Toda muerte es lamentable, toda agresión condenable, especialmente las que se hacen sobre personas indefensas. Todos somos París, como fuimos Madrid, o Londres, o N.York. Pero también somos Líbano, y Siria, y tantos otros sitios... Parece ser que quienes sienten tanta ansia de defender los valores cristianos del imperio de Occidente se olvidan de cosas como esta:
(San Mateo, Capítulo XXV)
37 Entonces los justos le responderán, diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y te sustentamos?, ¿o sediento y te dimos de beber?
38 ¿Y cuándo te vimos forastero y te recogimos?, ¿o desnudo y te cubrimos?
39 ¿O cuándo te vimos enfermo o en la cárcel, y fuimos a verte?
40 Y respondiendo el Rey, les dirá: De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de éstos, mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis.
41 Entonces dirá también a los que estén a la izquierda: Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles.
42 Porque tuve hambre, y no me disteis de comer; tuve sed, y no me disteis de beber;
43 fui forastero, y no me recogisteis; estuve desnudo, y no me cubristeis; enfermo y en la cárcel, y no me visitasteis.
44 Entonces también ellos le responderán, diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, o sediento, o forastero, o desnudo, o enfermo o en la cárcel, y no te servimos?
45 Entonces les responderá, diciendo: De cierto os digo que en cuanto no lo hicisteis a uno de estos más pequeños, tampoco a mí lo hicisteis.
Ni San Mateo ni Jesucristo dicen que tales necesitados habían de ser de una sola etnia, o de un sólo país, o de un solo bando... Y no conocían los bombardeos, al menos Mateo. Lo hubieran puesto, imagino.
Desde pequeñitos hemos ínterinizado que hay distintas clases de muertos: En las pelis, en las series de televisión, etc, vemos cómo no hay problema en que el héroe (o heroína, que ahora hay que atender a las modas y cubrir todos los mercados) se deshace sin problemas de centenares de "malos", a los que mata en casi más número que balas tiene su arma, o cómo perecen en tremendas explosiones preparadas por un Tom Cruise o similar cuya misión imposible sería puro terrorismo si lo miráramos del otro lado, pero de este lado de la peli son operaciones magistrales de espionaje internacional, o lo que sea. Y ganan los buenos y aplaudimos, aunque nadie nos explica qué hacen con los cientos de cadáveres que dejan por las calles.
En las películas del oeste, los John Wayne de turno mataban a indios lejanos que se movían rápidamente a caballo con un único disparo de pistola, cuando quien ha disparado un revolver de esos sabe lo difícil que es dar a algo quieto y cercano. Mueren a centenares los de relleno. Incluso en las de guerra sabíamos que el amigo negro del chico la iba a cascar: No se podía ser negro y salir de risitas, hombre. Los amigos del chico tenían familia, novia que les esperaba, etc. (si es negro, novia negra, claro). Los otros no, se morían y ya está, por malos.
También en las pelis atroces de chinos que veíamos en los 70 y aún en las de ahora hay "chinos de un solo golpe", otros de varios e incluso el supermalo que aguanta lo indecible, el cabrón. Vi una en la que el malísimo se tiraba media película con un sable tremendo atravesado en el tórax, corriendo por la playa y peleando como un fiera. La medicina china puede ser eficaz, pero tanto.... El bueno, sin embargo, aguanta las palizas más inimaginables y, tras dejar atrás un montón de cadáveres, acaba con el malo, porque es el de los "n golpes + 1". O sea, que el último lo des tú.
