Los derechos fundamentales de todo ser humano (La sanidad, la educación, la justicia, el derecho a una vivienda digna, a sacar adelante a una familia, a aspirar a una justicia real, accesible y gratuita...), nunca deberían ser objeto de negocio, especulación o privatización. Si un gobierno gestiona mal, cámbiese el gobierno. Pero que no se utilice la rentabilidad como argumento para el saqueo de los bienes públicos. Los derechos no tienen precio, ni son negociables.


sábado, 11 de octubre de 2014

Nuestros hospitales

Un hospital es un organismo complejo, con una vida interior específica. Un hospital es un mundo que te atrapa. Y quizás, una de las organizaciones humanas con más sentido: Mejorar y cuidar la calidad de vida de los demás. 

Siempre me ha interesado la sanidad. Ya mis compañeros de karate eran en su mayoría médicos o aspirantes a ello. El director del Tatami Universitario, el Maestro Armando Barra, desparramaba su personalidad tanto en las artes marciales como en su función como médico deportivo. La jerga, la visión de las personas que aporta la medicina, y tantas otras cosas, ya fueron formando parte de mi cotidianeidad.

Conseguí hacer la mili como ambulanciero (ya os contaré cosas de aquella época), y eso me acercó más a la sanidad. Al final, acabé siendo informático, primero del Insalud, después de la naciente Consellería de Sanidad. He tenido ocasión de ver y vivir la historia de la misma, y sigo “enganchado”, pensando en todo lo que se puede mejorar y en que es muy diferente gestionar aplicaciones y sistemas informáticos cuando su destino final es cuidar a las personas y salvar vidas. Nunca me he planteado cambiar a otra Conselleria en pos de una mejora. He encontrado enormes profesionales, grandes personas y extraordinarios amigos, en todos los niveles de la misma. Y he ratificado que la calidad humana no va asociada a un título o un cargo, y ni mucho menos a unas siglas políticas: son las personas las que crean las organizaciones, y las etiquetas las que las dividen.

Aprovechando esto, quiero mencionar algo que es admirable y que la Generalitat Valenciana debía considerar de interés público: La capacidad de unos profesionales como los informáticos de sanidad que han sabido organizarse desde dentro creando AVISA, la Asociación Valenciana de Informáticos de Sanidad, desde donde no solamente defienden sus intereses profesionales, como es justo y necesario, sino que se preocupan por mejorar su formación, información y colaboración entre los distintos centros. Hay directivos de la Consellería que se han dado cuenta del valor de esto, haylos. Esperemos que prospere la Asociación y su ejemplo. Un abrazo para todos los colegas y para aquellos que hasta el presente han sabido (y logrado) dirigirla y promoverla.

Como os decía, un hospital es un organismo especial. Pero ahora quiero hablar de ellos no ya como profesional de ese mundo, aunque en un puesto más burocrático, sino como paciente:

Me admira el comportamiento de los visitantes, acompañantes y en algunos casos de los pacientes. Me explico:

Cuando se construyó La Fe (La antigua) recuerdo que para visitar a un familiar que tenías encamado se disponía de dos pases, y de un horario restringido. Había un “comercio negro” de pases, claro, como para todo en este país. Pero había una consciencia de que visitar a un enfermo era algo serio, y acompañar al mismo exigía un determinado comportamiento.

Luego aquello se suspendió. Me dijeron que si por cuestiones electorales, que si por mejorar el ambiente, o yo que sé cuántos “quesis”. El caso es que lo que ahora hay, en general, es un auténtico cachondeo, donde impera y se visualiza la falta de delicadeza de nuestra sociedad telecinquera y la falta de comportamiento cívico, esa asignatura que los obispos no quieren que nos enseñen, no vaya a ser que seamos conscientes de nuestros derechos.

Porque te toca una habitación, con otro u otros acompañantes. Si tienes suerte, como ha sido mi caso reciente, personas estupendas, racionales y educadas. Pero en otros casos y en otras habitaciones, ¿Qué ves? Pues visitas colectivas, televisiones a toda voz, comportamientos totalmente diferentes a lo que debe asociarse al descanso de los enfermos y al respeto al resto de las personas.

Porque tú estás enfermo, en una habitación con dos camas más, por ejemplo, como me pasó en otra operación. A la derecha tienes un anciano que está muy mal, y que se pasa la noche gritando, llamando a su familia. Pero su familia no aparece más que en tropel, entre ocho y nueve personas. Se sientan todas alrededor de y en la cama del abuelo, y se ponen a hablar a gritos y a comer pipas. Están un rato y se van, pasan del abuelo y de todos nosotros. Mientras, la televisión está a toda voz porque a la acompañante del enfermo de mi izquierda – yo estaba en el centro, evidente, justo delante de una televisión que no me apetecía ver – le gustan todos los programas de Antena 3, mire usted. Y no los culturales, precisamente. Y te tienes que tragar los gritos de unos y la televisión de otros, aunque tú estés bien jorobado y deseando poder descansar.

Luego está la intimidad: La marabunta no se corta aunque el enfermo de al lado se esté muriendo, aunque lo estén limpiando. El personal, en general, carece de delicadeza, que es un paso más allá de la mera educación. He visto habitaciones de recién paridas a las que acuden en visita familias enteras, y no veas la que montan. Pasillos por los que corretean papis y niños jugando a gritos y muchos otros desmanes que cualquiera que haya estado en las mismas circunstancias puede testimoniar.

Es tremendo el caso de la televisión. Es cierto que distrae, y a lo mejor los hospitales sacan dinero con lo que hacen pagar por poder verla, y que le hace al enfermo las horas más cortas. Pero según su estado y si ve lo que quiere. En una habitación con varios enfermos, solamente uno ve lo que le interesa, otro tiene que ver lo que no quiere y otro está intentando descansar sin que le dejen. Valdría para el caso de habitaciones individuales, pero en las plurales me parece una atrocidad. También he visto salas de espera con la televisión a toda castaña y los pacientes – normalmente doloridos y/o asustados – teniendo que tragarse los seriales de T5. Y no porque les gustaran a ellos, sino porque a alguien de la plantilla le gustaba pasar y verlo desde lejos.

O esa familia – lo tengo reciente – de clase evidentemente “bien”, y por tanto se supone que informada y formada – que lleva a uno de sus hijos a urgencias pero pasan a los boxes ¡con los cuatro niños y los dos padres! Saltándose ampliamente el cartel de “un solo acompañante por persona”, exponiendo a los niños a todo tipo de gérmenes de esas instalaciones y al resto de usuarios a los gritos, lloros y carreras de los pequeños entre las cortinas de los boxes. Hay veces que los ciudadanos estamos a la altura de nuestros ministros, lamentablemente.

Pues eso quería decir: Que hay que poner orden en todo eso: Que un hospital debe ser un centro de respeto y recuperación, no una feria. Y puesto que a la gente en general no le sale, deberían tomar medidas los responsables de los mismos. Vale que no es popular, vale que quita votos. Pero alguien tiene que empezar a defender el sentido común, y es más obligación de quien más poder tiene para hacerlo.

Y si estáis de acuerdo, lo compartís, oigan. Porque sanidad no es sólo lo sale en la tele, es lo que le pasa todos los días a muchos millones de ciudadanos.

Salud, y buen gobierno.

No hay comentarios: