sea a la fuerza, el sistema se cae. Aunque sea por una causa distinta a la que propone Fernando Trías, que seguramente no podía imaginar esta situación global, como ninguno de nosotros, el sistema se cae si la mayoría recuperamos nuestro tiempo. El sistema en el que nos desenvolvemos, el que hemos creado, por el que estamos esclavizados, es una bicicleta, tiene que andar, y cuanto más deprisa va, más estable. Si el sistema se para, si dejamos de trabajar, comprar, gastar, etc, el sistema se hunde. El sistema, realmente, funciona a costa de nuestro tiempo.

Alquilamos nuestras horas a cambio de dinero, y eso se llama trabajar. Invertimos nuestras horas a cambio de conocimiento, de títulos, y eso se llama estudiar. Perdemos el tiempo miserablemente viendo atroces programas de televisión, o mejor anuncios rodeados de ellos, y a eso le llamamos distraernos. Antes de los ídolos con pantallas, y a algunos todavía, la Iglesia exigía a sus fieles un tiempo semanal para recordarles quien mandaba en su interior, y cómo tenían que portarse. Y eso todas las iglesias, con mayor o menor intensidad. Ahora pasamos horas frente a las redes, invirtiendo el tiempo en escribir cosas como esta pretendiendo que alguien invierta su tiempo en leerlas (¡gracias!). El tiempo  que invertimos o gastamos en todo eso es tiempo que perdemos. Ya no volveremos a vivir el día tal del año tal, ya no volveremos a pasar aquellas vacaciones, aunque volvamos mil veces al mismo sitio. Ya no experimentaremos lo mismo con la misma persona, porque el tiempo hace su trabajo sobre exteriores e interiores de personas y lugares. Heráclito llevaba razón.


Una de las ventajas de la jubilación es que tienes tiempo. No entiendo cómo hay gente que nada más jubilarse corre a comprometerse en horarios, calendarios, cursos e incluso exámenes. A no ser también que sea uno de esos deseos de toda la vida, como conozco compañeras y compañeros de Física e Informática que se han volcado en la Historia del Arte, en la Arqueología o en algo sustancialmente diferente de lo que han estado haciendo para comer durante toda su vida. El cerebro necesita desarrollarse por igual en todos sus hemisferios, cual "hombre del Renacimiento". Tras una vida de ciencia apetece meterse con la literatura, tras mucha Física apetece profundizar en el Taoismo, tras mucha informática apetece pintar, escribir, etc. Todos queremos buscar nuestro equilibrio interno. Yo mismo invierto mucho tiempo en mis blogs, principalmente en el de historia militar, untanquedesietepesetas.blogspot.com, y en este mismo que estáis leyendo. Pero rehuyo todo compromiso, todo calendario, toda agenda. Invertir tu tiempo en aquello que te apetece en cada momento, de eso se trata.

Durante muchos años me costaba muchísimo, los días de buen tiempo en Valencia, volver a un despacho cerrado a ponerme otro montón de horas delante del ordenador en vez de irme a pasear por la playa, mirar lejos y recibir el sol y el viento en unos ojos escocidos de tanta pantalla. Ahora que lo puedo hacer me apetece dedicar tiempo a esas mismas pantallas, porque gracias a ellas tengo una biblioteca sin fin, como decía mi amigo Moncho, y puedo conectar con gente de muchas partes del mundo (me recuerda aquellos amigos radioaficionados de mi niñez, que se pasaban la noche intentando conectar con América o Australia con aquellas emisoras de onda larga).

Volvemos al libro, que ha sido el detonante para esta reflexión. Tiene párrafos muy buenos, os pongo solamente este porque espero que disfrutéis leyéndolo: "Y es que, después de todo, los hombres acabamos siempre inventando algo para no permitirnos ser, por miedo a que así sea."

Quizás la auténtica revolución esté en sentarse a mirar lejos, tan lejos que uno acaba viendo más claro dentro de sí mismo. Ya Cafrune decía aquello de "Mi camino es infinito, porque el camino soy yo." Taoísmo puro.


Os recomiendo también esta otra entrada que escribí ¡ya hace tiempo!: El tiempo no existe
Muchas gracias por vuestra compañía. Espero que os haya gustado.

Tenéis a vuestra disposición el Mapa del blog, con muchas otras entradas. Estoy actualizándolo, todavía no está completo, y sobre algunos temas he tenido que hacer submapas para hacerlo más manejable. Espero que encontréis ahí más cosas que os gusten.

Pues ale, gracias por vuestro tiempo, a disfrutar de él y a no perderlo. Feliz confinamiento y mejor desconfinamiento

Mapa del blog