Siempre me ha admirado que en las películas de catástrofes, generalmente americanas que son quienes nos venden los catecismos filmicos para formarnos mientras nos distraemos, cuando comunican que hay tropecientos muertos siempre hay alguien que pregunta "¿Hay algún americano entre ellos?". Si no hay, pues vale. Si hay, la caña está lista. Los muertos americanos tienen más peso, está claro. Habría que ver si en un futuro no se analiza nuestra "cultura" interpretando los grandes multicines como templos de adoctrinamiento a los que los jóvenes y familias acudían sedientos a recibir las "lecciones" de los Dysney, Spielberg, Pixar y demás transmisores de consignas subliminales. La creación del occidente actual, de su modo de pensar y de reaccionar, no se explicaría sin la influencia de las películas y de la televisión. Y si no, fijaros cuando se acercan los ciclos históricos y se nos pretende "orientar correctamente" cómo resurgen determinados tipos de filmes. Además de la coña de que antes los malos hablaban "en russio", luego en "aleman ogiental", luego en coreano del norte... Incluso hubo algunas películas en las que los malos eran sudafricanos, de los del Apartheid. Ahora son todos terroristas musulmanes, combinados con coreanos y con capos de la droga sudamericanos, por supuesto.
Y no pretendo frivolizar con temas tan serios como los de la actualidad, ni mucho menos, sino poner un poco de análisis ante tanta emotividad, explicable pero peligrosa, puesto que veo en las redes comentarios feroces de gente que ya, por las fuentes en las que se informan, parecen estar preparadas y predispuestas para responder a la barbarie con más barbarie. La historia de la humanidad. Tenemos entre nosotros demasiado fascista latente dispuesto a perseguir al moro, al negro, al comunista, al intelectual, a los de las coletas y al que sea. El caso es perseguir, tener alguna razón para descargar en forma de violencia nuestra frustración, y hay que encontrar la cabeza de turco, aunque el pobre turco pasara por allí sin enterarse.
Parece algo tribal, quizás relacionado con la supervivencia, posiblemente: Las muertes lejanas las vemos como algo natural, que nos afecta poco. Las cercanas nos van preocupando hasta que se hacen inmediatas. No es lo mismo ver que mueren los amigos de tus padres, por ejemplo, que ver que mueren los tuyos: el fantasma se acerca. Ver una bomba en el Líbano nos parece un disparate. Verla en la calle de al lado nos acojona seriamente. Es natural: el instinto de supervivencia se ve más amenazado. Cuando atacan a los míos la cosa se pone mal, habrá que desenterrar el hacha de guerra. Recuerdo aquella experiencia surrealista en la que la CIA (o similar) con el rey de Marruecos (no con el gobierno, al parecer) prepararon el evento aquel de
Perejil para que nuestro caudillito Aznar luciera como defensor de las esencias patrias y de los valores de Occidente. (No sabremos nunca cuanto nos costó, como
la medalla que le dio el Congreso norteamericano). Esto hizo resurgir en los españolitos las esencias de la Reconquista y de muchos siglos de lucha contra "los moros", y incluso tratándose de líder tan repelente todos nos hubiéramos enlazado en la caña, puesto se se nos atacaba el subconsciente. Afortunadamente, la cosa estaba diseñada con solución rápida enviando las COE (hubo quien sugirió que se hizo así porque se pensaba que si se enviaba a La Legión directamente igual recuperaban el Sahara en el mismo envite, y de allí la quitaron para pasar a otros los fosfatos, eso ya no era lo pactado). Esto permitió encajar la invasión de Irak en un contexto favorable para sus defensores y tapó un poquito las vergüenzas de los
62 militares muertos en el Yak 42. Estos también parecieron muertos de tercera, por más que fueran de los nuestros y fueran a defender al gobierno que así los trató. A estas muertes se les dio menos cobertura por los medios de información que a otras, cuestión de intereses. Y no pasó nada, fue un accidente, como el del Metro de Valencia o el del Alvia de Santiago. Cosas de la política.
Podemos ver nuestras programaciones internas en la reacción ante los noticiarios: Si muere un emigrante, pobre, no ario, y quizás de otra religión, nos sabe más o menos mal según nuestra sensibilidad, y algún cafre puede llegar a pensar eso de "no haber venido". Pero si muere un turista alemán, o noruego (lo del balconning de los ingleses lo tenemos asumido) ya nos parece la cosa más seria, no vayan a ser que sus gobiernos se enfaden.... Y si muere un americano, casi tememos que venga el 7º de caballería. Y es que los arquetipos, los esquemas que se nos van introduciendo nos afectan mucho más de lo que creemos. Como lo del Ébola, una cosa es que murieran negros, mire usted, o incluso algún que otro de alguna ONG (Para qué se meten, los progres esos, ya saben a lo que van) que un cura. Al cura hay que salvarlo, que eso da votos e igual los cardenales abogan aún más por nuestro partido desde los púlpitos o desde la tele, que viene a ser lo mismo pero en moderno. Se ha dejado morir muchos curas españoles en otras circunstancias, pero serían contestatarios o no interesaría salvarlos en su momento, o ambas cosas.
Siempre me ha admirado, como estudioso de la historia militar, el hecho de que millones de personas se dejen arrastrar a la guerra, y que incluso interinicen canciones y consignas de culto a la muerte y crean que luchan por su patria cuando lo que en realidad están defendiendo son políticas económicas, imperialistas, de las que otros se beneficiarán cuando ellos estén destrozados en una fosa común. Obviamente, todo tiene su lectura, puesto que hay veces en las que realmente hay que luchar para defenderse de las injusticias. No luchaban lo mismo los partisanos rusos cuando las SS arrasaban sus pueblos, o los soldados alemanes cuando los rusos entraban en su país violando indiscriminadamente, que los soldados americanos en Vietnam, por ejemplo, la mayoría de los cuales no sabían por qué estaban allí, o no lo compartían. La historia se ve según en el lado del fusil en el que estés: Por la parte de la culata, o por la de la bayoneta. Los héroes guerrilleros de la independencia española eran bandoleros para las tropas de ocupación francesas, y como tal los ahorcaban. Los bravos soldados franceses defensores de la Revolución y que llevaban a Voltaire en sus mochilas resultaron ser, en su mayoría, salvajes saqueadores como cualquier otro ejército de la época, como atestiguan centenares de nuestros conventos, pueblos y narraciones.
Recientemente he visto un documental de la BBC sobre los bombardeos sufridos por las ciudades inglesas durante la II Guerra Mundial. Era impresionante cómo, entre las ruinas, los ciudadanos que habían sufrido las muertes de sus seres queridos clamaban para que se castigara con mucha más ferocidad a los civiles alemanes. Quizás sea la tendencia natural para equilibrar la balanza: Yo tengo que matar a más de los tuyos que tú de los míos, porque si no me quitarás la comida. ¿Atavismos primitivos? ¿Venganza? ¿Cerebro reptiliano? En cualquier caso, centenares de miles de civiles indefensos murieron en una guerra en la que no querían estar, posiblemente obedeciendo a un tirano que era el primero en ejecutarlos en caso contrario. Como ahora, vamos. Hay veces que retrocedemos muchos siglos de civilización, si es que hemos avanzado en algo más que en la eficiencia de las armas.
¿A dónde quiero ir a parar? Pues evidentemente, a que estamos condicionados en nuestros juicios, a que es muy difícil mantener un pensamiento absolutamente racional en circunstancias como estas debido a que estamos marcados por nuestras programaciones internas, nuestros subjetivismos y las influencias que nos rodean. Es lo que nos convierte en masa maleable por parte de aquellos que conocen los mecanismos de funcionamiento de estas maleabilidad,
que están muy estudiados. Todos pensamos que llevamos razón, pero el peligro es cuando se califica de traidor a quien llama al sosiego, cuando se ve como amenaza al que no pide violencia contra la violencia, cuando el que se siente agredido en su inocencia encuentra justificación para volverse tan salvaje como el agresor, y cuando quien no sigue a pies juntillas los dictados de la corriente, de los medios, se torna en sospechoso. Cuando reflexionar es peligroso, el terrorismo ha ganado.
Permitidme que termine, con todos los respetos por el tema, con una de las magistrales canciones de Mª Dolores Pradera:
De primera, segunda y tercera.